José Manuel Carreño, uno de los bailarines cubanos de mayor reconocimiento mundial, dirigirá el Ballet San José, California, en Estados Unidos, a partir del próximo 3 de septiembre. El diario Mercury News recién dio la noticia con absoluta naturalidad pues Carreño integró durante 18 años el elenco de estrellas de la principal compañía norteamericana de ballet, el famoso American Ballet Theatre (ABT). Su brillo en los escenarios consta en incontables medios de prensa, también ha actuado e impartido clases en diversas academias del país.
Aunque su nombre aparece entre las más grandes estrellas de fines del siglo XX y principios del XXI, Carreño es uno más dentro de su familia, que ha dado a Cuba la mayor dinastía de bailarines. Cuando se mencionen las páginas de gloria del Ballet Nacional no podrá excluirse a su tío Lázaro, su hermano Joel y la prima Alihaydée, ex primeras figuras de la institución. Ni siquiera a su tío Álvaro, solista en la misma compañía durante décadas.
José Manuel fue uno de los pocos bailarines premiados con la posibilidad de hacer una carrera internacional sin perder su vínculo con la escuela que le vio nacer. El ABT le contrató como bailarín principal en 1993 y permitió que acrecentara su prestigio con la participación en galas y festivales internacionales, incluidos los de La Habana.
En esa misma ciudad, la más veterana de las actuales primeras figuras del ABT, Julie Kent, confesó en 2010 que la llegada de José Manuel 17 años antes a aquella compañía había servido de impulso para elevar el nivel de la tropa.
“No sé si es que los bailarines mejoran cuando tienen un ejemplo a seguir o si cuando hay alguien de este calibre en una compañía atrae a otros bailarines buenos, pero su llegada cambió la trayectoria del ABT”, alegó la célebre bailarina norteamericana conocida también por su participación en la película Center Stage o Camino a la fama, título con el cual se difundió en los países de habla hispana.
La primera vez que entró al Ballet Nacional de Cuba, Carreño tenía unos tres meses de nacido, en brazos de su tío Lázaro. Totó, como le dicen allí desde entonces, tiene la certeza de que conoce la compañía porque se crió en ella. Algunas de las bailarinas que lo cargaron de niño luego compartieron con él la escena.
“Me la pasaba corriendo, guindándome de las barandas, mirando los ensayos, imitando lo que hacían los mayores, tratando de saltar”, rememoró hace meses durante una de sus habituales visitas a Cuba.
El joven inquieto y disciplinado al mismo tiempo, alumno de Loipa Araújo y Laura Alonso, obtuvo diploma de honor en el Concurso de Varna y medalla de oro en el de Nueva York en 1989. Pero la conquista del Grand Prix en el certamen de Jackson, Mississippi, un año después acabó de abrirle las puertas de distintas compañías.
Además de su trayectoria con el ABT, el artista ha bailado junto al English National Ballet, el Royal Ballet de Londres, el Ballet de Tokyo, el Mariinsky, el Teatro Alla Scala de Milán, el Colón de Argentina y Danza Contemporánea de Cuba, por solo mencionar unos pocos.
Sin embargo, la nobleza, virilidad, elegancia y virtuosismo que le caracterizan en los escenarios los atribuye a su formación. “Salir de una escuela como la cubana es una base muy buena. Después de graduarme, estuve cuatro años en la compañía y prácticamente hice todos los roles clásicos. Tuve la oportunidad de trabajar desde con Alicia hasta con Josefina, Loipa, las joyas, y con casi todos los grandes que ha tenido el ballet de Cuba, con mi tío Lázaro, Jorge Esquivel y eso es una experiencia que está aquí”, dijo al tiempo que colocaba la mano sobre el corazón.
“Es una base increíble, y después de haber acumulado ese conocimiento, el haberme ido a otras compañías me ha permitido ver el mundo desde diferentes lugares y eso te da una perspectiva otra en cualquier tipo de rol o coreografía. Yo he hecho Giselle con diferentes coreógrafos, es muy interesante. Y también bailar con distintas bailarinas es una sensación diferente”, apuntó el profesional que junto a Carlos Acosta es uno de los paradigmas de las nuevas generaciones de bailarines cubanos.
Joel Carreño trabaja actualmente con el Ballet de Noruega mientras Alihaydée continúa su carrera en República Dominicana. Como José Manuel, regresan a Cuba muy a menudo para compartir con familiares y amigos, pero desconocen los motivos por los cuales el Ballet Nacional les impide actuar con la institución.
Hace siete años, en los pasillos del BNC le pregunté a Totó cómo veía su futuro dentro del mundo de la danza y tras aclararme en buen cubano que nunca pensó llegar a donde llegó me recitó una frase de una conocida canción de la chilena Violeta Parra: gracias a la vida que me ha dado tanto.
En febrero pasado, Carreño aceptó bailar como invitado del Ballet San José en la producción del clásico Don Quijote, y según la presidenta de la junta del fideicomiso de la compañía, al verlo trabajar con los bailarines y notar cómo estos le respondían, se hizo evidente que era el indicado para el puesto de director artístico. “Ha sido un proceso natural”, explicó al San Francisco Chronicle.
Todos los miembros de la familia Carreño imparten clases en distintas instituciones desde hace años. La tradición familiar continúa, como un proceso realmente natural. Por eso puestos como el ofrecido recientemente a José Manuel no sorprenden, clasifican en el plano de lo obvio que los cubanos resumimos con una simple palabra devenida expresión callejera: “normal”.