Vivir en el oriente cubano y desde allí proyectar su arte es otro muro que José Alberto Tamayo Díaz ha tenido que brincar. Para diversos creadores que no residen en La Habana, es una verdadera odisea colarse, por ejemplo, en los medios de comunicación de alcance nacional. ¿Cuántas orquestas, intérpretes, conjuntos danzarios y artistas visuales “de provincia” se presentan anualmente en renombradas galerías y teatros capitalinos? El persistente habanacentrismo, insuflado a veces desde instituciones culturales, disminuye al movimiento artístico del llamado “interior” del país.
“El tema está en no creer en las barreras y, si te ponen una, sáltala”, nos confiesa José Alberto, nacido el 19 de marzo de 1968 bajo el frondoso árbol del Bayam, y con tres décadas dedicadas al canto. Aficionado ayer, profesional hoy, es posible que a Tamayo Díaz no lo conozcan demasiado en el centro u occidente de Cuba, pero sí en casi una veintena de países.
Quizás pocos cubanos sepan que está nominado al prestigioso Grammy a entregarse en 2021, galardón que entrega la Academia Nacional de Artes y Ciencias de la Grabación de Estados Unidos, y podríamos decir que equivale a los muy conocidos Premios Óscar en el cine. A lo mejor después de este logro su voz e imagen se filtren en el olvidadizo Lucas (programa televisivo dedicado a la promoción del video clip que se hace en la Isla) o en el repetitivo hit parade de la radio nacional. Para sus paisanos Cándido Fabré y Wilfredo “Pachy” Naranjo (Premio Nacional de la Música) alcanzar el puesto que tienen demandó ingentes esfuerzos… y años.
Fue un empresario español quien lo bautizó como “El Ruiseñor”. Asumió el calificativo no por creer que sea mejor que otros, sino por la fidelidad de esa especie, que muere en el encierro y fundamentalmente lo canta todo.
Música cubana en las puertas del cielo
Sobre los escenarios interpreta el 70 % de sus canciones. Los premios que ha recibido hasta hoy llegan desde Canadá, pasando por Ecuador y México, aunque la mayoría se queda en la ciudad natal.
¿Se es mejor artista cuando llega una nominación de este tipo?
Es muy importante lo que está pasando y estoy extremadamente orgulloso por estar al más alto nivel. Es el sueño de cualquier artista. Pero sigo siendo la misma persona: guajiro humilde que canta debajo de una mata de mango y que hoy tiene un proyecto interesante en el centro cultural recreativo “Guajiro Natural” (homenaje al cantautor Fernando Borrego Linares). Estar nominado… ¡caramba!, todavía no me lo creo.
No soy de academia, no he estudiado música. Sin embargo, toco piano, guitarra, percusión y hago mis propias canciones. Vengo del movimiento de artistas aficionados, de la casa de cultura de Bayamo y he cantado con algunas orquestas como invitado.
Háblame de tus profesores y esos otros cantantes que asesoran tu desempeño.
La escuela de la música cubana es Miguel Matamoros y Sindo Garay, son todos aquellos que defendieron nuestros más autóctonos géneros. Me nutro de eso: de la música tradicional cubana, de un buen son; me alimento muchísimo de los grandes de la trova de todos los tiempos. Me gusta todo el que “la ponga buena” y lleve en sí la defensa de las raíces. Mis referentes son Oscar D´León, Andy Montañez, Willie Colón… Pero nadie como Benny Moré. Eso sí, he luchado por no parecerme a nadie y seguir con mi propio estilo y características.
Bayamo es referente de la canción trovadoresca, pero tú defiendes el género bailable. ¿Por qué?
Soy un defensor del bolero, la balada… Pero los tiempos me llevaron a mover un poco el ritmo y a convertirme en un sonero inigualable, según Cándido Fabré. Le cogí “la cosquilla”, a tal punto de que quienes llegan a mis conciertos piden algunas canciones de este género.
Tuve el privilegio un día de improvisarle al “Faraón de la Salsa” y me elogió. Así pasó con Los Van Van y recibí buenas críticas del maestro Juan Formell. Entonces, si tantas personas importantes dicen que voy bien, pues sigo ahí defendiendo la música bailable cubana, esa que hoy nuevamente está tocando las puertas del cielo.
“Necesito el oxígeno de mi ciudad”
Sobre la producción nominada al Grammy, ¿cómo nació y desde cuándo formas parte del catálogo de Tumi Music?
Después de escuchar mis descargas, Mo Fini (presidente de Tumi Music) se acercó, me dijo que le gustaba mucho mi voz y carisma. Así nació Mi tumbáo, con diez canciones, ocho de mi autoría. Agradezco a Dios haberme puesto en el camino a Mo Fini, al arreglista Geovanis Alcántara y a un gran amigo de tanto tiempo que es Cándido Fabré, con quien comparto el tema “Cualquiera resbala”.
Es un altísimo reto cantar fuera del “circuito capitalino”. ¿Cuánto cuesta y pesa ser intérprete desde la zona oriental de Cuba?
Es muy difícil desde aquí llegar a cualquier parte del país o del mundo, pero he cantado en diversas naciones: Rusia, Canadá, Guayana Francesa, Guadalupe, Martinica, España y Panamá. Algunos empresarios se han interesado en lo que hago. Es complejo, sí, llegar a los medios nacionales de difusión, pero seguimos “fajáos”.
¿Después de esto seguirías “atrincherado” en tu querida ciudad o manejas la posibilidad de establecerte en La Habana, por ejemplo?
Siempre en mi “cuartel general”. Soy bayamés y aquí está mi gente. He tenido oportunidades de emigrar no solamente a La Habana sino a otras ciudades del mundo. He trabajado también durante largas temporadas en varios países, pero necesito el oxígeno de mi ciudad: las palmas, el barrio… Puedo cantar en cualquier sitio, pero siempre, siempre, vuelvo a casa.