Recién terminado el Festival Aquelarre, Kike Quiñones, director del Centro Promotor del Humor, puede recuperar su ritmo normal. Después de madrugar, coordinar, organizar, dirigir… Se le nota cansado, pero persiste en capitanear este barco para el que a veces las aguas no son nada dóciles. No obstante, tiene una tabla salvadora como humorista: la risa.
¿Cómo llega el Aquelarre a este 2017?
Esta edición del festival que arrancó el 2 de julio y hasta el 9, ha sido una muestra de la salud del humor cubano. Ha permitido a quien lo vio evaluar la situación del humor cubano hoy. Este año ha tenido como peculiaridad el no ser competitivo, porque nosotros alternamos un año Muestra y un año Concurso en el apartado de artes escénicas. Además, pudimos disfrutar de las diferentes visiones que tenemos en escena porque la selección de propuestas es muy representativa de nuestro humor.
Hubo gran variedad con los espectáculos, lo que lo hace uno de los eventos más redondos que hemos tenido y con muchas posibilidades para todos los gustos.
¿Cómo ves tú el panorama humorístico de Cuba en la actualidad?
Desde que tengo uso de razón estoy escuchando que el humor cubano está en crisis, pero pienso que ahora mismo está en muy buen momento. Primero porque el humor nunca ha sido un gremio de tumultos, y segundo porque los que están haciendo humor para el teatro son personas capacitadas, con gran talento y eso es algo que hemos logrado después de mucho trabajo, aunque hay que trabajar mucho en el relevo también.
Hoy podemos hablar de diferentes estéticas y modos de hacer, pero siendo fieles al desarrollo del humor desde sus inicios. No obstante, al humor le falta una unidad en cuanto a la política cultural de las instituciones en Cuba. Tiene que haber una apertura de verdad que brinde la posibilidad de que el creador pueda expandirse para brindar su arte como es. Es imprescindible, además, que el humor tenga un espacio propio de presentaciones, donde se diseñen varios espectáculos de todos los géneros; una institución que contribuya a ese desarrollo del que hablábamos y que esté en coherencia con lo que nosotros hacemos y queremos hacer.
Hay dos aspectos que al público del humor le llaman la atención, y es precisamente la poca presencia de los jóvenes y las mujeres. ¿Qué visión tienes de esto?
Hace tiempo estamos siendo un poco más “agresivos” con el tema de las universidades. La generación de los humoristas más reconocidos de hoy no viene de escuelas de arte, sí de las universidades. Entonces hemos entendido que ya que en la academia no se enseña a trabajar el humor ni la comedia, pues tenemos que ir a la ofensiva con eso. Mantenemos vínculo hoy con las universidades y sus festivales de aficionados. Hacemos un seguimiento a esos jóvenes, aunque sean pocos, pero que está dando frutos. También hay una tendencia, aunque un poco más lenta, de estudiantes del Instituto Superior de Arte que están trabajando el humor y queremos que eso continúe también.
En el caso de las mujeres, es un fenómeno en el que muchos estamos indagando. Pienso que hay cosas que no se pueden forzar, y en los procesos hay altas y bajas, y como todas las artes tiene sus picos. Es un proceso que no tiene una explicación lógica o teórica. Es algo que ha sucedido así y no porque la mujer haya sido relegada, al contrario, nos agrada mucho tener su presencia en el humor.
¿A qué problemas se enfrenta el humor cubano?
El humor es un ejercicio, como lo es la crítica. Yo siempre digo que uno de los problemas nuestros es la ausencia de la crítica especializada porque el público muchas veces no tiene los referentes ni las herramientas para evaluar algo. La crítica también crea una retroalimentación con lo que se está haciendo en escena, por eso es muy importante su presencia.
