Nació el primero de agosto de 1943, bajo el signo de Leo; tal vez ello explique su pasión y su sutil competitividad. Creció en un hogar no común. Al padre apenas lo conoció, víctima fatal de la tuberculosis. El cáncer le arrebató a la madre. Entonces las tías abuelas se encargaron de los tres hijos de aquel matrimonio de poca dicha. Julia creció entre dos varones mayores, uno de los cuales espigó pronto en la necesidad de convertirse en el hombre de la familia.
Era preciso buscar el sustento, pero con la intensa curiosidad que revelaban aquellos grandes ojos capaces de quedar absortos por minutos, la sorprendente memoria, inteligencia y aplicación, no estudiar se presentaba como otra fatídica victoria del destino. La muchacha haría los tradicionales estudios técnicos medios de la época que daban acceso pronto a un puesto de trabajo: los estudios de Comercio, bilingüe en este caso.
Hasta los años setenta no podría cumplir el anhelo de estudiar en la Universidad. En 1975 se licenció en Historia del Arte en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. Entretanto hizo algunas estancias fuera de Cuba, trabajando en el servicio exterior con aquel hermano que funcionaba como un tutor. Julia se ocupaba —con sumo rigor— de trabajos de oficina; tuvo la oportunidad de conocer la tiernísima lengua portuguesa en los paisajes de su cultura. Brasil, país que amó entrañablemente, también le entregó su música y su literatura.
Las lenguas y las mitologías le apasionaban y tenía una natural facilidad para las primeras. Añadió a su acervo el conocimiento del francés y el italiano y entre 1967 y 1973 integró el Departamento de Guías y Congresos del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP), el primer grupo de traductores e intérpretes para asuntos de Estado que más tarde dio paso al Equipo de Servicios de Traductores e Intérpretes (ESTI), fundado en octubre de 1973, con el encargo de respaldar la intensa actividad exterior cubana.
Trabajó como intérprete, como traductora de documentos y también como traductora simultánea durante largas jornadas en cabina en eventos de alto nivel, tanto en Cuba como en el resto del mundo, actividad que la llevó a visitar más de cuarenta países.
Aunó a esta profesión la literatura. Lectora y estudiosa incansable, devolvió conocimientos y experiencias en obras propias escritas con absoluto dominio de la lengua materna, originalidad, maestría y una singular ternura y sentido del humor: verso o prosa que gusta de la sorpresa. Integra hoy esa franja estrecha de nuestros mejores poetas y narradores.
La mayor parte de su obra fue escrita en diálogo con los niños o con aquellos capaces de preservar la mirada limpia y el asombro por la vida. En efecto, su literatura es pasión y goce de estar vivos; observación aguda y fiesta de la palabra.
La experiencia de la creación propició las condiciones para que se convirtiera, además, en una extraordinaria traductora literaria: en estado de gracia para el trasiego de las lenguas.
Entre sus obras resaltan:
Los poemas cantarines (Ediciones Unión, 1975);
Cantares de América Latina y el Caribe y Los chichiricú del Charco de la Jícara (ambos Premios Casa de las Américas en el apartado de Literatura para niños y jóvenes en 1976 y 1984, respectivamente, y el último traducido al portugués por la célebre Ana María Machado y reeditado por Ediciones Colihue, de Buenos Aires, en 1993);
Las increíbles andanzas de Chirri (Editorial Gente Nueva, 1989);
¡Por si las moscas! (Ediciones Unión, 1998);
El Egipto de los faraones (Editorial Gente Nueva, 1999);
Casuarino y el Libro encantado de los Chacaneques, hermosa novela para jóvenes, de tema americano, publicada por la Editorial Susaeta, de Medellín, Colombia, en el mismo año y reeditada en 2006 por Gente Nueva;
Pomponio Pipino (Ediciones Unión en coedición con República Dominicana, 2001);
¿Ruidos Extraños? ( Editorial Gente Nueva, 2004);
Las piedras llegaron a las nubes, otra novela para jóvenes a partir, esta vez, de la cultura Inca (Editorial Gente Nueva, 2010);
Y los cuentos policíacos escritos especialmente para la editorial Capitán San Luis en su línea de literatura para los más jóvenes: El monstruo del patio, El extraño caso de las piedras cuadradas, El caso de las piedras ovaladas, El caso cortísimo de las perlas que estaban y no estaban (de 1999 a 2001) y la divertida Aladina y la Linterna Maravillosa, de 2005.
En 2009 ve la luz su obra La Gran Rueda. Una lectura decodificatoria de la Espiritualidad en los Misterios del Antiguo Egipto (Editorial Papyrus Print, Rumanía, 2009), resultado de décadas de investigaciones en un tema sumamente complejo dentro del mundo más sutil de la cultura egipcia que convocó sus saberes en muy diversas disciplinas como la historia, la filosofía, la teosofía, la lingüística, la antropología, la etnología, los cultos esotéricos, etc.
A partir de aquí se concentra en la Egiptología, una de sus pasiones en el conocimiento del mundo antiguo, que fue también guiada por su necesidad de brindar respuestas a diversas interrogantes que alcanzan las culturas de Mesoamérica y El Caribe.
Vale decir que Julia ha sido, hasta la fecha, la única Egiptóloga cubana, campo en el cual es una pionera, miembro de la International Association of Egyptologists, con sede en el Reino Unido, por sus contribuciones al tema.
También fue miembro del Equipo Osiris, de Piramidología, en Alicante, España, el cual agrupa a estudiosos que se ocupan de investigar las relaciones entre las pirámides egipcias, especialmente la de Guiza, y algunas estructuras monumentales que corresponden a la América precolombina, además de los templos que se levantan en el sureste asiático.
