Le pedí a Lázaro Morúa que con su armónica esbozara un blues, al estilo de esos de New Orleans. Pensé que lo retaría, pero el artista, tan habituado a esos desafíos, dejó salir los acordes más sensibles que había escuchado.
“Desde muy joven estoy muy ligado a este instrumento, que es fácil de aprender y tocar. Es un instrumento común. Tengo un método ya al respecto que todavía no he presentado para publicar”, dijo a OnCuba Morúa, esa mañana en que accedió a develarnos buena parte de ese medio siglo que lo ha atado a la música.
Cuando le confesé que me sorprendía esa conexión suya con la música norteamericana, Lázaro se ruborizó, pues evocó aquella época en su natal Sabanilla del Comendador, un pueblo ubicado en Matanzas. Allí su padre, médico de profesión y también músico de una orquesta de jazz, le mostró esos caminos a él y a sus siete hermanos.
“Teníamos la costumbre de escuchar a nuestros padres cantar para nosotros. Cada uno de nosotros tenía que interpretar una canción de época. Eso nos preparó para el futuro. Así pasó con mi hermano Kiki (Leoncio Morúa), quien creó Los Zafiros y montó las voces de esa célebre formación musical”.
Lázaro se inició en las artes plásticas, pero también escribe, “sobre todo, cuentos infantiles que no he publicado, pero los tengo ahí”, aseguró, y añadió que viene de una familia de artistas, ya que Maité y Alberto Vera son primos suyos.
Pero fue la música una pasión que hoy, a medio siglo de haber comenzado en esas lides, siente cercana, viva dentro de él.
Su formación académica tiene un buen momento en la Escuela de Música Moderna. Recuerda que “Formell era maestro de bajo allí, también Oscar Valdés, de percusión cubana; y Fausto Rivero García, un afamado baterista cubano del musical, estaba muy informado con lo último del drums en el mundo, gracias a su conexión con importantes exponentes de esa especialidad en la escena internacional. Esto me fue formando y contribuyó mucho en mi vida”.
Luego vinieron experiencias enriquecedoras como su participación en una brigada artística en Luyanó (La Habana); los grupos Los Afro -que “fue el primero que hizo un bojeo a Cuba, y nos presentamos en las embarcaciones de pescadores”-; y Los Dadas, así como el cuarteto Los Nova.
Es muy interesante ese detalle de su vida que lo cruzó con la música popular bailable. ¿Irakere y Van Van?
Estuve alrededor de dos años con Chucho Valdés. En Irakere hice improvisaciones de jazz, las incursiones cubanas del género. Sucedió con temas como Bacalao con pan y cosas que disfrutábamos muchísimo. Recuerdo que había un número muy conocido, Danza ñáñiga, que Oscar Valdés cantaba y yo después hacía todas las inspiraciones. Con el tiempo, ese sencillo lo retomó Mayra Caridad Valdés.
“Con Chucho mi experiencia fue excelente, también con los músicos de primera línea que integraban la orquesta en ese momento. Había un interés en que yo estuviera allí y ya yo tocaba la armónica.
“Recuerdo que cuando me fui de Irakere, se me apareció Elio Revé Matos a la casa de mi hermana Gisela, para que formara parte de una orquesta llamada la 440, en la que estaba Oderquis Revé. Tuve otras propuestas, pero supe escoger bien lo que quería y mi deseo fue estar junto a Juan Formell y los Van Van.
“Tenía una buena relación con Juan. Le recordé, al entrar a la agrupación, cuáles eran los géneros en los que me desenvolvía: el jazz, la música norteamericana y también la cubana. El líder del «tren» me dijo: ‘Morúa, no hay problemas. No quisiera perder nuestro estilo, porque nos descaracterizamos. Vamos a trabajar en tu caso, un 50 por ciento de música popular bailable y otro 50 de lo que tú haces. Yo voy a hacer los arreglos para ti’.
“Fue de acuerdo mutuo y funcionó. Recuerdo algunos de los números que interpreté con la orquesta: Y lloré (una versión de un tema de la banda estadounidense Chicago), Elisa –un bolero de Formell dedicado a su hija-, y El tren de Jagüey; mientras que A una mamita, lo cantábamos Pedrito Calvo y yo. Todos fueron hit parade en las emisoras. Este fue un trabajo muy cómodo y lo percibí desde el primer ensayo con la agrupación en el cabaret Tropicana”.
Músico versátil, Morúa se considera un hombre con suerte porque ha podido incursionar en diferentes géneros musicales y eso lo ha “enriquecido” como artista. Ha colaborado con noveles artistas como el cantante David Blanco y el trompetista Yasek Manzano.
“A mí me gusta más el entrecruzamiento de las corrientes musicales que la fusión. Es como una jaba de yarey, cada arista tiene que irse hacia dentro y usted ve que se extienden en un punto y por dónde se cruzan. Hay un detalle importante, yo siempre tiendo a ayudar. Esto hace que los jóvenes tomen confianza y fe en uno”.
Lazarito Moria…cuanta alegria me produjo este articulo de destaque de su quehacer y andanzas por el derrotero de su universo musical. Gran figura humana y un musico sensible, polifacetico y bien informado. Recuerdo tertúlias en mi casa entre buen jazz y descargas llenas de las mejores influencias de lá época. Cuanto me custaria darle el abrazo que quedo pendente cuando parti. Ache, êxitos y bendiciones Lazarito…