Un acento poco usual se escuchó durante dos semanas en los pasillos de la sede del Ballet Nacional de Cuba (BNC). Este viernes el bailarín y profesor argentino Julio Bocca imparte su última lección a los integrantes de la compañía cubana, conocimientos que bien agradecen los estudiantes y bailarines.
Bocca no es un extraño en Cuba. Recuerda con agrado aquellos días del año 1986 cuando llegó por vez primera y “Alicia Alonso abrió sus brazos para recibirme y me dieron esa posibilidad de hacer algo maravilloso con Ofelia González” durante un Festival Internacional de Ballet de La Habana.
Con la Prima Ballerina Assoluta de Cuba tuvo “una relación de mutua admiración y luego en los últimos años de respeto, de par a par, al conocer de mi trabajo como director de compañía, de lo cual me sentía muy agradecido pues eso me daba confianza y responsabilidad”, rememora el otrora director del Ballet del Sodre de Uruguay.
En diálogo con OnCuba, el argentino expresó que estar de vuelta en Cuba es algo que anhelaba y entre otras cosas, intercambió con sus alumnos en quienes ve reflejado la potencia de los bailarines cubanos, sin dejar de reconocer que la compañía cubana debe realizar cambios para mantener el prestigio logrado por décadas en el complicado mundo de la danza.
¿Cómo llega a trabajar con el ballet cubano?
Estuve hablando con Viengsay (Valdés), pues tenía ganas de volver a retomar aquella experiencia que tuve a partir del año ’86, tener el chance de compartir lo aprendido durante tantos años y poder apoyar todo el cambio que están haciendo en el BNC.
Casi siempre tengo ocupada la agenda con dos años de anticipación más menos, entonces traté de tener un lugar abierto para venir. Arreglé todo y fueron dos semanas de la que me voy muy feliz con todo el proceso.
¿Cuán importante es para los bailarines tener una base en el ballet clásico?
En una compañía la cubana, que ha creado su propia escuela y estilo, creo que es muy importante tener esa disciplina y constancia en el clásico. Ahora bien, en el resto del mundo las grandes compañías no hay solo el clásico, también el contemporáneo.
Un bailarín debe estar preparado para hacer las dos cosas al mismo nivel y creo que aquí se necesita ese cambio para no despegarse del resto del mundo. Es una forma de seguir avanzando y estar posicionado como una de las mejores compañías del mundo.
Entonces no cree que en un futuro el ballet clásico ceda terreno o desaparezca.
Hay un público que siempre va a ver esta modalidad y los bailarines quieren seguir haciendo esas grandes obras clásicas. No creo que pase eso, lo que hay que renovar, cambiar y creo que lo que está pasando ahora es eso, ese cambio a nuevas coreografías, novedosas reposiciones…
Tampoco quedan muchos coreógrafos que puedan hacer un clásico, pero sí hay cada vez más que se están moviendo a hacer esas grandes obras con otra esencia. Yo calculo que el ballet clásico no se va a perder nunca y voy a luchar porque eso no se pierda. Es algo maravilloso.
¿Qué cambios percibe en la compañía cubana actualmente en comparación con aquella que descubrió hace 30 años?
El gran cambio que veo, sobre todo en los varones, es en la conducta y en la disciplina. Creo que están un poco cómodos y les cuesta la concentración. Es otra generación, por supuesto, ahora como que tienen todo mucho más fácil, mayores comodidades, así que quizás la forma de incentivarlos tiene que ser diferente.
Algo que hay que recuperar es la importancia de empezar y terminar una clase a full, con todo el trabajo que conlleva, para luego cuando pasen a una sala de ensayo, poder trabajar otras cosas como el personaje, la historia, la comunicación e ir más allá y no tener que volver a trabajar otros aspectos técnicos que son básicos, pero que si no se trabajan en una clase es imposible que después salga.
También es cuestión de resistencia, ahora se cansan mucho más rápido de lo que lo hacíamos nosotros, que trabajábamos en una clase a full como si fuera una función para poder justamente disfrutar de otras cosas como crear algo diferente con el personaje y no pensar solamente en hacer 15 giros, o sea, hacer 15 giros con calidad, no con esa pureza que hay ahora y creo que eso es también parte del cambio.
El ballet en el mundo se ha desarrollado mucho más en la calidad y la limpieza. He trabajado en el Bolshói y en la Ópera de París y he podido ver como esas escuelas siguen evolucionando, pero acá tienen una escuela muy fuerte y si algo no tienen que cambiar es la potencia, esa fuerza y entrega, eso hay que mantenerlo.
¿Qué distingue el ballet cubano de otras compañías del mundo?
Esa potencia de la que te hablaba. Recuerdo que veía a un bailarín cubano, compañeros como José Carreño, antes Lázaro (Carreño), salían del escenario y los veías luego y parecía que nunca estaban cansados, tenían una energía y seguridad que quizás en otros bailarines no se notaba tanto. Eso es lo que no hay que perder y también un poco esa seguridad que había antes que se ha desdibujado un poco.
Conversaba con los muchachos de la escuela y les decía “ustedes tienen algo único, una escuela en la cual tienen la posibilidad de estudiar y además una compañía de este nivel”. En Latinoamérica no pasa eso, eso tienen que disfrutarlo y cuidarlo porque es único.
De una manera u otra, siempre ha tratado de mantener el vínculo con la danza…
Después de cerrar la etapa de bailarín estuve un año y medio sin hacer nada, desconectado por completo del mundo de la danza, lo necesitaba también, pero luego comencé a sentir que tenía ganas de devolver todo lo aprendido.
“Trabajé tanto para que el ballet en Argentina fuese respetado, que al irme de golpe sentía que dejaba algo a la mitad. Me entró la obsesión por volver, estar entre bailarines y ahí fue cuando me dieron la posibilidad de dirigir una compañía que estaba perdida como el Ballet de Sodre, pero al mismo tiempo, dirigir no me daba la posibilidad de estar en una sala dando clases o ensayando, ayudar en ese sentido.
“Una cosa llevó a la otra y luego de dejar la dirección de ese ballet hace dos años me dediqué a ir a diferentes escuelas y compañías que me gustan, y por suerte me va bien.
“Estar este año como maestro a la escuela de la Ópera de París o ir al Bolshoi, donde fui a competir, luego a bailar, después como jurado y al final como maestro, me dio la posibilidad de conectar y ver como respondían a ese trabajo, eso también es un incentivo como maestro”.
Una cosa tiene bien claro este amante de la danza, jamás hará una coreografía pues admite que nunca ha hecho una hasta la fecha, “primero no me gusta, es algo que no siento; en segundo lugar, no creo que lo haría bien y tercero, copiaría de todos los coreógrafos con los cuales trabajé, sería como una especie de ensalada”, admite entre risas el argentino quien cierra de momento su acompañamiento al ballet cubano, que vive hoy su reestructuración.
Bailarin excepcional!
Ser humano excepcional