Su creación literaria ha sido reconocida de variadas formas. En 1974 recibió el Premio UNEAC “Ismaelillo” por Los poemas cantarines. En 1982 la Feria Internacional de Bratislava distinguió a Cantares de la América Latina y el Caribe entre los mejores libros participantes. En 1983 obtuvo un nuevo Premio UNEAC “Ismaelillo”, ahora en Teatro para niños, en coautoría con Mary Nieves Díaz Méndez con El Escarabajo Miguel y las Hormigas Locas.
En 1989 recibió el Premio Abril otorgado por la editora homónima por Los Chichiricú del Charco de la Jícara y el Diploma “Centenario de la Edad de Oro”, del Ministerio de Cultura, por la labor realizada en la esfera cultural para niños y adolescentes.
En 1988, 1991, 1993, 1999, 2001 y 2004 fue acreedora del Premio La Rosa Blanca por la calidad de los libros publicados en cada uno de esos años. En 1996 fue reconocida con la Distinción por la Cultura Nacional. En 1999 se le distinguió con el Premio Especial Juan Ortega Gatell, máximo galardón del Equipo de Servicios de Traductores e Intérpretes (ESTI) al mejor profesional del año.
En el 2000 recibió el Premio “Romance de la Niña Mala”, entregado por primera vez a un grupo de creadores en el marco del Encuentro de Crítica sobre Literatura Infantil, en Sancti Spíritus.
En 2001 su producción literaria, junto a la de Nersys Felipe, Ivette Vian y Enid Vian, fue destacada con el Premio Especial “La Rosa Blanca”, que se otorga por el conjunto de la obra y los aportes a la Cultura Nacional.
En 2004 fue distinguida con el Premio Magistral “La Rosa Blanca” de la Sección de Literatura para Niños y Jóvenes correspondiente a la Asociación de Escritores de la UNEAC en el marco de la XIII Feria del Libro de La Habana.
También fue invitada a distintas ferias internacionales del libro y seminarios o paneles dentro de ellas en Colombia (1992), México (1993), República Dominicana (1997), Brasil (2007); al programa de actividades de la Conferencia sobre Literatura Infantil auspiciada por la Universidad de San Francisco, California, EEUU y como ponente en la Conferencia de Escritoras Caribeñas celebrada en el Hunter College, City University of New York (CUNY), EEUU, ambos en 1998.
De 2004 a 2006 trabajó como colaboradora del equipo internacional de intérpretes simultáneos y traductores voluntarios “Babels” en el Foro Social de las Américas (Quito), Foro Social de las Américas y Foro Social Mundial (Porto Alegre, Brasil), Foro Social de las Américas y Foro Social Mundial (Caracas, Venezuela).
En 2008 representó a Cuba en el Comité Científico del Congreso Mundial de Traducción Especializada (CMTE) celebrado en La Habana, donde intervino además como ponente. Ese mismo año laboró como Instructora en el Taller de Interpretación Simultánea organizado en Quito por la ATIEC (Asociación de Traductores e Intérpretes del Ecuador) en los idiomas inglés, francés, portugués y español.
Desde 2009 hasta abril de 2012 ejerció como Profesora de la Facultad de Estudios Internacionales, en la Universidad de Especialidades Espíritu Santo, (UEES), Guayaquil, Ecuador, en las materias de traducción, interpretación, lingüística, arte, literatura, religión y filosofía.
Fue miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) desde 1978 en las secciones de Literatura Infanto-Juvenil y de Traducción Literaria; del Comité Cubano del IBBY (International Board of Books for Young People) desde 1984, y su presidente entre 1990 y 1994; con posterioridad formó parte de su Comité de Honor. En 1994 integró la candidatura para el Jurado del Premio Andersen 1996 a propuesta del Grupo de Selecciones Nacionales IBBY de Latinoamérica.
Formó parte también de la Asociación Cubana de Traductores e Intérpretes, (ACTI), desde su fundación.
En 2002 la Medalla “XV Aniversario de la Unión Árabe de Cuba” reconoció su prolongada y profunda labor de difusión de la cultura del Antiguo Egipto.
En 2014 recibió el prestigioso Premio Astrid Lindgren, en la especialidad de literatura infantil y juvenil, de la Federación Internacional de Traductores.
Fue nominada en reiteradas ocasiones al Premio Nacional de Literatura.
Con amigos y admiradores en muy diversas regiones del mundo, a través de su vida recibió ofertas de toda índole para radicarse fuera de la isla. Quizás ello le hubiese garantizado la culminación de su vocación como estudiosa del antiguo Egipto no sólo por la facilidad de acceso a las fuentes sino y, sobre todo, por la posibilidad de hacer estudios en el terreno.
La necesidad de Cuba era más fuerte. Solo el apremio de garantizarse un hogar la hizo permanecer casi tres años trabajando en el exterior como docente. El resto de sus estancias siempre fueron breves, aun cuando en Cuba ya no quedaba familia. No importa, estarían los amigos, los vecinos, los conocidos; un mismo aire que se respira, hasta el suspiro recibe la lectura inequívoca. Es el sitio compartido. No soportaba estar lejos. Quiso vivir y morir en Cuba.
Quienes tuvimos el regalo de conocerla echamos de menos su bondad, su sabiduría siempre generosa, la originalidad de sus salidas, su “saber estar”, el ejemplo de su disciplina y de su honestidad intelectual.
Fue un ser excepcional.
Conformarse es una palabra dura. Difícil de escuchar. Urge inventarse otro modo para que Julia vuelva a estar entre nosotros.