Muy pocos programas en la televisión cubana han despertado tanta polémica como el proyecto “Lucas”. Durante sus años en la pantalla ha recibido por igual olas de rechazo y elogios, provenientes tanto desde instituciones oficiales como de realizadores y público en general, sobre todo debido a algún desacuerdo con resultados en la votación.
Este año, la polémica se ha deslizado por cauces críticos que denotan tanto la falta de conocimiento sobre el trabajo del jurado de la votación como de una parte notable de la realidad cubana, que se hace presente no solo en los videoclips, sino en las elecciones del público, que decide cuál será el audiovisual más popular del año.
Uno puede estar o no de acuerdo con los resultados de la votación. Puede cuestionar las elecciones de los colegas que valoran una obra artística de acuerdo con sus propias visiones creativas, o sus formas de interpretar los aportes que cada pieza entrega. Lo cierto es que el equipo que históricamente ha conformado el jurado de “Lucas” ha trabajado para que el resultado de la selección respete las mejores creaciones audiovisuales de Cuba y ponga en valor la entrega de cada realizador.
Sin embargo, en esta ocasión la elección de “El mambí”, de los experimentados Roly Peña y Alejandro Pérez, como video del año, no se corresponde con la calidad que requiere una obra audiovisual para alcanzar semejante premio porque, entre otros aspectos, el material es muy elemental en su realización y no cuenta con los recursos creativos necesarios para merecer el título.
“El mambí” requería de una mayor complejidad en su realización, así como coherencia entre las historias que integra y en el desempeño del elenco actoral. En el clip hay una visible intención, que no se llega a lograr, en imitar la fotografía de Jorge Herrera, uno de los mejores directores de fotografía del siglo XX en Cuba. Además, el elenco carece de verosimilitud en las actuaciones y se echan de menos virtudes coreográficas e interpretaciones que den credibilidad a una historia que no llega a convencer al espectador, más allá del evidente interés en darle protagonismo al factor emotivo que puede despertar la pieza, como cualquier telenovela al uso.
La cinematografía nacional tiene una vasta historia —que se remonta a los años 60— en recrear de forma magistral escenas de batallas de mambises, pero al parecer ( y no me refiero solo al caso particular de “El mambí”) se ha ido perdiendo la capacidad entre algunos directores para estructurar de manera convincente aquellas batallas épicas de las guerras de independencia cubanas y convencer con la trama al espectador, que tiene en la memoria hitos del cine cubano como La primera carga al machete , la primera historia de Lucía, La odisea del general José, o Páginas del diario de José Martí.
Finalmente, la estructura de las escenas de los mambises en el clip responde a una lógica formal carente de mayores pretensiones artísticas, de búsquedas creativas exigentes y de un discurso más elaborado. El video pudo tener mayor complejidad y no sucumbir a una fácil realización, sobre todo teniendo en cuenta la experiencia de sus directores y los mencionados precedentes que pesan en cualquier obra de este tipo, además de la magistral versión de Santiago Feliú a partir de la obra de Luis Casas Romero, sobre la que se creó el audiovisual.
La elección de “El mambí” como video del año no le hace justicia realmente a la historia de los ganadores de la categoría, seleccionados a lo largo de las distintas ediciones de “Lucas”. Los realizadores del audiovisual en cuestión mostraron que tienen un excelente oficio, sin dudas, pero les faltó, quizá por premura, utilizar ese mismo oficio para dar cuerpo a una obra de mayor factura, más allá del facilismo y de su anclaje a los moldes estrictamente formales. Incluso, dentro de este mismo tópico histórico “El mambí” conserva similitudes con otros videos como “Yo soy el punto cubano”, de David Blanco ( Alejandro Pérez) y “La “Bayamesa”, de Eduardo Sosa (Joseph Ros), que, en cambio, tienen una visualidad y un discurso mucho más complejos.
Por otra parte, el video de Joseph Ros —en mi opinión, uno de los mejores de su carrera— tiene una notable factura y un sentido de experimentación con el que Ros viene profundizado en sus últimas entregas y que hace de una buena parte de sus videos lo más cercano a una obra de arte dentro del videoclip cubano. El director ha atravesado una frontera creativa en la que él es hasta el momento su único competidor, y lo demuestra cada año en “Lucas”.
Mientras, la mayor polémica en esta edición de “Lucas” volvió a girar en torno al video más popular del año, obtenido por el dúo de reparto Kimiko y Yordi con el “Campeón”. Algunos se han peguntando si de hecho esa es la música que más se escucha en Cuba, con lo que demuestran una falta de conocimiento abismal sobre la realidad cubana y los consumos culturales de una parte muy importante de los jóvenes de la Isla.
No se trata de que se sigan patrones dictados desde Miami, como he leído en reflexiones que tienden a la simplificación de los fenómenos culturales arropados por los adolescentes cubanos. El interés musical de esta nueva generación en la Isla viene creciendo notablemente desde hace décadas, producto, entre otras cosas, de la falta de promoción de la música cubana en sus diversas vertientes, del progresivo cambio de paradigmas culturales que se ha establecido en la Isla desde la década del 90 ,del rosario de prohibiciones hacia el género urbano —que ha despertado obviamente la atención hacia esa música— y, por último, de la falta de capacidad o inteligencia para llegar a los jóvenes desde los medios de comunicación o por parte de las instituciones que deben promover la diversidad musical, sencillamente para que el público tenga mayores posibilidades de elección.
Es decir, se trata de democratizar el consumo cultural sin imposiciones y promover otros géneros, como el rap, que, tras su momento de gloria en los años 90, ha pasado casi a las sombras por el desinterés de las políticas culturales, que se debe fundamentalmente al perfil crítico que asumen, por lo general, estos creadores del género.
El equipo de “Lucas” está acostumbrado a este tipo de polémicas, incluso a peores. No hay nada nuevo realmente en esta edición que pueda potenciar realmente el vértigo en sus creadores. Lo cierto es que, para el futuro, deben valorarse mejor las obras, como se ha hecho históricamente, sobre todo aquellas que llegan a la recta final, para que se vuelva a premiar, por encima de otros asuntos, el verdadero hecho artístico.
El video del año fue una cañona patriotera de cuarta… el premio no tiene absolutamente nada que ver con sus realizadores, no son responsables de las penurias estéticas del jurado. La obra de Joseph es ARTE y trasciende, inclusive, lo hecho por la inmensa mayoría de los realizadores que conozco. Joseph demostró que su sensibilidad creativa es superior a la de cualquier realizador con oficio.
Como que hicieron lo mismo que en el grammy latino, sendos premios apuntalados por el interés político.
Si se habla de premios a obras sin valor y galardones a la “cañona”, como expone Pin Villar, les faltó mencionar, por olvidó o premeditada intención, el bodrio de “Patria y Vida” al que le regalaron dos Grammys, mucho más sonados, prestigiosos y codiciados que los Lucas.
comohablan sandeces y a a ese periodista se le olvido patria y vida galardonada en los granmis latinos que es un pujo.
El mambi debe haber sido la contrarespuesta a Patria y Vida, cual de los dos videos pesimos.