Flor concentró en sí la distinción de su madre Doña Mercedes, el fuego de su padre y el don poético de los Loynaz. Sin embargo, fatigado el destino de prodigar tanto, le exigió su precio: el amor difícil y la soledad.
Su padre, el General Enrique Loynaz del Castillo, autor del Himno Invasor, le puso Flor en homenaje a otro general, Flor Crombet. Pero los más cercanos le llamaban Beba, por ser la más pequeña del cuarteto de los Loynaz.
Poco diremos apuntando que nació en La Habana en 1908, el 11 de octubre, porque su energía pertenece a estos tiempos. Podríamos encontrarla ahora mismo, con la cabeza rapada, tal como hizo una vez. Era una mujer hermosa, pero las imágenes suyas que conocemos aparecen descoloridas, sin esa vibra que protagonizó su existencia.
Tomó parte en las luchas contra Machado, pero su desilusión con la política la hizo alejarse y tomarla como telón de fondo de su vida. Su esposo, el arquitecto inglés Felipe Gardyn, levantó la mansión Santa Bárbara, actual sede de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Pero se sabe que fue Flor quien trazó lo que quería.
Cuando el bautizo de aquella edificación de La Coronela quiso ser escarbado a golpe de cincel; el Premio Nobel Gabriel García Márquez, conocedor de la mística de su dueña, no permitió semejante profanación: “¡Tendrá ese nombre mientras yo viva!”.
Algunos intentos de tomarla como inspiración se presentan esquivos e hiperbólicos. Así resulta el personaje de Sofía de la novela El siglo de las luces de Alejo Carpentier, lo mismo que el cuadro fantasmagórico de la cinta Los sobrevivientes, de Tomás Gutiérrez Alea. Hay sed de reencarnarla un día de manera más cercana, más exacta.
Miraba en los animales los ojos de Dios. Un día arrancó de manos del cocinero dos conejos listos para convertirse en fricasé, compró todas las aves de un establecimiento para liberarlas ante los ojos atónitos del carnicero, dedicó versos a las polillas…
La madre tuvo que crear un asilo para animales, porque Flor llevaba a casa a cuanto perro se encontraba en el camino –sin importar cuantos tuviera ya– y lo siguió haciendo hasta el final de sus días. Inmortalizó a su perro Teodolfo, con un poema breve y conmovedor: “Cuando pongo en algo / un poco de amor/ pronto se me pierde…/ Y mi amor es ya / como es la luna / empalidecida / al filo del alba…”.
Su hermana Dulce María Loynaz, en su casa de 19 y E, me expresó en una ocasión su opinión sobre la calidad estética de la obra de Flor. Y así me dijo: “Yo pienso que ella ocuparía con justicia uno de los primeros lugares en la poesía cubana y más allá, no únicamente contemporánea, podíamos remontarnos más lejos; pero la opinión mía no la tendría en cuenta nadie (…) porque soy su hermana (…). Le sacaba jugo a los temas humildes, de mano maestra”.
Sin embargo, su vida no fue la poesía. Le surgía tan fácil, que parecía tenerla a menos. Se negó a publicar nada, ni aún pidiéndoselo poetas de la talla de Juan Ramón Jiménez. El verso lo estampaba en el papel más próximo que luego resultaba irrecuperable.
Todos sus poemas salvados, apenas un manojo, aparecen en el libro Como estrella escondida, publicado por Ediciones Loynaz de Pinar del Río en 1997. Algunos aparecieron antes, en el volumen Alas en la sombra, antología de los cuatro hermanos, realizada por Yamilé Mansor Llano en 1992 para la Editorial Letras Cubanas.
Cuando las fuerzas se le salían por los poros, tomaba su auto y se iba a los bares a beber, pero ¡ay de aquel que se atreviera a una obscenidad delante de ella! Al propio Federico García Lorca lo arrastró con ella en sus días habaneros.
El ron no escapó de sus sonetos: “Y los que dicen acertadamente / que a causa tuya moriré temprano; / sepan que yo lo sé, y que demente / fascinada tal vez por un lejano /sueño que se hizo sed bajo la frente / y mendiga de ti, tiendo la mano.”
Por el ímpetu, Flor es la Juana de Arco de nuestras letras. Nadie escuchó una queja cuando el cáncer la atenazó. En las paredes de su cuarto dejó estampado un auto de fe: “Te doy gracias Señor, / porque me diste un corazón valiente / que no teme a la muerte / ni a la soledad / ni al dolor / que no conoce otro temor / que el tuyo”.
Murió sola en 1985, el 22 de junio. Unos pocos, poquísimos, asistieron a su despedida. Es hora de despejar los misterios de su vida, de aquilatar sus valores, de devolver su nombre a las cumbres de la poesía cubana.
