Y todavía le caen hojas a Santa Clara.
La última vez que Levis Aliaga cantó en Cuba fue en enero de 2002. Santa Clara deliraba bajo el influjo del Festival de Trovadores Longina y Levis protagonizó, en la sala Marta Abreu del teatro La Caridad, uno de esos conciertos que se vuelven históricos. Se llamó “Y las hojas le caen”, y hasta hoy, figura como una de las presentaciones más hermosas del cantautor en la Isla.
Poco después Levis se establecería en el archipiélago de Las Canarias, en España, sin embargo, sigue siendo inspiración latente, recodo al que se regresa para alimentar el alma y saciar la sed del espíritu.
Sus compañeros de la Trovuntivitis le saben como un ser especial. Sus canciones han pasado de la posesión personal a patrimonio de los bardos santaclareños que las defienden en peñas y conciertos y en El Mejunje de todos los jueves. Responsables también de que quienes no lo conocen en vivo, se enamoren de su obra y de su poesía. Yo, por ejemplo.
De un intercambio de mensajes vía correo electrónico salieron parte de las letras que ahora siguen. Levis se muestra tan diáfano en lo que escribe que uno hasta puede percibir su ánimo mientras está frente a la máquina. Y las risas onomatopéyicas que a veces retozan en el texto, estallan en tus oídos como rezagos de buena energía.
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Levis Aliaga nació en la provincia de Ciego de Ávila en 1972, pero su madre musical es Santa Clara. Aquí fundó, mientras estudiaba en el Instituto Superior Pedagógico Félix Varela, el casi mítico Trío Enserie, junto a otros dos fenómenos de la trova local: Raúl Cabrera y Rolando (Roly) Berrío.
Yordan Romero, miembro de la Trovuntivitis y amigo de Levis, dice que aquella suerte de espectáculo visual y sonoro creaba y recreaba nuestros géneros populares: la guitarra que armoniza, acompaña, rellena, crea climas y por momentos es el centro de una escena cargada de textos de elevada lírica y visos de teatralidad.
“Es admirable como cada composición se asume como propia, y se interpreta mediante originalísimos arreglos vocales, con un interés contrapuntístico que contribuye notablemente a la comunicación con el público; siempre escuchamos al trío como una filigrana indivisible. A pesar del alto brillo que cada uno aporta, no es posible dividir la escucha, cada parte entra, protagoniza o acota con una puntualidad armónica hasta concluir en un suceso único”. Así escribió Alexis Castañeda Pérez de Alejo en su libro La vena del Centro, editado en el año 2010.
Para Levis Aliaga el Trío Enserie significa, simplemente, libertad.
“Raúl es un buen hombre, uno de esos tíos que saben ser justos y además un músico con muy buena preparación –expresa Levis- Roly es un fenómeno creativo con recursos para infundir vida a todo lo que emprende. Cómo no crecer al lado de dos humanidades tan completas. Mi seriedad, junto a ellos, se debe al simple acto de escuchar, aplicado y respetuoso”.
Pero el amor por la canción le brotó a Levis mucho antes. “Hay un punto con calderos y sartenes a los tres o cuatro años de edad. Luego fue adquiriendo forma y aún estoy perfilando mi curiosidad musical”.
Dice Levis que le canta al asombro y por supuesto con asombro, que sale a descubrir, cuando escribe sus canciones, sí es que lograron coincidir con lo que la realidad supone entonces.
“Tienen magia de todas las clases: magia blanca, magia negra y magia azul. Están mis canciones hechas a base de amor, risas y explosiones de afecto. También de pequeños desaciertos”.
Y hay una en especial, que devino himno de los jóvenes de la generación de Levis, de la que le siguió y de la otra… que todavía se cantan en esta Santa Clara de 2016. Ana, es, pudiera decirse, el más universal de los temas de Levis.
“Ana es una canción que me ayudó a pensar más allá de la lógica conocida por mí, aquella con la que convivía y me aconsejaba. Ana rompió mis límites. La quiero aunque, a estas alturas y románticamente hablando, sea de otros”.
Y hay quien dice que Levis la hizo para salvarnos. Salvarnos, tal vez, del tedio espiritual que a veces nos acecha.
La creación musical de Levis está recogida en varios discos. Una obra extensa que él mismo divide en antes de Parece un Aguacero, y después.
“Parece un Aguacero lo grabamos en un día en una salita de teatro que nos prestaron aquí en La Laguna, y luego la mezcla. Es un disco que contiene canciones de Cuba, de Canarias, incluso mexicanas; y que parten de esos lugares, de las experiencias que me aportaron. Siempre me ha gustado.
“Luego está Más bueno que el pan; que es un trabajo de años. Si te lo encuentras, habla de dúos, bandas y experimentación musical digital. Este sí ha costado sangre, sudor y lágrimas, pero también tiene su encanto. Espero que lo disfruten en Cuba”.
La última vez que Levis Aliaga cantó en Cuba fue en enero de 2002. Y hasta hoy, en Santa Clara se le espera para delirar, otra vez, con sus canciones.
“Me fui por amor: salí a cantar como todos los días y me encontré en España, seguí caminando y conocí a una chica, seguimos hablando y nos creció un bebe que, al nacer, nos miró y sonrió y ahí vi el amor con el que andaba. Sigo caminando y espero que mis pasos se dirijan a Cuba también. Santa Clara y Cuba significan casa teléfono con el índice iluminado”.
En España Levis da clases de guitarra, trabaja haciendo música para teatro, toca los ritmos cubanos con orquestas de canarios que sienten pasión por nuestra (su) música también. Y sigue componiendo, haciendo conciertos y graba, de vez en cuando, algo.
“Después de un día a full con todo, cuando me voy a la cama hecho una orquesta sinfónica, rebelde y en expansión, y cierro los ojos, me veo preparándome para salir a tocar ahí, en Cuba, rodeado de amigos tan exaltados y preocupados como yo por hacer la mejor peña o el mejor concierto de nuestras vidas.
“Y ahora, con tu permiso, quisiera dirigirme a mi público: eh yuju, tengo un montón de temas nuevos. Ya nos veremos. Chao. Gracias”.
Ese es Levis, el ser especial que conocen sus amigos de la Trovuntivitis. Y también la gente que aun hoy recuerda sus canciones. Mientras, en Santa Clara, a su espera, y a 14 años de la última vez, las hojas siguen cayendo.