Cuando atraque el próximo crucero quienes aborden al puerto descubrirán la auténtica Isla. No la de azulphotoshop y vocablos fastuosos en catálogos turísticos impresentables; no la de lujuriosa vida nocturna o singular procesión de automóviles clásicos “americanos”. Se verán allí también los conflictos de la sobrevivencia, la afirmación, la “lucha” y el rebusque.
“¡Guan melón!, ¡tu melón!”, la más reciente producción de la compañía de teatro El ciervo encantado lo teatraliza en escena hasta el próximo domingo 25 de septiembre e intenta reflexionar sobre la identidad de la nación asomada ahora a pesares antiguos que reflotan: la pobreza, la desigualdad, el distanciamiento entre grupos sociales.
“!Guan melón!” narra la Isla desde el muelle como un ajiaco de asombros, cámaras, flashes, ritmos populares y souvenirs. El viajero que desciende del barco llega a la vida de cubanos (cubanas) que habitan, a su modo, las escenas del boom turístico.
La obra es también un retrato contemporáneo de la Habana de Cirilo Villaverde, ahora con grandes buques, chocolates de un dólar, clases de bailes, estampas de una figura costumbrista, guías turísticos o la estudiante del Instituto Superior de Arte que, “para llegar a fin de mes”, se mimetiza en cada una de esas imágenes.
One (guan) melón
A lo largo de más de dos décadas El ciervo encantado ha centrado sus trabajos en el rescate de la memoria de la nación en la que figuran nombres como Fernando Ortiz, Severo Sarduy, Dulce María Loynaz y Esteban Borrero, explicó su directora, Nelda Castillo, en conversación con OnCuba.
A partir de la implementación de las reformas económicas en Cuba y el florecimiento del trabajo por cuenta propia ocurre un giro en el tratamiento de temas que abordaban el pasado histórico en sus obras. Indagar en el ahora que, según Nelda, no es ni siquiera el presente, ha sido una máxima en sus últimas producciones: “Variedades Galiano”, “Cubalandia”, “Rapsodia para el mulo” y “Triunfadela”.
“¡Guan melón!, ¡tu melón!” atisba algunas consecuencias del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos y se sustenta en un guión que tiene detrás un minucioso trabajo de investigación.
Salir a las calles constituye, desde hace algunos años, la principal fuente de inspiración de las piezas teatrales de esta compañía. De allí toman los elementos fundamentales para construir cada personaje. Una anciana que canta coplas y sones desafinados, el señor de las medallas que carga una perra vieja, los ancianos que bailan desaforadamente o el ciego que manipula un muñeco hecho con cocos secos y sacos de yute resultan cuadros cotidianos que se filtraron en la puesta de “¡Guan melón!, ¡tu melón!”.
Esta vez, además, la obra utiliza una recopilación de textos entresacados de la historia de Cuba. Documentos que datan desde 1840 hasta la década de 1930 del siglo pasado. El son cubano: poesía general de Samuel Feijoó y El loro confiado de José María Heredia son algunas de las obras literarias que fueron musicalizadas. Al hablar de ellas Nelda Castillo explica: “desde la Colonia y la República es como si se escribieran una y otra vez en el presente”.
Two (tu) melón
La actriz Mariela Brito, la artista visual y fotógrafa Olivia Rodríguez y Yindra Regueifero, estudiante de teatro de la Escuela Nacional de Arte, forman el cuadro escénico que intenta llevar la realidad a las tablas.
Estas tres mujeres logran captar muy bien el propósito de su directora. Brito y Rodríguez tan similares a Madre Coraje y su hija Catalina de Bertolt Brech aspiran con su performance de “cubanía” a subsistir. Yindra es la estudiante que, para llegar a fin de mes, protagoniza los más disimiles personajes que “luchan”: la vendedora de chocolates, la estatua viviente, la guía turística.
En “¡Guan melón!, ¡tu melón!” existe una recurrencia a otro tiempo y a lo que se sufre como nación a partir de las disparidades económicas en la vida cotidiana. La intención es enfocar sin evaluar. La obra no trata de exponer supuestas distensiones o maltratos al patrimonio cultural o fisuras de las tradiciones y bienes culturales como ha opinado alguna parte de la crítica. “Es la propia necesidad la que lleva a la modificación de esos valores que representan la nación”, añade Nelda Castillo.
En un espejo de realidades se miran nativos y extranjeros mientras la identidad nacional queda como hilo suelto en la que unos sobreviven y otros saborean. Cómo vivir o sobrevivir o qué se vende y se compra, son las interrogantes.
Suena la sirena
“¡Guan melón!, ¡tu melón!”, no concluye con el sonido de la sirena que anuncia la partida del crucero. En la memoria se quedan los versos que abren el espectáculo. El proscenio se apaga lentamente y el público espera más.
Tiene mi Cuba jardines
y grandes amenidades.
También encierra deidades
que parecen querubines.
Entre todos los confines
es la isla prodigiosa,
es la madre cariñosa,
no nos niega su existir.
Pero le falta una cosa
que no se puede decir.
Pero le falta una cosa
que no se puede decir.
Grandes actuaciones, pésimo y degradante guión. Para mí fue una vergüenza participar de esta puesta en escena donde además a la entrada se “prefirió” la entrada de público extranjero sobre los nacionales. Primera vez que salgo tan indignada de un teatro.