En sus instrucciones al viajero el Dr. John G. Wudermann aconsejaba: “A los inválidos que sufren de afecciones exacerbadas por el frío del invierno, en especial quienes se afanan bajo cualquier forma de enfermedad pulmonar, Cuba les ofrece un clima muy superior a cualquiera de los que posee el continente europeo, sin exceptuar incluso al de Italia”.
Wudermann, médico sureño, visitó Cuba en tres ocasiones durante los años 1841, 1842 y 1843. En este último publicó por entregas su obra Notas sobre Cuba en el periódico The Magnolia, Carolina del Sur, y un año más tarde ya en formato de libro en la ciudad de Boston. En Cuba fue publicado más de un siglo y medio después, en 1989.
En sus recomendaciones sugería como “la más grata residencia primaveral de la isla, Limonar”, en Matanzas, donde añadía que ha probado el clima del lugar en invierno, primavera y verano y concluyó que era, en su opinión, “el más deseable para el inválido”. También ponderó a Güines, la plantación Buena Esperanza del Dr. Eduardo Finlay –cercana a Alquízar–, las aguas minerales de San Diego –“las más celebradas de Cuba”–, y otros sitios como Cárdenas y Sagua la Grande.
No obstante resaltaba Wurdemann a Limonar, a quien dedicó buena parte de dos capítulos del libro, y a la que calificó de “perfecta Lacedemonia” y puntualizaba que su fácil acceso desde Matanzas la habían convertido en “retiro favorito de los inválidos de los Estados Unidos” y para él mismo “mi segundo hogar”.
Parece que William Rufus King, aquejado de tuberculosis, leyó a Wurdemann, pues escogió a Limonar en su intento por aliviar su mal. King tuvo una intensa vida política en el Congreso y en la diplomacia y en 1852 acompañó a Franklin Pierce en la candidatura a la presidencia, siendo elegido el vicepresidente número 13 de la nación norteña.
No progresó su salud, al extremo de que el Congreso estadounidense asumió la extraordinaria medida, sin precedentes, de dictar una ley que autorizaba a King para que jurara su cargo en suelo extranjero, es decir en su retiro de Limonar. Se cuenta que el juramento se practicó el 24 de marzo de 1853, y el mandatario estaba tan débil que tuvieron que sostenerlo para completar la ceremonia.
William Rufus King regresó a su patria poco después, a su hacienda de Alabama, donde falleció el 18 de abril de 1853, un día después de su retorno de Cuba, sin poder ejercer nunca las funciones por las cuales había sido elegido.
A pesar de que King no recuperó su salud en la Isla, ello no fue óbice para que otros enfermos y convalecientes de Estados Unidos vinieran acá y siguieran al pie de la letra los útiles consejos del Dr. Wudermann, cuyo texto, por cierto, ha sido tenido como un antecedente de las actuales guías turísticas.