Apuntes del langostino remolón: Antes de los play off

La ultra reaccionaria Comisión Nacional de Beisbol confirmó la sanción impuesta a Freddy Asiel Álvarez después de aquel conato en el que el lanzador propinara un par de alevosos bolazos y Demis Valdés saliera con un bate en zafarrancho de guerra. Freddy Asiel, que no es ningún santo, sino un insolente pitcher que en Cuba se pavonea por su comprobada calidad, pero que allende los mares se acoquina de mala manera, no podrá jugar la postemporada de la Serie Nacional. Algo que, sinceramente, resulta injusto, no era para tanto.

Los especuladores no se han cansado de culpar a Víctor Mesa, quien, según dicen, metió las manos para quitarse de arriba al hombre que le aguó la fiesta el año anterior. Por suerte Vladimir García se lesionó en una subserie no con Matanzas, sino la legión de detractores que acompaña a Mesa a todas partes, como su lazarillo más fiel, ya habría regado la bola de que el hombre incidió en la lesión de Vladimir. Otro con las mismas características de Freddy Asiel, los producimos en serie. Aquí parece que juegan con un cuchillo encajado en la media, y en el extranjero no pasan de uno y dos tercios.

Lo cierto es que el Mokongo ha llevado a Matanzas a un nivel insospechado. Yasiel Santoya, que las tenía todas consigo para haberse retirado ya y haber negociado una misión a Venezuela como profesor de Educación Física, está bateando más de trescientos y decidiendo partidos a diestra y siniestra. Esa gente está jugando como si estuvieran poseídos, como si se les montara Changó antes de cada partido y entraran en trance durante nueve innings. Vuelan las bases, fachan líneas incómodas, remontan partidos cuando mejor les parece. Aunque su mística es rara, mezcla de Engels con Babalú Ayé. Parece que Mesa se los exige. Entrevista que les hagan, entrevista en que ellos agradecen al Gobierno y al Partido, así se estén recuperando de una lesión. Primero un saludo para las autoridades, y después al fisioterapeuta.

La pelota cubana vive, sin exagerar, un estado guerra. Das un pelotazo, uno solo, así sea con curva, y te botan. Es como cuando te robas una lata de leche condensada en medio de la guerrilla y te fusilan por ello. Con el mínimo roce los árbitros se exasperan, los pobres, pierden la cordura, como si los pelotazos fueran un suceso nuevo del beisbol. Pero no solo los árbitros se exaltan. Hace dos o tres subseries el estratega de Vargas, quien a juzgar por la demacración de su rostro parece dirigir no los Industriales, sino el Ministerio de Agricultura, puso a cinco infields y dejó dos jardineros, todo para que su pitcher, acto seguido, y esto sí ya es hilarante, diera cuatro bolas, con wild incluido, tirando por la borda, sin más, semejante movida del sesudo de su manager. Vargas terminó encabritado, vociferando. No sabemos si por culpa de su pitcher, por culpa de que lo habían barrido, por culpa del conteo, o porque no hay papas en La Habana.

A su vez, para contrarrestar el tema de la violencia, Higinio Vélez no tuvo más feliz idea que reunirse en Pinar del Río con glorias deportivas de la provincia y llegar a la conclusión de que las actitudes negativas se deben a la –agárrense- “falta de trabajo político e ideológico en la base”. Pregunto: este hombre, ¿qué clase de pito es el que se fuma? En el encuentro agregaron, además, que era necesario “incorporar mayor cantidad de atletas a las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas, (…) ente en la formación de valores.” Lo que no aclararon es si tales crecimientos partidistas deben hacerse antes de que los atletas cometan la violencia o después de ella, como un método, digamos, de reeducación.

Es decir, a Demis Valdés, por ejemplo. ¿Qué le toca por agredir con un bate? ¿Crecimiento directo al Partido, miembro de alguna Asamblea Provincial, o igual tiene que transitar por la UJC? De quien no deben quedarnos dudas es de Freddy Asiel. Si no es miembro, háganle el proceso ya. Corran. Como parte de la campaña nacional que intentó redimirlo, y mostrar un héroe desvalido, Granma publicó una entrevista a cuatro manos con el pitcher villaclareño. No sabemos si lo entrevistaron pacíficamente, o si un periodista lo maniató mientras el otro le sacaba las palabras de la boca, pero lo cierto es que lograron que Freddy Asiel dijera que es de aquí y que esto no lo cambia por nada.

Era el susto que teníamos todos, desde aficionados hasta dirigentes, y Granma, al menos por un segundo, logró aplacarlo. Temíamos que Freddy Asiel agarrara una lancha y se marchara a la Gran Carpa. Pero supimos que no, porque, según declaró, él es de sus niños, de su esposa, de mamá Rosario y del cariño de Candita y La Santiaguera, dos yegüitas que no cambia por nada.

Después leímos con calma, y entendimos que no hay garantía alguna de que Freddy Asiel no emigre. Primero: si la nacionalidad depende de dos yegüitas, y ninguna se llama Palmiche, debe ser que la nacionalidad no anda muy bien. Y segundo: si Freddy Asiel decide dar el brinco, le van a obsequiar la suficiente cantidad de millones como para que pueda llevarse a sus niños, a su esposa, a mamá Rosario e incluso a Candita y a la Santiaguera, sus dos cariñosas yeguas. Se puede llevar, de un salario, al Rodeo Nacional en pleno, con amazonas incluidas, y hasta a los dos periodistas si le da la gana, aunque todo ello le cueste la militancia.

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