Senel Paz: a 25 años del lobo, el bosque y el hombre ¿nuevo?

Foto: Ladyrene Pérez

Foto: Ladyrene Pérez

El escritor y guionista de cine cubano Senel Paz es tal vez el más auténtico narrador de su generación. Comenzó a serlo desde 1979, cuando ganó el Premio David para autores inéditos con un libro que revolucionaba la prosa que se escribía entonces en su país: El niño aquel. Pero su escalada a la cima de la literatura cubana llegó en 1990 cuando un cuento inusual, atrevido e irreverente para la época, lo hizo acreedor del Premio Internacional de Cuentos Juan Rulfo de Radio Francia Internacional.

Su título, cargado de ironía, El lobo, el bosque y el hombre nuevo, resumía la situación de los homosexuales en Cuba por aquellos años y era un llamado a la inclusión que tiene todavía vigencia a pesar de los intentos del Estado cubano por acabar con la homofobia: un mal heredado y peligroso que causó muchos estragos y que todavía se mantiene vivo en ciertas mentalidades anacrónicas.

Recordar el veinticinco aniversario de la aparición de esta obra no parece ocioso entonces. Y quién mejor que Senel Paz -poco dado a las entrevistas y bastante olvidado por los medios de su país- para hablarnosde todo lo que rodeó y todavía rodea a esa obra imprescindible.

OnCuba se acerca a la memoria de esta pieza literaria, un relato que ha sido editado en veinte países, traducido a trece idiomas y que cuenta con otras tantas versiones teatrales en Cuba y en el extranjero, en español y en otros idiomas, y una fabulosa versión cinematográfica concebida por el propio Senel y el inolvidable Tomás Gutiérrez Alea en colaboración con Juan Carlos Tabío: Fresa y Chocolate, acreedora de premios en Cannes, Berlín, además de una nominación al Oscar en 1995.

¿Qué motivaciones internas y externas te llevaron a escribir un relato como El lobo, el bosque y el hombre nuevo?

El personaje de Diego. Lo demás vino solo, fruto de la interacción consciente e inconsciente que tiene todo individuo con la realidad en la que vive. Los temas nunca son para mí la fuente de inspiración; no escribo movido por la necesidad de decir o demostrar algo. El tema lo trae el personaje como componente de su problemática, de su hoja de vida, y como escritor me toca investigar y profundizar en ese tema para comprender y expresar mejor al personaje. Entiendo que un personaje tiene identidad propia, y que el autor no hace más que indagarla y luego revelarla a través de un lenguaje. Diego es un ente de ficción y como tal una invención, pero no es “homosexual, revolucionario y lezamiano” por decisión mía sino como circunstancia de su propia vida ficticia. Yo no podía evitar ni interferir en que fuera como es. Así es como yo lo veo.

¿Cómo veía la sociedad cubana al homosexual cuando tu cuento ganó el Premio Juan Rulfo de Radio Francia Internacional?

Imposible responder por “la sociedad cubana”. En todo caso, sabemos que no es monolítica sino que tiene muchos estamentos, entre ellos “las autoridades”, los que dirigen y determinan, el “ellos” que se oye en la calle; y “la sociedad en general”, la que es dirigida y mayoritaria, nosotros, cada una de estas partes a su vez con muchas capas. A mi entender, la problemática de la homosexualidad, o más bien de la homofobia, se hizo significativa en Cuba porque se manifestó de modo más burdo y retrógrado en la institución, en las autoridades, donde devino política y filosofía de Estado impuesta a toda la sociedad.

Por mucho tiempo el ideal socialista pareció ser un individuo ateo, marxista y heterosexual, y tal vez preferentemente blanco y masculino. Todo esto venía a resultar completamente contradictorio con los principios declarados de libertad y amplitud de la revolución, de modo que la institución dejó de representar el modo de sentir mayoritario de los cubanos, dejó de representar la vanguardia y de ser guía hacia el futuro.

En la época en que se hace pública mi historia, la homofobia ya era un fardo muy pesado sobre la espalda de nuestras instituciones y estas no sabían cómo quitárselo de encima porque para hacerlo tenían que pasar por la autocrítica, el reconocimiento de los errores, la rectificación y las disculpas, a lo que no son muy dadas. Mi relato, el filme y las puestas teatrales, hechas suyas por el público, las ayudaron a librarse del rollo y a encontrar el rumbo. Tal resultado no fue para nada producto de una intencionalidad de mi parte, no soy culpable de mi buena acción; ocurrió así porque tenía que ocurrir, porque ya estaba en el aire.

Cuando la institución se cierra o se aparta del punto de vista de la sociedad o uno de sus sectores primero, se afecta el diálogo, y si eso no se corrige a tiempo puede llegar a afectarse la relación, como está ocurriendo ahora mismo con los cineastas. Algunos quieren presentar los hechos como que los cineastas han protestado y con ello armado un problema, cuando la cosa es que hay numerosos problemas institucionales acumulados que han llevado a los cineastas a protestar. El problema es el problema, y no al revés.

Foto: Ladyrene Pérez
Foto: Ladyrene Pérez

¿Cómo y de quién fue la idea de llevar al cine esta obra literaria?

