Más que una obra erudita, el documental “Soltar la lengua”, del realizador cubano Ernesto Fundora, es un retrato humano que destruye con pinceladas de picardía la imagen hermética del poeta José Lezama Lima.
“Llegué a Lezama por el mito, pero en el camino encontré a un tipo con sentido del humor, divertido, un cuerista, como dicen en Cuba. Cuando descubrí eso, vi un camino para crear un puente con el espectador común”, aseguró este sábado al periodista Gustavo Borges, de Efe, el cineasta, al referirse al filme presentado este mes en la capital mexicana.
Aunque repasa la obra de Lezama, el documental se desmarca del mito y muestra al escritor en poses mundanas del otro lado de su escritura, jugador de béisbol, chistoso y asombrado cuando una turba de reinas de belleza entró a su casa de la calle Trocadero.
Poeta y narrador, Ernesto Fundora (La Habana 1967) trabajó desde 2009 hasta 2019 en una pieza con afán de totalidad, que reunió en torno a Lezama a personalidades como los escritores Eliseo Alberto Diego, Miguel Barnet, Gonzalo Celorio, Antón Arrufat, Fina García Marruz, José Prats Sariol y Froilán Escobar, el trovador Silvio Rodríguez y la editora Neus Espresate, entre otros.
“Yo tenía una idea de guión, pero cuando me senté con esas eminencias, dejé de ser rígido; sustituí la entrevista periodística por la conversación y eso enriqueció el proyecto”, confiesa Fundora.
UN DIOS DENTRO DE UN CARACOL
Lezama Lima es como un Dios dentro de un caracol, dice el novelista Miguel Barnet, uno de los muchos que diserta acerca de la trayectoria de uno de los cubanos más brillantes del siglo XX, cuya voz empezó a gritar en 1937 con el poema “Muerte de Narciso” y no hizo silencio hasta su muerte.
“El documental es una obra de servicio y uno va experimentando una devoción, una admiración, un respeto, un cariño como pocas veces lo has tenido por alguien. Ahí se juntan muchos factores porque Lezama es un patriarca de la nación”, confiesa Fundora.
La película reúne testimonios del Lezama bibliotecario en la prisión “El príncipe”, caminante por las calles de su barrio pobre de Centro Habana, y se detiene en la tragedia vivida por el luminoso intelectual, al que el Gobierno de Cuba rodeó de una imagen de hermético para poderlo condenar.
Sensible, aunque honesto consigo mismo, Lezama se bajó de la carroza de la Revolución cubana. Eso le costó ser interrogado, vetado y aislado, lo cual le provocó una tristeza que conllevó a su muerte, la madrugada del 9 de agosto de 1976, a causa de un infarto tras una infección pulmonar.
“Fue una operación bien montada para que su muerte pareciera natural, pero su muerte fue por anulación, por ninguneo, sometimiento y silencio. Lo convirtieron en un fantasma, lo abandonaron y quedó como un gordo solitario”, explica el realizador.
Lezama, los negros y el autorretrato de la Cuba “letrada”. Unos apuntes.
Gordo solitario es la expresión del premio Alfaguara “Lichi” Diego, al referirse a los meses finales del poeta, ante quien se inclina con una frase lapidaria: “Con él comienza y termina un enorme misterio que se llama José Lezama Lima”.
LECTURA CON ANTENAS
Estudioso de la obra de Lezama, el cronista Fundora, residente en México, retó a un duelo de palabras a eruditos de la obra del poeta. Uno de ellos, el mexicano Gonzalo Celorio, le regaló una de las reflexiones más lúcidas acerca de Paradiso, la novela que revolucionó el idioma español.
“Paradiso se tiene que leer con las antenas con las que se lee la poesía porque es una obra poética, es una gran arquitectura verbal, en la que el tiempo, materia prima de cualquier discurso narrativo, queda abolido por una magna imagen poética”, señaló Celorio, con sangre cubana por la vía materna.
Después de decenas de horas de grabación, de una edición cuidadosa y de meses de postproducción, Soltar la lengua dejó claro que los estudios sobre Lezama están en pañales, pero sobre todo, que en el mundo de habla hispana hay una gran deuda con el maestro.
A pedido de Efe, Fundora se refiere a la imagen de hombre vencido que algunos despistados asocian a Lezama Lima. Enciende un puro con un gesto que recuerda al maestro y sus palabras son como un abrazo que explica la devoción de muchos por el Dios dentro del caracol:
“Decía Jorge Luis Borges que hay una dignidad que el vencedor no puede alcanzar. Lezama participaba de esa dignidad que es la de José Martí, la de Cristo, la del Quijote, la de Franz Kafka y la de los hombres que defienden un ideal a expensas de su propia vida”.
Gustavo Borges/Efe/OnCuba.