Excelente!
que bello escrito
Muy interesante. Ojalá motive a algún investigador. Su obra lo merece,
Como siempre, preciosos estos apuntes sobre esa destacada, apasionada y sensible mujer que fue Flor Loinaz…muy necesario y urgente el rescate de estas figuras extraordinarias de la cultura cubana…una vez mas, gracias, Cedeño, por todo lo que haces…
Buen Artículo! fresco de los de siempre, feliz hallazgo poético.
hola es precioso todo lo que nos hace descubrir aqui gracias
Espectacular
Hay tanto por hacer y tan lejano aun el dia para iniciar la tarea.
Excelente, gracias por darnos una pincelada de una mujer extraordinaria, que merece ser rescatada del olvido, como tantas otras..
Gracias Cedeño, por acercarnos a esta exquisita mujer que he descubierto gracias a tu ímpetu en mostrarnosla tal y como merece.
Más que una mujer, todo un personaje, de película, perteneciente a una saga familiar de Héroes de la Guerra de Independencia y sus hijos atribulados. Se podría filmar toda una miniserie de al menos diez capítulo con la historia de cada uno de los miembros del clan Loynaz y del Castillo.
La vida y obra de los Loynaz debería ser llevada no solo a un documental, sino al papel. Agrupada toda su correspondencia dispersa, que es una fuente inagotable de aprendizaje. Por lo pronto he comenzado hace unos dias a aportar mi modesto grano de arena con este propósito, a través de esta página:
http://www.dulcemarialoynaz.com
Como siempre, un excelente retrato de Flor, que no conocía. Debía publicarse más sobre ella y sus poemas. Gracias una vez más por tus tan buenas intenciones. Un fuerte abrazo
Muy bello articulo , sobre esta poetisa , aun poco conocida. Una personalidad muy fuerte y a la vez de una ternura muy grande. Gracias por este trabajo de acercamiento a Flor , un a flor de acero,
Flor…también de alguna manera la oveja negra, la loca rebelde entre la alcurinia de los Loynaz. Contumaz ella, y por ello, lo más valioso del sentimiento y la apariencia familiar, que se debatió entre lo “socialmente correcto” y un aluvión de fuerzas empujando hacia el lado opuesto. Gracias por el artículo. Flor se lo merece.
Extraordinaria publicación en la que los valores de esta gran mujer saltan a la vista de todos, me enorgullece saber que existan personas como usted, quien desde el ejercicio del periodismo ha sido capaz de realzar el mérito de una mujer cubana de familia tan renombrada.
¡¡¡¡espectacular!!!
He recibido un precioso regalo de Año Nuevo y es este articulo sobre Flor Loynaz , gracias como siempre leer algo escrito por ti es un verdadero privilegio.
Gracias por el reportaje de una escritora misteriosa y cautivadora de nuestra literatura ! Merece un tributo, que quede para las nuevas generaciones. Los Loynaz son un orgullo, que formaron nuestra identidad como cubanos !
Bravo Reynaldo….!
No sabia mucho de su existencia. .. Buen relato. Mi hija lleva este apellido Loynaz, su abuela era PRI.a de Dulce Maria, nacio aqui en Miami y aun no ha. Visitado la island, Pedro s us rasgos son muy parecidos a Ellos! Frente ancha y ojos gran des y expresivos!
Todavía recuerdo cundo en noches que entonces parecían oscuras y tenebrosas me unia a mi padre y abuelo en sus viajes nocturnos regulares a llebar sacos de pan biejo para alimentar los tantos animales que beba adoptara. En su cocina pasaban horas colando café y fumando y ella parecía tan blanca como la leche y muy delgada, me enseñaba recortes de revistas donde aparecía ella muy bonita en su juventud y por un instante alardeaba de lo linda que fuese. Algo nada común en ella, era muy sencilla y gentil .
Estatuas de tamaño real, de mármol, bronze o ónix eran adornadas por periódicos viejos que tiraba para que los perros usarán para sus necesidades. Todavía hoy en su finca santa Bárbara se puede apreciar el piso de mármol manchado. Fue un privilegio poder compartir un poco con las hermanas loynaz, ambas parecian de polos opuestos en su exterior pero sus principios creo que heredaron de su padre.
Buenas noches Anita Garcia:
Me gustaría comunicarme con usted para confrontar información sobre una prima de DML ya fallecida. Si asi lo desea, puede dejar un comentario en la página que a continuación le doy, y su correo no será publicado. Le agradezco de antemano.
http://www.dulcemarialoynaz.com
trabaje con flor en el ano 80 muchos recuerdos y aprendisages hermosos fue muy gentil al colocarme en su finca por razones x la recuerdo con mucha tristeza y a la vez con amor an pasado anos y memorizo siempre su bondad fortaleza y espiritu descanse siempre en paz