Hace cuatro años la noticia de la realización del Festival Artes de Cuba en el Centro Cultural Kennedy Center, en Washington, resultó todo un acontecimiento no solo en el plano artístico, sino además en el aspecto político, pues este intercambio cultural entre artistas cubanos y estadounidenses parecía un imposible a causa de la compleja situación política existente entre ambos países durante la Administración Trump.
Por más que se quiera, resulta complejo lograr separar la política del quehacer artístico, pero logró gestarse un evento de gran magnitud y relevancia en la historia de Cuba y Estados Unidos, aunque los contratiempos no faltaron en medio de este escenario.
Aparte de la comitiva cubana, un grupo de cineastas independientes encargados de realizar un material audiovisual sobre el evento, recibe la noticia de la negativa del permiso para poder filmar dentro del lugar. Tocaba reinventarse o irse a casa.
Para un cineasta independiente cubano los contratiempos de este tipo no son cosa extraña. Lidiar con negativas para filmar, la demora o ausencia de permisos, así como las limitaciones económicas y de recursos, resultan menesteres habituales para quienes deciden hacer cine en Cuba sin el amparo de las instituciones estatales.
Ahora bien, el panorama de Inti Herrera y Reymel Delgado, director y productor del audiovisual respectivamente, era peor al encontrarse en un país extranjero y con los recursos financieros agotándose por día, una situación que Herrera describe como “un instante blanco. Es uno de esos momentos donde no tienes presente ni pasado. Ni solución ni futuro”.
Entonces —añade— “tiene que ver con el espíritu que abordas el acto creativo. Normalmente estás manejándote a través de intuiciones. Nada concreto ni muy fácil de intelectualizar todavía. Sabes que estás buscando algo y que hay un potencial en ese instante de la realidad que captas. De repente no tienes acceso a esa materia prima para elaborar tu película. En el caso nuestro también el sobresalto financiero. Inicialmente no contábamos con apoyos, más allá de las asociaciones entre nosotros mismos y de pequeñas cantidades de dinero que ayudaban exiguamente a soportar mantenernos fuera de nuestras casas, en un lugar que muchos visitábamos por primera vez”.
“Ese sentimiento de que no hay alternativa te ayuda a ser versátil, buscar opciones y reconfigurarse las penurias en pos de un fin. A veces el equipo no lo sabía, pero no teníamos presupuesto para mantenernos la semana siguiente. Creo que hay una actitud de venir de abajo, de remontada, que contribuye a cierta épica en el cine independiente cubano. A veces hasta decadente, pero épica al fin y al cabo.
Ahí es cuando entienden que más allá de lo sucedido en el lugar, lo más importante lo tenían a mano: los artistas, la gente que permitió que todo lo que no podían documentar en imágenes, todo ese potencial humano que los llevó hasta ese punto, personas de aquí y allá unidas llevando adelante un sueño.
Borrón y cuenta nueva
Tenían entonces (otro) documental. A través de los invitados buscan adentrarse en la compleja historia de las relaciones Cuba-Estados Unidos, y en cómo a base de fuerza de voluntad y pese a todos los obstáculos, “el arte construye puentes entre pueblos, y recuerda que las fuerzas que unen son más profundas que las que dividen”, recuerda el dossier de La gente del documental, nombre del filme.
Compleja la tarea de entender el vínculo entre arte y política. “El artista no puede ser tan ingenuo de no entender, de no tener una intuición política, cómo la buena política lleva siempre un halo artístico. Nada inherente al ser humano nos puede ser ajeno. Y a la vez, no hay una construcción artística aspirando directamente a un resultado político. El realismo socialista dio buenos ejemplos de esto”, explica a OnCuba el director.
Y precisa: “Estos dos conceptos van de la mano irremediablemente, pero tienen estados de gestación muy diferentes. Nuestra película aborda esto de forma paralela, aunque no aspirando directamente a un resultado político”.
Además de los artistas, historiadores, políticos y gestores culturales de ambos países ofrecen un panorama de lo vivido en ese momento, en medio del mandato presidencial de Donald Trump, un contexto necesario para concientizar acerca de la dimensión de lo ocurrido en aquellos días.
Los nombres de Arturo O’Farril, Aymée Nuviola, Yissy García, Aldo López-Gavilán, José Parlá y Manuel Mendive, son algunos de los que podremos ver en este filme, junto a los testimonios de otras personalidades como Emilio Cueto, coleccionista de arte e investigador cubano; Carlos Gutiérrez, Secretario de Comercio de Estados Unidos entre 2005 y 2009, y Emily Mendrala, quien fuera Directora Ejecutiva del Centro para la Democracia en las Américas, actualmente Subsecretaria de Estado Adjunta Buró de Asuntos del Hemisferio Occidental Departamento de Estado de Estados Unidos.
El filme, en coproducción entre i4films, FacFilms, Wajiros Films y La Rueda Films, se estrenará en el cine Charles Chaplin el próximo 5 de mayo a las 6:00 p.m., y resultará un botón de muestra para interiorizar lo difícil que resulta hacer cine independiente en Cuba, aunue Inti se mantiene un tanto reservado al respecto:
“Es muy difícil teorizar sobre cómo se mirará una obra en un futuro. Me gusta ver el grado de comunicación que logra una película con su público. Si conecta, si tiene sentido para los demás tus preocupaciones y las propuestas estéticas que has podido traer a la sala, o a cualquier pantalla”, son algunas de las interrogantes que se responderá luego de su breve paso por las salas de cine, pues de momento solo estará en cartelera en la Sala 1 del Multicine Infanta, del 6 al 8 de mayo en la tanda de las 5:00 p.m.
Este documental además resultó uno de los materiales ganadores de la primera convocatoria del Fondo de Fomento para el Cine Cubano, y uno de los primeros en estrenarse en los cines del país, otro punto a favor del necesario diálogo que debe fomentarse entre realizadores independientes y el Icaic.
“Creo que sobre el cine independiente cubano habrá que escribir. Quizás en un momento de menos crispaciones, donde lo político no sea la aspiración inicial sino más bien desde la sociología del arte, desde la estética y sobre todo de lo anecdótico porque imagino según mis experiencias que puede ser un buen libro, todos las peripecias por las que pasa un cineasta cubano para hacer su película. Pero toca poner distancia por medio. En definitiva, habiéndose ganado el pan, es que lo griegos comenzaron a repensarse. Primero, lo primero”, nos dice Herrera.
“Quisiera que el mensaje convenciera, no por ser la única alternativa, sino por ser parte del camino de la virtud, de lo humano. Es muy necesario para nuestro país que podamos ver un horizonte donde la gente decida apostar por él. Más allá si físicamente uno vive aquí o allá. Debe haber un lenguaje común, un entendimiento base que nos ayude a echar para adelante. Lo importante es, parafraseando a uno de los entrevistados: ‘ponerse en los zapatos del otro’ lo demás se hace muy fácil”.