El mundo de la música ha recordado hoy a la cantante británica Amy Winehouse a ocho años de su muerte. La artista ha recibido tributos en numerosas partes del mundo y las páginas de los diarios y las redes sociales se han llenado de reseñas y mensajes que ponen en valor la obra de una figura clave para entender el pop y el soul de las últimas décadas.
Amy Winehouse murió por una intoxicación etílica y su fallecimiento conmocionó a millones de personas en todo el planeta. Ella era el reflejo de una estrella, aunque en sus últimos conciertos proyectó la imagen de una artista que iba cuesta abajo por su vida de excesos y conflictos que la llevaran a refugiarse en el consumo de drogas y el alcohol.
La cantante, una de las grandes voces del soul de los últimos tiempos, ingresó en el fatídico club de los 27, esa edad en que han muerto iconos como Kurt Cobain, Janis Joplin, Jimi Hendrix, Jim Morrison, quienes se llevaron su vida por delante al no poder sobrevivir a la fama o al consumo de sustancias prohibidas.
El cuerpo de La intérprete de “You know I’m no good” fue encontrado sin vida un 23 de julio de 2011 en su apartamento de Londres. Dejaba atrás una carrera en la que se convirtió en la primera británica en obtener cinco premios Grammy por su disco Back to Black, un material que marcó una notable influencia en cantantes como Adele, Lady Gaga o la enigmática Lana del Rey. Su sonoridad regresa a los orígenes de géneros como el soul y los reviste de una pasmosa actualidad.
Amy estuvo en la cima y mantuvo una férrea lucha contra ella misma para no caer de la cúspide en la que se daban la mano todos sus demonios internos y a la vez sus enormes ganas de vivir. Amy era una muchacha londinense que se convirtió de la noche a la mañana en un símbolo de la música británica tras la publicación de su primer disco Frank y puso el mundo a sus pies. Disfrutó el placer del éxito que, por otra parte, vino acompañado de duras exigencias profesionales y personales de las que no supo zafarse a tiempo.
La cantante disfrutaba las relaciones con sus amigos, con su familia, pero cuando se enfrentaba a todo lo que conlleva ser una figura de altos kilates, como lo era ella, se sumió en un torbellino de excesos, de ansiedad, que de a poco le fue pasando por encima.
En sus conciertos reunía a legiones de los seguidores y se convirtió en uno de los nombres más solicitados en el cartel de los principales escenarios del mundo.
Su trayectoria, bien vista, fue vertiginosa. Publicó solo dos álbumes de estudio, pero le bastó para trascender las fronteras genéricas y colocarse en los primeros puestos de las listas y en el interés del público con canciones como “You Know I’m no Good”, “Rehab” y “Back to Black”, que dio nombre a su disco debut.
Tras su muerte fue estrenado en 2011 el álbum póstumo Lioness: Hidden Treasures, que alcanzó altas cotas en el Reino Unido.
La vida de la cantante fue reflejada en el documental Amy, del cineasta Asif Kapadia. La obra se basó especialmente en entrevistas con amigos y personas vinculadas a la artista, grabaciones caseras que la muestran cuando era niña, canciones inéditas y revelaciones sobre su entorno personal.
Amy tenía todo para consolidar su carrera en la cima del mundo de la música. Así lo demuestra el ascenso meteórico de una cantante que logró todo en su breve vida artística, pero no pudo vencer la terrible pelea contra los excesos y las exigencias que a veces convierten a la fama en un laberinto sin salida.