Esencial sí, y brutal

Fito Páez ofreció un concierto en La Habana como parte del programa del Sexto Festival Leo Brouwer de Música de Cámara / Foto: Amílcar Pérez Riverol

Fito Páez ofreció un concierto en La Habana como parte del programa del Sexto Festival Leo Brouwer de Música de Cámara / Foto: Amílcar Pérez Riverol

Salió al escenario como si la sonrisa y las canciones bastaran para no cometer el desatino de envejecer. Salió al escenario sacándole al Karl Marx el más cuantitativo aplauso que yo le haya escuchado. Dueño de sus luces, de sus ecos, de su aire. Salió una vez más a encontrarse con la ciudad. La ciudad que lo extraña y lo contiene. La ciudad que se deja la garganta para que él no cante sólo. La ciudad que con sus canciones, un poco, ha logrado  sobrevivir estas millones de resacas. Salió Fito anoche para abrazarse a la ciudad. Y fue tremendo. Una vez más este flaco sin ismos, fue tremendo.

Se metió entre nosotros con su sonrisa que aún tiene forma de infancia rosarina. Se metió entre nosotros con sus gestos que tanto se parecen a la libertad. Se metió entre nosotros subiéndose a las teclas del piano, disparando su poesía impar, su rebeldía sintomática. Se metió entre nosotros por esa avenida que abren sus canciones y que van a parar a un lugar que no es anatómico, sino esencial. Se metió entre nosotros con esos gestos de loco querible, y sonriendo nos dio a cada uno un pedacito de luna. Se metió entre nosotros con la confesión de sus desafíos con Santi y segundos después lo dejó bajar y que estuviera un poco más entre nosotros, prestándole para el viaje, su Cable a tierra.

Fito le queda bien a la ciudad. Y ella ofrece su piel para que sus canciones, sus manos y su piano, la acaricien. Le ofrece su cielo, y un lote de sus nubes, para que él caiga en aguacero con sus versos y le desnude un vestido y un amor. Es evidente, la ciudad y Fito son íntimos. Anoche, otra vez, ella tenía un clavel, él manos. Las manos con que hace volar las mariposas de su piano. Las manos con que doma el desafío de su pelo. Las manos con que aplaudió a las miles de gargantas que ayer le prestó para los coros la ciudad. Una vez más Fito y la ciudad se fueron a disfrutar, después del amor.

Anoche fue Esencial, sí. Pero Fito, tan grande, tan inmenso en esa filosofía de dar es dar, con ese regalo de desafiar los tiempos donde nadie escucha a nadie, se fue unos mares más allá, y llevó su concierto de ayer de lo Esencial, a lo brutal.

Foto: Amílcar Pérez Riverol
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