Es domingo en la noche y el Salón Rosado de la Tropical estalla al ritmo de una música electrónica que sabe también a rumba, a kisomba, a bossa nova... sonidos todos que DJ Nickodemus hace mezclar desde su consola. Hay allí también mucha gente que solo espera por la timba y la trompeta de Havana D’ Primera, a punto de comenzar. Pero entre uno y otro, sin esperarlo, sube también al escenario El Chacal, y existe allí, noche del domingo en el Salón Rosado de la Tropical, todo un público que canta sus temas y no para de bailar.
Afuera Fabien Pisani, productor musical y director de Musicabana, habla precisamente de lo que ha sucedido en los cuatro días del festival, de cómo se articulan todas esas expresiones en su proyecto porque, lo tiene claro: “un festival es un espacio para todas las músicas, donde convivan diversos estilos, incluso el reguetón, porque existe cierto elitismo con el género, y creo que es bastante reaccionario juzgar la música que está bailando todo un pueblo: es algo que ha sucedido muchas veces en la Historia de Cuba, con los mismos argumentos de que no es música, de que no es cubano. No queremos que los reguetoneros se sientan marginados, sino que se vean forzados a renovarse y hacerlo mejor”.
Graduado también de Filosofía y Literatura en Paris, a los 12 años Fabien Pisani ya formaba junto a Descemer Bueno y Robertico Carcasés una banda de latin jazz. Su padre, Pablo Milanés, sembró en su ADN la pasión por la música: “Él ha sido todo en mi formación; esa confianza en lo que la música puede lograr viene seguramente de Pablo”, dice Pisani en esta entrevista a OnCuba donde resume las experiencias de lo que ha sido idear, producir y dirigir la primera edición del Festival Musicabana.
¿Cuándo comienzas a darle vueltas a este proyecto?
Esto es un sueño que viene desde que yo era niño. Recuerdo el Festival Internacional de Varadero. Con un montón de socios descubrimos de pronto mucha música en vivo que no habíamos tenido la posibilidad de disfrutarla. En los años 84 y 85 vinieron muchísimos músicos de Brasil, Chico Buarque, Gilberto Gil, María Bethania, Milton Nascimento, casi todo el rock and roll argentino, también mucha música del Caribe… y aquello fue el ejemplo más elocuente de lo que podía ser un festival. De pronto eso se paró, fue como un trauma cultural, y me quedé siempre con el sueño de poder retomarlo. Entonces el deseo viene de ahí, de promover a La Habana como una capital musical y restaurar los puentes culturales con todo el Caribe y el África occidental que han sido dañados.
Musicabana se proyecta como el primer festival entre artistas de Cuba y Estados Unidos, un evento musical de Cuba para el mundo… ¿cuán importante crees que sea ahora mismo tender ese puente?
Para mí es súper importante anclar a Cuba con todo el Caribe, no solo con Estados Unidos, sobre todo ahora que se están abriendo las puertas y estamos expuestos también a toda la industria del entretenimiento; afincar lo que es el ADN cultural nuestro de una manera real y retroalimentar con toda la región ese conducto del cual esta Isla siempre fue el eje.
Actualmente el Caribe tiene una capital financiera que es Miami, pero que culturalmente no resuena, no tiene el mismo arraigo que La Habana. Por eso si lo hacemos bien y se tiene acá la voluntad política para que estas cosas sucedan, este festival es una gran oportunidad de recentrar todo el potencial que hay en la región y ser también un catalizador de dinámicas culturales fuertes.
La música en Cuba no es un subproducto, todo lo contrario, es una manera esencial para nosotros de expresarnos, de definirnos, de reinventarnos. Entonces la idea es promover a La Habana como una capital musical a nivel mundial y eso significa también exponer al público cubano, sobre todo a la juventud, a nuevas maneras de decir, de hacer música y por otro lado visibilizar a todas esas personas que andan por ahí defendiendo la música cubana con sonidos nuevos, originales, como las Ibeyi y traerlas aquí, a su público natural. El festival es también una apuesta en términos de producción, sobre cómo buscar los recursos para trabajar mejor desde acá y montar un buen show.
