Los lobos del este: un cubano dirige cine en Japón

Fotograma de Los lobos del este. Foto: Cortesía del entrevistado.

Fotograma de Los lobos del este. Foto: Cortesía del entrevistado.

En 2015, Carlos M. Quintela acababa de terminar La Obra del Siglo, su largometraje más reconocido. Paradójicamente, su entusiasmo entonces era más por el largometraje por venir que el terminado.

“Voy a hacer una película en Japón gracias a Naomi Kawase. Nos conocimos en el festival de Nara, un festival muy pequeño donde Naomi invita a cinco directores de películas que le gustaron, e invitó La piscina (2011). El premio que te da el festival es hacer una película; Naomi se convierte en tu productora y a partir de allí comienza la búsqueda de financiamiento, bajo ciertas condiciones. No fui el elegido esta vez, sino un director chino que de improviso tuvo una propuesta de trabajo mejor, y como yo había sido mención, me llaman. (…) Es la oportunidad de demostrar que puedo hacer películas cubanas en Cuba, pero también que puedo hacerla en donde me llamen”, dijo en una entrevista.

El proyecto que soñaba entonces está casi listo, con el título de Los lobos del este (2017). Será la primera película de ficción realizada por un cubano en Japón, con equipo y actores nipones, y hablada en su idioma. Poco que ver con el cine cubano más convencional.

“Fue un proceso vertiginoso y contrario a como los japoneses suelen trabajar, porque se cambiaron muchas cosas en relación a la idea inicial. La historia pasó de ser sobre el primer festival de jazz en Higashi-Yoshino, a una primera versión de Los lobos del Este; incluso transitó por la idea que titulamos La Delegación Cubana, una comedia costumbrista sobre la estatua de un samurai que enviaba el gobierno de Cuba a una aldea con motivo del aniversario de la “Rebelión Tenchu-gumi”. De esta última, se regresó a una versión menos violenta y moderada de Los lobos del este, en definitiva, la historia por la que todos estábamos apostando desde un principio.

Carlos M. Quintela. Foto: cortesía del entrevistado.

“Durante el proceso de escritura nos fuimos acoplando las dos partes, el bando japonés y la parte no japonesa (o sea, mi guionista Abel Arcos y yo), hasta encontrar la historia que nos complaciera a ambos y que tuviera una posibilidad real de producción en un plazo menor de 20 días. Al final quedó una película que, como el tatuaje de un buen amigo, si te fijas bien, puedes descubrir que debajo afloran los restos de un antiguo tatuaje. El tatuaje de mi amigo es más sutil y delicado que la película, pero es una situación similar. Los lobos del Este es una película inevitablemente cubana”.

La idea original para realizar la película salió de Higashi-Yoshino, una pequeña comunidad muy vinculada a la trayectoria de la propia Naomi Kawase, una de las realizadoras de cine japonés más internacionales.

Según Carlos, “es un lugar que se encuentra en el corazón de Japón, lleno de templos, de montañas y árboles, apartado de todo, una versión de nuestra Sierra Maestra, salvando las grandes distancias. En ese lugar se erige la estatua al último lobo japonés porque fue allí donde se vio a un lobo salvaje por última vez. Pero de ahí no partió la historia. Tanto Abel Arcos como yo estábamos al tanto de La novia de Cuba (1969), de Kazuo Kuroki, hasta el momento la única película japonesa filmada en Cuba (aunque en este 2017 se estrenó en Japón Ernesto, de Junji Sakamoto). Teníamos la intención de utilizarla, re-mezclarla, devolver el gesto. Esa era la única rama de la que podíamos sostenernos “imaginariamente” para aceptar el reto y escribir, preparar y filmar una película en menos de 11 meses”.

