Cuando se tiene acceso a la intimidad de las principales compañías cubanas de danza, puede descubrirse lo siguiente:
– Las bailarinas del ballet usan las medias más extravagantes para protegerse del frío antes de iniciarse cada función.
– Los bailarines de danza contemporánea son los más ruidosos.
– En las clases, a los bailarines de danza folclórica les aburre bailar mambo.
– Las bailarinas del Lizt Alfonso tienden a desarrollar cierta inclinación hacia el hipercontrol.
Ahora, unamos todos sus ritmos, manías, desplazamientos, como si construyéramos un espectáculo total, unamos su vida privada -esa que ocurre en los salones de ensayo, en los teatros inicialmente vacíos- a su vida pública -cuando se inician esos grandes y fascinantes embustes que lleva en sí cada representación-, unamos los escenarios al movimiento de la ciudad, unamos los cuerpos estáticos que observan y aplauden a los cuerpos que se inclinan, retozan. Unamos todo cuanto pueda hacerse desaparecer. Como en un juego. Como se construyen las identidades. Como nos hemos inventado en forma de nación: espectáculo total de manías, ritmos y desplazamientos infinitos.