En ese sentido, ¿cuán difícil puede ser producir un festival de este tipo en Cuba?
Es muy difícil. Trabajar desde Cuba tiene complicaciones que tienen que ver con razones económicas, burocráticas. Empezamos hace dos años con el proyecto y uno de los desafíos ha sido que entiendan lo que queremos hacer a nivel cultural y desarrollar una relación de confianza con las instituciones culturales en Cuba, y también en el plano internacional.
Los actores de la industria musical en el resto mundo no funcionan del mismo modo, y es que acá no están creados los mecanismos, los protocolos para que el proceso sea sencillo; entonces estamos trabajando también con los agentes, con los representantes para que entiendan el procedimiento y cada vez sea más fácil que los músicos vengan.
El desafío es también económico, porque la ecuación principal de todo esto es lo que se conoce como box office, la venta de entradas, pero la economía nacional no permite financiar un evento cobrando 2 o 5 CUC en la taquilla, por eso la idea es trabajar con patrocinadores que le encuentren un sentido y apuesten por esto.
Al inicio de su convocatoria, Musicabana se concebía como un festival de mayor alcance, se esperaba la presencia de artistas de renombre como el jamaiquino Sean Pau y el brasileño Carlinhos Brown, pero las mismas dificultades para completar a tiempo los protocolos que permiten la presentación de artistas internacionales, según explica Pisani, impidieron que estuvieran en esta primera edición del evento.
“Pero todos ellos tenían la disposición de venir, no los hubiésemos anunciado si no hubiéramos tenido todo coordinado con ellos”, agrega: “Nuestro interés es crear un evento de referencia a nivel regional, pues esa credibilidad es la que permite que la gente luego apueste por ti y venga dispuesta a vencer todos los obstáculos.
“De alguna manera el esfuerzo que significó concretar el concierto de Diplo y Major Lazer nos preparó para esto, pues esa fue la antesala de Musicabana: Primero lograr que entendieran aquí quiénes eran ellos y el sentido de esa música, y luego para ellos comprender cómo funcionan las cosas en Cuba en términos de contratación, de condiciones técnicas. Al final el concierto fue un éxito total, han dicho que el más importante de su carrera. Entonces nuestro propósito es trabajar de manera nativa, con lo que hay aquí, y crear algo que sea sustentable. Esa es la apuesta: fortalecer los servicios técnicos de Cuba trabajando con equipos multidisciplinarios e internacionales”.
¿Qué se proponen para la segunda edición? ¿Cómo la piensan?
Crecer orgánicamente. Hacerlo mejor y tener más música. Yo tengo parámetros claves de lo que sería para mí el éxito de todo esto: mantener por ejemplo 2 o 3 bandas africanas todos los años, traer bastante música caribeña, incluir el cine. Debemos trabajar también no solo en el show sino en los after partys; que no solo sea entrar y salir sino una experiencia continua, una fiesta de la música, y que llegue a otras plazas, que el festival sea la ciudad.
El cine también ha sido un lenguaje esencial para Fabien Pisani, autor y productor del filme Siete días en La Habana… ¿Qué otros proyectos centrarán tu atención en lo adelante?
Mi medio natural es la música, para mí la música es lo que mueve el mundo y no estoy haciendo esto porque tenga la ambición de ser promotor, realmente es un trabajo engorroso y es un negocio compuesto por muchas cosas que no me interesan, pero es el precio a pagar para poder hacerlo. Mi sueño es abrir un gran espacio para la música, traer muchos artistas a Cuba y promover no solo el festival sino hacer eventos como el de Diplo durante todo el año… Estamos ya trabajando en un encuentro acá a finales de junio con raperos americanos, y también en otros proyectos para julio y agosto de música electrónica y jamaiquina que no pudimos traer ahora al Musicabana.