Así creció Liuba, con ese olor de raíces frescas del cual no se ha podido desprender. Siendo apenas una niña, tomó la guitarra para escribir en su carne maderera las tonadas que hoy hilvanan los 30 años de su carrera artística. Cuenta que en su casa era frecuente escuchar una buena décima o una guajira, sonoridades que siguen latiendo en sus canciones. Los domingos, la fiesta llegaba de la mano de Ramón Veloz, las décimas de Naborit o la obra de Miguelito Valdés.
Una mujer sigue poblando el silencio con las criaturas de su canto. Hay una melodía que percute adentro como un tambor desesperado y un verso por decir que desata los asombros. Entre zonas de luz y sombras, la mano que remueve los fantasmas, se transforma en esquirla. Una verdad la define. La culpa la tiene la guitarra.
Tu amor es el canto mío
Creo que la finalidad del arte es ofrecer misterios, símbolos. El arte no es un adorno, pero soy defensora de lo hermoso. A través de esa belleza tiene que haber señales que nos hagan crecer; sin eso el arte sería hueco, solo escenografía, comenta Liuba, mientras aparta algunas plantas que se le enredan en la garganta y le florecen en los ojos. Sonríe y sigue hablando. Creo en la austeridad, en la honestidad. Cuando una canción es sincera tiene un sentido de utilidad; sobre todo, entendiendo lo útil desde la perspectiva martiana, confiesa. Para la trovadora, solo de ese modo se pueden hacer temas con la capacidad de explorar esas vidas que la canción va atravesando y que dejan huella en la sensibilidad del público.
“Soy una mujer privilegiada por haber podido hacer la música que he querido. Acercarme al ser humano ha sido lo más maravilloso, lo que más me ha movido. Lo que me mantiene viva en la creación es que a través de las canciones, de las preguntas que me sigo haciendo, estoy hurgando en el espíritu de la gente y no dejo de sentir señales, códigos que uno va aprendiendo a recibir y a regalar.” La ternura se convierte en una forma de libertad. En el resumen de estos treinta años subyace la posibilidad de ser consecuente con la obra personal. “Creo que ha sido más por valentía, por instinto, por ese impulso que aprendí en casa con mi madre. He podido cantar lo que he soñado, sobre todo los géneros que escuché desde niña, como es el caso del son, la habanera, la guaracha y la guajira”.
Cómo decirle a la guitarra
Con una decena de fonogramas que revitalizan géneros menos conocidos en el actual panorama de la música, la trovadora ha sabido seguir un camino propio. Sus “hijos”, como llama a cada uno de sus discos, fueron partos difíciles, pero siempre fecundos. “Coloreando la esperanza fue realizado casi por intuición, significó llegar al estudio como a la sala de parto. Es un disco que agradezco a Pablo Milanés, que me dio la oportunidad de grabar, sin conocerme personalmente. Había escuchado algo de mi trabajo y cuando creó la fundación que benefició a tantos artistas como Polito Ibáñez y Rául Torres, me llamó a grabar.”
Luego vino Alguien me espera, una continuidad del primer disco, pero un tanto barroco, con mucho diálogo y una exploración profunda de todos los instrumentos: el violín, el chello, el laúd. “Es un disco con el cual sacié una sed profunda que tenía de hacer ese tipo de música”. Del verso a la mar, es más reposado, más sencillo, sin ser simple y la voz es la máxima protagonista; tal vez, por eso, algunos dicen que es su disco más trovadoresco. Llegó después Ilumíname y la antología de habaneras. Este último fue un proyecto difícil en cuanto al proceso de producción. “Para mí fue una escuela gracias a la doctora María Teresa Linares, que me dio un volumen importante de habaneras no registradas”. Por otro lado, está la antología de tangos que se gestó durante tres años. Según Liuba, ese fonograma es una mirada hacia atrás, un homenaje a su generación.
