El cubano Carlos Acosta intenta combinar la dirección de su compañía con los escenarios porque “bailar es adictivo” y quiere seguir haciéndolo. “Echo de menos estar en el escenario, estar ahí es lo máximo. Voy a seguir bailando hasta que pueda”, dice.
Su compañía actúa mañana en el Festival Internacional de Santander, con un espectáculo que, según explicó en una rueda de prensa, es “muy ecléctico”, una “simbiosis” entre lo europeo y lo español, con un cierre que parece una “instalación danzaria”, algo “muy fresco”.
Acosta reivindica la danza, una disciplina en la que ha tenido una dilatada carrera en la que el reto más próximo será tomar posesión del cargo de director del Royal Ballet de Birmingham, Inglaterra, en enero de 2020, después de haber sido seleccionado en una competición abierta por un grupo de expertos internacionales.
Se trata del siguiente paso en una trayectoria en la que este reconocido bailarín y coreógrafo ha tocado varios palos: ha sido actor en Yuli, dirigida por la española Iciar Bollaín, y ha escrito un libro.
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Ahora trabaja en su compañía, Acosta Danza, con la que llega al Palacio de Festivales de Santander y en la que trata de dejar a sus pupilos todo el saber que ha acumulado y transmitirles lo que él ha aprendido.
En su caso, la “base” de la Escuela Nacional de Ballet de Cuba, que le dio las nociones clásicas, se vio enriquecida con sus viajes y estancias en otros países. En Houston, Estados Unidos, trabajó con el coreógrafo Ben Stevenson que, según señala, le dio “la oportunidad de cometer errores” y, sobre todo, “de ir creciendo” y hacer “cada vez más roles”.
Así llegaron el “Lago de los Cisnes” y “Romeo y Julieta”, con personajes a los que nunca pensó que daría vida sobre las tablas. “Mi realidad estaba muy lejos de esos roles, no tenía referencias… ¿Cómo se mueve un príncipe, si yo estaba en las calles de La Habana?”, se ha preguntado.
Pero cuenta que tras cinco años con Ben Stevenson en el Houston Ballet, “se sembró esa confianza” de que podía hacer otros personajes y tener un abanico más diverso en su repertorio. “Y el Royal Ballet me hizo creer ya como artista”, añade.
También dice que, en ocasiones, el repertorio da la oportunidad de “descubrirse como actor” de modo que él mismo empezó a jugar con la interpretación en la danza. “Me fui al límite de esos roles, y trataba de desdoblarme”, apunta.
Al final “uno tiene que pensar qué es lo que quiere que se lleve el público al final del espectáculo”. “Yo pienso mucho en el público y lo veo en un viaje, tiene que ser un viaje a través de la evolución de un artista”, comenta.
Carlos Acosta sostiene que lo importante es “no ser previsible” y subraya que él ha tratado de llevar su carrera así, “mudando constantemente” y haciendo cosas diferentes.
“Yo trato de que la gente me vea a mí, yo hago todo lo posible por no ser Carlos con otra chaqueta, a veces no lo logro, a veces es desastroso porque tomo riesgos”, agrega.
Y en esa filosofía de no seguir igual, cuenta que le ha llegado una oferta de una película, para hacer de malo, que le gustaría escribir otro libro y que, sobre todo, desea “seguir bailando”.