Por otro lado, tenemos muy poca presencia en los medios. En el teatro hemos logrado un poco más, a partir de mucho trabajo y con mucha calidad en los espectáculos, aunque no siempre se logra. Pero hay que darle a la gente el derecho a escoger lo que quiere ver o no. Las instituciones pueden sugerir, pero sin poner camisas de fuerza, sin limitar a los creadores, sin imponer una línea rígida a la cual la gente se tenga que ceñir. Por eso yo trato de ayudar proyectos, porque opino que hay visiones en el humor que también son necesarias aunque no las comparta.
¿Qué piensas de los espacios privados que han surgido en Cuba y donde se muestra bastante el trabajo de algunos humoristas?
Todos los lugares son válidos, pero depende de lo que la gente sea capaz de hacer. En los espacios privados y también con algunos centros nocturnos estatales –porque no están exentos de esto– las propuestas a veces son tristemente denigrantes, impresentables.
Ahora, nosotros no podemos decir qué es lo que se debe o no hacer, porque, de hecho, el Centro no tiene ningún espacio de presentación propio y siempre dependemos de terceros. Pero me consta que lo que sucede en esos espacios depende del sentido común de los creadores y del público que asiste, que en la gran mayoría no es el que va a los teatros porque es un público que necesita una manera diferente de consumo del humor.
No creo que sea el público quien esté mal educado, sino los creadores que no lo hacen al nivel que pudieran y porque no siempre quienes diseñan esos espectáculos tienen el nivel necesario para hacerlo.
Hay otro aspecto importante y es el tema económico. Para vivir del humor que se hace en el teatro tienes que tener al artista muy enraizado porque el sacrificio es muy grande. Tienes que creer mucho en lo que se hace y quererlo, y no todos están dispuestos a ese sacrificio, de lo que se puede inferir que no todos tienen tampoco el mismo nivel de compromiso con el género, ni la misma necesidad espiritual que te brinda el subir a un escenario. Esa visión es la que hace a un creador del humor ser un artista o no.
También la gente cree que ese éxito circunstancial, limitadísimo y que no tributa a ningún desarrollo artístico es eterno, y no es así. Quizás ahora no se note, pero en quince años se verá quiénes eran los verdaderos creadores y quiénes no, quiénes perdieron su tiempo o no. Yo me siento muy bien espiritualmente, cada éxito que tiene el humor cubano en el teatro, cada impacto que tiene, algo bueno que se haga, es para mí como una bocanada de aire. No puedo criticar las maneras de hacer de cada cual, pero sí que no todos en el humor somos creadores, ni todos tenemos la visión artística de lo que significa este género.
¿Ha logrado el humor cubano traspasar las fronteras de la isla, cuando sabemos que hay un público cubano fuera de Cuba, sobre todo en EE.UU., que lo busca y lo consume mucho?
El humor cubano ha sido durante mucho tiempo muy local, lo cual no es del todo cierto, pero es una de las características del humor en general. Nosotros no hemos logrado comercializar el humor cubano en el exterior y el escudo que ponen muchas instituciones cubanas dedicadas a eso es que nuestro humor es muy local. Sin embargo, en visitas que hemos hecho a otros países los espectáculos han funcionado perfectamente, y entonces te das cuenta de que no es tan así eso que dicen.
A Miami, por ejemplo, han ido algunos humoristas cubanos, pero en mi opinión no han ido con los mejores espectáculos. Ojalá ese intercambio se mantenga y crezca porque el público de todo EE.UU. estoy seguro de que lo agradece mucho. Incluso a veces no creen que nosotros seamos capaces de hacer estas cosas aquí en Cuba y se sorprenden de nuestras maneras de hacer.
Lo que sí es cierto es que se consume mucho humor mediante las nuevas tecnologías que han permitido un poco esa difusión nuestra allá, pero nada va a superar el impacto de ver algo en un teatro. La inserción del humor cubano en los escenarios del exterior es una tarea pendiente desde la creación del propio Centro, es algo que no sé si realmente ya me toque a mí.
Kike el humor en Cuba el mas critico solamente juegan con la cadena pero no con el mono,tu sabes a lo que me refiero.
No usa camisa de fuerza. Se la ponen obligado.