“Sufro la inmensa pena…”. En 2003 se escuchó nuevamente, pero con la voz íntima y el corazón gitano del cantaor Diego El Cigala, que nos devolvía a los cubanos un repertorio de canciones nuestras bastante olvidadas y nos trajo a casa, en la era del DVD, los dedos prodigiosos, la música inextricable del gran Bebo Valdés.
Hace ya quince años de la publicación de un disco que le dio la vuelta al mundo, Lágrimas Negras, con la venta de más de 1 millón de copias y en lo que fue un notable experimento de fusión intergeneracional, de texturas musicales y sentimentalidades aparentemente muy distantes.
Canciones como “Lágrimas negras”, “Veinte años” y “Se me olvidó que te olvidé” no solo fueron cantadas sino también actuadas mientras nacían nuevas en el proceso de grabación y en disímiles conciertos. Así lo demuestra el testimonio cinematográfico que acompañó el fonograma y del que se encargó también el director y productor español Fernando Trueba.
Se les llamó la pareja revelación y alguna prensa bromeaba al mencionar a Bebo El Cigala y Diego Valdés.
Para El Cigala, que ha comenzado una gira internacional para rememorar estos quince años, “Lágrimas negras” la posibilidad de trabajar con Bebo Valdés es “lo más bonito que me ha pasado en la música”.
“El mayor premio que tuve fue conocer a Bebo Valdés. Cuando le conocí, conocí a mi héroe. Dios lo tenga en la gloria”, ha dicho del pianista cubano que murió a los 94 años en Estocolmo, Suiza, en 2013.
En una entrevista de 2003 para el diario español El Mundo Bebo Valdés describió musicalmente a El Cigala: “Tiene la tristeza y el sentimiento de un barítono cuando baja, y la bravura de un tenor cuando sube. De una nota muy grave puede llegar hasta una muy aguda sin desafinar. Desde el principio le dije: ‘Nunca dejes de ser tú, porque de lo contrario, lo que hagamos juntos no tendrá ningún valor’”.
¿Quién hizo que Bebo abandonara el país al que honró de tal manera?
¿Cómo se ha celebrado su genio musical en Cuba?
Un músico sólo comparable a Mario Romeu, Machito, Lecuona.
El hombre abandonó toda la gloria vivida y se retiró a Suecia a manejar un taxi. Su hijo mayor no sabía que él tocaba piano. Dicen que la renuncia es el mayor sacrificio del amor.