Un personaje real para no vivir del cuento

Me atrevería a decir que marcará una huella similar a la de aquellos personajes de la televisión que han perdurado en las mentes de los cubanos durante muchos años. Porque vive apegado a la realidad, chotea con nuestras limitaciones, se ríe con nuestra rutina. Es un cubano de a pie, como la mayoría.

Pánfilo no es solo escena. Es la imagen del vecino caprichoso, la impaciencia del bodeguero,  la carcajada de lo insólito. Nos visita cada lunes en la noche y nos deja la sonrisa como recompensa. Viene de la mano de Luis Silva, su cómplice y amigo, quien habla para esta publicación sobre este cubanísimo personaje, que ya es parte indiscutible de la historia del humor en la pantalla chica.

¿Cómo llegas al personaje de Pánfilo?

Pánfilo surgió mucho antes del programa Vivir del cuento. Tuvo su primera aparición en el 2000. Estudiaba en la Universidad y escribí mi primer monólogo, El pan en los tiempos del cólera, donde el protagonista era un viejito encolerizado por todos sus contratiempos para alcanzar el alimento de cada día, el pan. Podía haberse llamado Venancio o Paco, pero su lucha era el pan, y por eso se llama Pánfilo.

Vivir del cuento dio continuidad a la idea de competencias de cuenteros que nos trajo, en ese momento, el desaparecido programa Los amigos de Pepito. Me llamaron para ser el conductor del nuevo programa, idea a la cual le dimos vuelta, tanto el director Ignacio Hernández, como Mario Sardiñas (Chequera), Aleanys Jáuregui (Cuqui La mora) y yo. Decidimos que no fuera Luis Silva el anfitrión de estas competencias, sino Pánfilo, que era un personaje que ya estaba cosechando éxitos en el teatro, y en salidas algo fugaces en la televisión. Y ahí es donde se decide que la escenografía fuera una casa. ¿De quién? Pues la de este señor, Pánfilo. También surge ahí el personaje de Chequera.

¿Qué experiencias tenías en el mundo artístico cuando asumiste ese papel?

¿Experiencia? La mínima. La que te dan las actuaciones de matutinos, actividades señaladas en la escuela, festivales de aficionados. No tuve una experiencia de peso, solo conté con los consejos de directores de teatro como Miguel Montesco, Armando del Rosario, del Teatro Universitario de La Habana, Yoel Sánchez, en aquel momento director de Humoris Causa. Y la que puedes lograr a través del aprendizaje autodidacta: viendo muchos materiales de humor.

¿Cuáles fueron las características iniciales del personaje? ¿Qué se perseguía con él?

Las características iniciales del personaje prácticamente no han cambiado. Han sido las mismas desde su concepción: un viejito muy quisquilloso, preocupado, limpio, bien informado, defensor de la educación formal, del respeto entre las personas. Pero siempre con una carga de sutileza e ironía al hablar, al transmitir sus ideas.

¿Al principio cuáles fueron tus mayores retos a la hora de encarnar el personaje?

Mi mayor preocupación era no concebir un personaje estereotipado, que siempre vemos en otros programas de humor, haciendo mil muecas exageradas y sin ningún sentido o justificación. Quería que se viera creíble, que la gente dijera: así era mi papá, o mi abuelito.

Pánfilo representa una parodia de los trajines que viven muchos cubanos a diario, y por ejemplo, la libreta de abastecimiento constituye un elemento esencial. ¿Qué se persiguió con eso?

Hay miles de Pánfilos en Cuba, en las panaderías, en los bancos, en los estanquillos, haciendo ejercicios por las mañanas; pero siempre con un tema recurrente: el pan. Poco a poco fuimos jugando con el tema “libreta de abastecimiento”: su preocupación por si ella desaparece o no, sus recuerdos de las libretas de antes y las de ahora, los mandados que vinieron, los que no han venido. Y esos temas colocan a Pánfilo dentro de cada espectador, como un familiar suyo. Todos tienen a Pánfilo en sus casas.

¿Cómo y por qué sale Pánfilo de la televisión para presentarse en otros escenarios? ¿Dónde lo podemos encontrar fuera de la pantalla?

Luis Silva se presenta casi todas las noches en centros nocturnos como el Café TV del Focsa, el Club Imágenes, entre otros. Así como en teatros de toda Cuba. Y dentro de su show no puede faltar Pánfilo como plato fuerte, de lo contrario el público queda inconforme. La gente acude a estos centros a ver a Pánfilo. Y no aceptan si no lo hago.

¿Cómo logras equilibrar tu labor como actor con la de profesor universitario?

Hasta hace un par de años lo logré. Impartía Lógica Matemática por el día, grababa Vivir del cuento, Lucas, o las Coordenadas que hacía en Canal Habana; y por las noches asistía a los centros nocturnos. Pero ya era demasiado. Casi no dormía. El sacrificio ha sido inmenso. Las grabaciones de Pánfilo son extremadamente agotadoras física y mentalmente. Los trabajos nocturnos llevan su carga de estrés, viajes a provincias, giras. Ya se me hacía muy difícil darles un seguimiento a mis alumnos. Tenía que preparar clases. Hacer exámenes. Tuve que tomarme un descanso. Nunca digo que dejé de dar clases. Sólo es un descanso.

¿La aceptación del público ha reforzado los códigos del personaje, o los ha variado en algún sentido?