La cantautora declara que en medio de contextos complejos donde la industria del disco atraviesa precariedades y limitaciones, es responsabilidad de cada artista construir un proyecto sin hacer concesiones que aseguren la venta. “Yo siempre he grabado lo que he querido y cuando estuve con una discográfica extranjera supe defender lo que yo quería”. Yo siempre guardé mi instinto, me dice. “La culpa la tiene Silvio, Serrat, las canciones que están en mi formación, la guitarra y las enseñanzas de mi madre. Esos fueron mis mejores defensores.”
Adivina, adivina quién será
La música destinada a los niños tiene en Liuba un espacio reconocido. Su cofradía con la escritora y compositora espirituana Ada Elba Pérez, trajo a la luz obras que todavía enriquecen el universo cultural de las nuevas generaciones. Tres décadas después, Liuba sigue haciendo conciertos para el público infantil y de vez en cuando se le ve formando parte de proyectos educativos para la defensa de la naturaleza y los animales. Es su canción un sitio para el juego, la poesía y el pensamiento. Su preocupación sigue siendo la formación artística y humana de los niños.
“Creo que siempre han existido buenas obras de compositores de música infantil. Pero es una responsabilidad de quienes asumen los programas de difusión, buscar a los mejores exponentes de esa música. De igual modo, la música de Teresita Fernández necesita promoverse mucho más. Todavía hay canciones suyas que son apenas conocidas. Es una responsabilidad de todos y hay que empezar por la casa, lo nuestro y por lo mejor de nosotros: Teresita Fernández.”
Guitarra y cuerdas de mujer
En Liuba palpita la savia de muchas mujeres. Por eso, se identifica con la obra de grandes cantautoras que también han realizado aportes significativos a la cultura cubana y reconoce que todavía existen prejuicios con el tema de las creadoras. “En una antología de trova te encuentras una canción de Marta Valdés y otra de Teresita Fernández y hay muchas compositoras que son muy buenas, también de esa generación, que se han perdido y que no están registradas. Desde la autenticidad femenina se pueden hacer grandes obras y esa es la manera de defender ese espacio que también es de nosotras. ¿Escritura femenina? Creo que hay un pensamiento femenino, eso no es ser sexista. Creo que hay mujeres con obras interesantes. En todas las épocas han existido, más conocidas o menos conocidas. Las he visto en diferentes provincias, algunas no son muy promovidas por los medios, pero ellas siguen defendiendo una manera de hacer la canción.
Versiones en carne y madera
Yo tengo tantos amores. Tengo fantasmas que viven en mi casa. Dar con Ada Elba Pérez fue un premio, he sido feliz de conocer a personas como Ada, con sueños e intensidades similares a las mías. Yo soy hija de guajiros y creo que nací por equivocación en La Habana. Toda esa cultura, esa manera de ver la vida está contenida en mi obra. También tengo infinitos amigos y muchas canciones.Considero que a mí la Nueva Trova me marcó definitivamente, como a toda mi generación. Ese movimiento define un antes y un después en la música cubana. Sin ella, yo haría canciones, pero serían otras canciones. Y vería la vida de otro modo. Sin haber escuchado a Silvio y a Pablo, no sería la misma persona, nos dice y otra vez la hierba crece en el espacio que va de sus manos a la guitarra.
“Siempre hay una niña rondándome. Es difícil apartarme de determinados juegos que están en mi entorno. Equivocarse es también una manera de crecimiento. Soy una mujer que piensa que el futuro es este momento. Vivir es buscar, esa es la magia. Nadie sabe todo. La única sabia es la naturaleza y el tiempo que es infinito”. Liuba se parece a la corteza de ciertos árboles que nunca envejecen. Por eso, cuando escucho sus canciones, percibo ese olor definitivo de raíces del cual no se ha podido desprender.
Por: Yenys Laura Prieto Velazco
Bravo, Yenys Laura, bravo!!!