Fue una idea simultánea, compartida entre Tomás Guitérrez Alea (Titón) y yo. Ya lo he contado varias veces. El lobo… es un relato concebido en términos absolutamente literarios. Está en las antípodas de lo cinematográfico: introspectivo, retrospectivo, sin diálogos evidentes, con un solo, pasivo y silencioso personaje (David) y otro referido (Diego), y una trama más bien débil y que importa poco. Sin embargo, algo cinematográfico palpita en él, y tanto Titón como yo lo advertimos enseguida y la decisión de convertir los personajes y la historia en película ya estaba tomada antes de que llegaran el Premio Rulfo, mi primera lectura en Casa de las Américas, la edición del cuento y las versiones teatrales.

¿Con qué te quedas, con la película o con el cuento?

Con los dos, o mejor dicho con los tres, también con el teatro, desde el primer montaje de Sarah María Cruz con Osmel Poveda, hasta el último, bajo la dirección de Antonio Arroyo, que se acaba de estrenar, 25 años después, en el mismo escenario: el café-teatro del Bertold Brecht. Este estreno es, justamente, en homenaje a los 25 años del texto. No sé si sabes que se han realizado unos 20 montajes teatrales entre cubanos y extranjeros, a veces adaptaciones de otros autores y en la mayoría de los casos sobre mi propia versión dramática.

El año pasado, con motivo de los 20 años de la película, celebrados en muchas partes del mundo excepto en el ICAIC, hubo estrenos en Venezuela, Argentina, Barcelona y Nueva York (en inglés), y reposiciones de algunas de las puestas cubanas. Están en perspectivas tres nuevos montajes: Perú y Brasil, y un musical en inglés en Londres. Pienso que esta historia ha encontrado su acomodo definitivo en el teatro, donde los personajes se mantienen vivos, crecen y revelan nuevas facetas. Para un autor son aventuras diferentes y yo las disfruto por igual, cada una en la perspectiva del lenguaje correspondiente. Yo soy escritor, lo único que hago es escribir, lidiar con las palabras, pero en mí conviven la perspectiva del literato, del cineasta y del teatrista. Esta historia, al pasar por estos lenguajes y códigos, me ha demostrado que es un error mirar uno desde el terreno de otro, o erigirte en una especie de custodio o guardián del texto.

¿Crees que la realidad que se refleja en tu cuento está totalmente superada por la vida en la Cuba de hoy?

Superada no, en la dinámica social los logros no suelen ser definitivos, pero sí se encuentra en un estadio superior, donde los problemas principales son otros, menos burdos pero tal vez más complejos. Ahora se trata de establecer programas y de lograr una educación profunda y definitiva en la sociedad y la institución que se manifiesten en la vida cotidiana: en lo social, en lo familiar, a nivel de individuo, en lo público y en lo privado. Creo que la situación ahora es a la inversa de lo que se daba en los años 80 y 90: mejores condiciones a nivel institucional para avances y luchas que a nivel poblacional. Ahora hay mucha gente muy bien preparada y con la disposición, la experiencia y la inteligencia necesarias para definir estrategias y programas y emprender batallas tanto a nivel institucional y social, y hay conciencia de los problemas, en tanto que en la población descubrimos retrocesos, rezagos que creíamos superados pero que no lo están porque no descansaban sobre un aprendizaje sino en la permisividad o la indiferencia y estas no representan asimilación crítica. Las discriminaciones, el temor o rechazo a lo diverso y lo diferente, son monstruos de múltiples cabezas. Pero en todos los frentes hay mucho camino por recorrer, lo que en definitiva es lo que hace la vida interesante. En una sociedad como la cubana, de la que esperaríamos una posición de vanguardia, se sigue viendo de lejos la unión legal entre personas del mismo sexo, la adopción de hijos por homosexuales o una mujer presidente del país o ministro de las fuerzas armadas. En estos puntos Cuba va por detrás de la mayoría de las sociedades latinoamericanas, y más que vanguardia parece una señora burguesa que asiste a la iglesia todos los domingos, misal en mano y carné militante en el bolsillo.

¿Estás escribiendo algo ahora? ¿Por qué escribe tan poco Senel, es que se exige demasiado?

Estoy escribiendo, reescribiendo, y pensando en escribir y reescribir. En lo adelante pienso dedicarme fundamentalmente a mi trabajo. Siempre me meteré en algo más porque responde a mi educación y mi vocación que no me permiten dedicarme simplemente a mi arte y ya está. Pero salvo excepciones no lo haré más a través de las instituciones. No estoy decepcionado del activismo cultural; al contrario, lo considero un esfuerzo necesario y estimulante, y en nuestras instituciones sigue habiendo muchos compañeros y proyectos valiosos; pero en otras el trabajo se ha convertido en perder el tiempo y el esfuerzo y enredarse en componendas y carreras personales que poco tienen que ver con la cultura. Lamentablemente, me he dado cuenta tarde y el tiempo no se recupera, pero mejor tarde que nunca. Quizás no escribo poco, sino que publico poco, y no siempre he dado a la tarea personal la jerarquía que requiere. Me gusta más escribir que publicar. Escribir es un acto íntimo, publicar lo es público.

A veinticinco años de publicado El lobo…¿cuál es tu evaluación personal de ese relato?

Bueno, yo le doy 5 con felicitaciones.

Foto: Ladyrene Pérez
Foto: Ladyrene Pérez

 

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