La escritura del guion de Los lobos del Este fue un trabajo a seis manos. Esto, teniendo referentes cinematográficos muy distintos, “que pueden ir desde Dersu Uzala, de Akira Kurosawa, el cuento El incidente del Puente del Búho, de Ambroce Bierce, La anguila, película de Shohei Imamura o La Jetée, el corto de Chris Maker, y La novia de Cuba, origen de esta especie de cadáver exquisito. Hay un poquito de todo, intentando encontrar vías para afrontar el reto de hacer una película al otro lado del mundo.

Momentos del rodaje de “Los lobos del este”. Foto: Cortesía del entrevistado.

“En el guion intervinimos tres personas: Abel Arcos, Fabián Suárez y yo, más las ayudas habituales de los colegas cercanos a uno, las conversaciones con Naomi Kawase, entre otros. Primero trabajé con Abel el argumento y, luego de nuestra estancia en Higashi-Yoshino, llegamos a una primera versión. Luego regresé a la Habana y trabajé un tiempo solo hasta que se incorporó Fabián y con él avanzamos hacia tres o cuatro versiones. Y fue en Japón cuando me tocó escribir la sexta versión, a solo días de comenzar a rodar, debido a urgentes cambios de producción. Pero desde el inicio teníamos en mente el personaje de Akira, el de La novia de Cuba, pues usaríamos ese nombre para el personaje protagónico de Los lobos del este. A partir de ese punto, imaginamos cómo sería ese hombre 40 o 50 años después. ¿Qué nos interesaba mantener? ¿Qué dejar atrás y en qué tierras lo queríamos sumergir?”, dice Carlos.

Según la sinopsis de la película en la aldea de Higashi Yoshino, de la prefectura de Nara, vive un anciano cazador nombrado Akira (que interpreta el célebre actor japonés Fuji Tatsuya). Este hombre se obsesiona tanto con los fantasmas de los lobos japoneses que llega a perder su trabajo y a sus amigos. Consumido por las fantasías delirantes sobre los lobos y los recuerdos de sus viajes a Cuba, en la época en que trabajara como marinero, Akira se adentra cada vez más en los bosques de Yoshino en busca del último sobreviviente de estos lobos.

Los lobos del este es una coproducción entre Japón (Nara International Film Festival Organizing Committee), Cuba (Seven Sisters Films), Suiza (Ventura Film) y Brasil (Afinal Filmes).

Momentos del rodaje de “Los lobos del este”. Foto: Cortesía del entrevistado.

“Japón se encargó de la producción en su territorio y Seven Sisters Films se encargó de aglutinar al resto de las productoras para las etapas posteriores a la filmación”, precisa Carlos.

“Filmar en Japón y contra reloj es muy parecido a estar frente a un menú inmenso en un restaurante asiático. Por un lado, quizás encuentres platos que conozcas, pero te tienta a probar algo nuevo. Sin embargo, no puedes realmente tener la certeza de que tu elección será la correcta, porque el restaurante está abarrotado y eres el único que está haciendo esperar al camarero para tomar la orden. Entonces tienes que asumir el riesgo y decidirte. Una vez el plato está en la mesa tienes una preocupación menos, pero ni idea de lo que hay delante de ti, ni cómo se come aquello. Entonces tienes que hacer uso de tu imaginación, y dejarte llevar”, añade Carlos.

Quintela trabajó con un excepcional equipo de realizadores japoneses. En la producción estuvo la cineasta Naomi Kawase, quien visitó Cuba en julio de 2016 invitada a impartir un taller teórico-práctico de realización como complemento de la Maestría en Cine-Ensayo en la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños. Kawase fue en 1997 la ganadora más joven del premio Cámara de Oro del Festival de Cannes con su primer largometraje: Moe no suzaku (Suzaku), de 1996. En 2007, fue la ganadora del Gran Premio del Jurado del mismo certamen con Mogari no mori (El bosque del luto).