Indiscutiblemente los ha reforzado mucho más. Ha crecido la complicidad del personaje con el espectador. Quizás se me haya ido la mano en ponerlo tan peleón, aunque así es como lo quiere la gente. Pero trato de que Pánfilo también se ría, se burle de Chequera. Es un personaje muy rico en matices, con una historia bien armada. Y ya el público la conoce.

¿El personaje ha recibido críticas?

Desgraciadamente casi nulas han sido las críticas. No sé hasta qué punto es bueno o malo. La gente solo me dice maravillas de Pánfilo y, en general, de Vivir del cuento. La mayoría de las críticas me las hago yo mismo. En cuanto al trabajo soy un ácido conmigo y con los demás que me rodean. Lo reconozco.

¿Pánfilo debería cambiar en algo?

Sí, siempre hay que renovarlo, actualizarlo. Los excesos son malos. Y tocar los mismos temas cansa al televidente. Hay gente que te habla del pan, de la libreta; pero no me gusta que siempre sea lo mismo porque eso cansa. Hasta yo me aburro si no pongo al personaje a hacer cosas nuevas.

Creo que el éxito de Vivir del cuento está, entre otras cosas, en los temas que tocamos en cada emisión: siempre diversos, sorpresivos, presentando lo que nadie espera. Y queda el aquello de: ¿con qué se bajarán el lunes que viene?

¿Cómo seleccionan las temáticas que se abordan en cada programa?

Si algo hacemos y funciona muy bien es el proceso de pre filmación. Cada mes nos reunimos el director, los actores, la producción, los asesores, a generar nuevos temas e ideas que se convertirán en guiones o libretos.

Después que los escritores nos entregan los libretos vuelve otro proceso de depuración, de mucha lectura colectiva en una casa que se alquila para eso, para vernos todos los días. Y ahí hacemos mil y un cambios a los guiones. Por eso pienso que aunque el guión lleve la firma de un escritor, en realidad lleva las neuronas de todo el colectivo.

¿Te parece bien el horario en que se transmite Vivir del cuento?

Para mi es perfecto. El lunes es un día bastante pesado y casi nunca hay béisbol por otro canal, que nos pueda hacer competencia. El horario es estelar, ocho y media de la noche, mucho mejor que el que teníamos cuando empezamos en el 2008: los domingos a las cinco de la tarde.

Lo que nos golpea es la duración del programa. Desde que surgió  estuvo concebido para 27 minutos. Somos tan indisciplinados, pero también tan creativos, que hay capítulos que después de editados duran 29 ó 31 minutos. Y la televisión se inflexible para aceptar esta variabilidad de duración. Cuando uno ve series extranjeras, y pongamos el ejemplo de las españolas Aquí no hay quien viva, o La que se avecina, cada capítulo no siempre dura lo mismo. Un día tienen 40 minutos, otro día 43, y otro 50. Eso depende de cuán rico fue el tema que tocaron y que dio pie a muchos más enredos.

Pienso que si Vivir del cuento es un programa que espera gran parte de todos los cubanos, la televisión nuestra debe tener cierta flexibilidad y tolerancia cuando nos pasamos unos minuticos de lo debido. Al final no es un programa en vivo. Los compañeros de programación pueden tomar medidas para colocar un capítulo que quedó largo, en su parrilla de transmisión. Sin embargo, otros programas sí se pueden extender lo que deseen, y no sucede nada. Yo dejo la pregunta: ¿Complacemos o no a nuestros televidentes?

¿Por qué el mismo vestuario para Pánfilo, y una sola escenografía la mayor parte del tiempo, teniendo en cuenta que es un personaje muy dinámico?

Eso tiene que ver con los recursos, la economía, y hasta con los pocos deseos de trabajar de algunos. La televisión es un centro laboral donde pasan los mismos problemas que en cualquier otro. La misma ropa para Pánfilo es, a veces, culpa mía. Tengo varias camisas, dos o tres pantalones. Pero hay días que quiero la misma camisa y el mismo pantalón, porque son con los que me veo más viejito, o más cómodo.

Ahora los compañeros de vestuario me están haciendo un sombrerito nuevo, pues el que uso hace más de cinco años está deterioradito, en cualquier momento se desarma (se ríe).

En cuanto a la escenografía, es la que tenemos: un poco desencajada, pero no me disgusta. Hay personas que me preguntan dónde está esa casa, no creen que sea un estudio del ICRT. Eso es muestra de que puede pasar como vivienda.

De todas formas, por el mismo hecho de no encasillarnos en la sala y el comedor de Pánfilo, es que hacemos muchas escenas en exteriores, que le dan una vida tremenda a los capítulos.

¿Qué es lo más difícil a la hora de hacer el papel?

Todo. Aguantar el maquillaje, soportar días enteros de grabación con los pelos que me pegan en el bigote y la quijada, los cuales me dan picazón en la nariz y no me dejan comer nada, porque me los trago. Para almorzar me los tengo que quitar, y después volver a pegarlos. Es durísimo tener que estar jorobado todo el día, caminando y hablando de una forma que no es la mía. Pero todo eso se compensa con los resultados del programa. Todo eso queda atrás cuando las personas se te acercan a decirte que dejan de hacer las cosas en la casa el lunes a las ocho y media de la noche para ver Vivir del cuento.

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