Vivió un siglo y el tiempo la alcanzó para llenarse de gloria. La icónica voz de Esther Borja, la damisela encantadora de varias generaciones, finalmente cerró su libro de partituras.
Los medios nacionales lo anuncian desde el mediodía y concluyen de ese modo un irónico mes. Lo comenzaron celebrando el centenario de la intérprete por excelencia de Ernesto Lecuona, Rodrigo Prats y Gonzalo Roig, y hoy, casi al terminarlo, deben despedirla.
Esther María de la Caridad Borja Lima nació en La Habana y se dio a conocer en los circuitos de la radio comercial de la primera mitad del siglo XX, en una Habana pletórica de estaciones y concursos de talentos.
Por la singularidad de su voz, de amplia tesitura, y su dicción clara y pulida, Esther fue invitada a cantar junto Lecuona, en una conjunción que se inmortalizó en la memoria musical del país. Zarzuelas, operetas e incluso guarachas y puntos cubanos integraron un repertorio de centenares de canciones, muchas de ellas, por suerte, registradas para la posteridad.
Pero tal vez el ejercicio que más presencia en la memoria cultural le granjeó fue el programa “Album de Cuba”, que condujo por veinticinco años y donde compartió gran parte de ese vasto cancionero.
Apostó, por más de medio siglo, a cuidar creaciones de la canción nacional, de evocación lírica y costumbrista del paisaje campesino. Era pura voluntad, lo cual reafirmó cuando expresó a Radio Habana Cuba: “cuando todo el mundo quería cantar Tosca o Madam Buterflay, yo me empeñé en rescatar lo cubano”.
A muchos hoy, cuando los medios le recuerden que ha muerto Esther Borja, solo les evocará la memoria los ojazos negros de una damisela encantadora que la televisión nacional repone de vez en vez. Pero el legado es más amplio, tan largo como un siglo.
DESCANSE EN PAZ,NUESTRA DAMISELA ENCANTADORA,NUESTRA INOLVIDABLE ESTHER BORJAS.