La dirección de fotografía fue de Yutaka Yamazaki, conocido por su trabajo con algunos de los más importantes realizadores del cine japonés contemporáneo, como Hirokazu Kore-eda, en Nadie sabe (Dare mo shiranai (2004), premiada en Cannes; Still walking (2008), y After life (1998), y Kiyoshi Kurosawa. Yamazaki también hizo la fotografía de Shara (2003), una de las películas más apreciadas de la propia Naomi Kawase.

Fotograma de “Los lobos del este”. Foto: Cortesía del entrevistado.

El papel protagónico de Los lobos del este recae en Tatsuya Fuji, una leyenda de la actuación en Japón. Su reconocimiento se remonta a películas tan célebres dentro del cine moderno, como El imperio de los sentidos (1976) y El imperio de la pasión (1978), ambas del maestro del cine japonés Nagisa Oshima. Fuji comenzó su carrera como actor en el cine japonés en la década de 1960 y es considerado hoy uno de los intérpretes vivos más importantes de ese país.

“Tatsuya Fuji, Fuji San para los que lo tratan, es un tipo duro que esconde una enorme ternura tras sus formas japonesas. De tenerle miedo y respeto, pasé a quererlo, a mirarlo de frente, a trocar mi ron Santiago por su whiskey con soda; a hablar de sus recuerdos de un viaje a La Habana; de cómo ni se acordaba de su personaje en El Imperio de los Sentidos, y de cómo fue que, por casualidad, le propusieron realizar un comercial y desde ese día decidió ser actor. Quizás la única palabra que se escuchó en español durante los 16 días de rodaje fue acción, y la dije gracias a él

“Recuerdo que al tercer o cuarto día de rodaje se me acercó y me dijo: ‘En Japón se dice acción muy fuerte’ y me lo repitió en japonés. Después me miró y se dio cuenta que mi japonés era muy limitado. Entonces me preguntó: ‘¿Cómo se dice en español?’ y le respondí. Me dijo: ‘Dímelo así cada vez y bien fuerte, que quiero sentir que el alma me entra al cuerpo’. Desde ese día todo marchó mejor, y era evidente que necesitaba sentirlo para dejar de ser Fuji y pasar a ser Akira”.

Quintela siente que esta nueva película suya se debe mucho al trabajo con su actor principal. “Si hice esta película, en gran parte fue por la admiración que siento por él y por la confianza que me dio; porque, aunque fue una experiencia enriquecedora en un sentido profesional, fue demasiado apresurada y muy arriesgada, culturalmente hablando. En los sets japoneses no hay nada que descubrir, se piensa en el qué, en el cómo y se realiza. Los espacios de improvisación son muy limitados, la magia del momento también se ensaya. Viniendo de una cultura totalmente opuesta, sentí que me faltaban esos momentos. Aprendí a ser más eficiente, pero no por cumplir un plan de producción. La eficiencia muchos la miden así, pero es más que eso. Ahora lo tengo más claro”.

Carlos dirigió la película en inglés con traducción simultánea. “Me sabía el guion casi de memoria, pero tenía muy cerca de mí a un traductor que, como los narradores de las películas rusas, me iba susurrando al oído todo lo que iba sucediendo”.

A la interrogante de qué tenía que ver esta película con Cuba y con sus películas anteriores, respondió: “Una vez más el entorno es quien define todo y sin él no hay historia. A esta película le doy una interpretación tal vez descabellada, pero prefiero mantenerla en silencio. Quisiera que se viese y sólo después de escuchar lo que otros ven, compartir lo que yo veo. Siento que debajo de Los lobos del este hay una película cubana tratando de nacer”.

Después de Los lobos del este, con un recorrido todavía incierto por festivales, Carlos comienza a pensar en su próximo proyecto: “Quisiera realizar una película un poco más ambiciosa que las anteriores, esta vez una comedia negra y absurda que cuenta la historia de una abuela y sus nietos que quieren emigrar a los Estados Unidos por la vía más larga: cruzando el estrecho de Bering. Pero resulta que los días del decreto “pies secos / pies mojados” están contados y ellos no se lo imaginan”.

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