“La fe es lo más grande que puede existir. Hay que creer en algo, en ti, un santo, en Dios, en una piedra. Un ser humano sin fe no es nada”, dice Luna Manzanares. Así, vestida de blanco me recibió esta hija de Oshún, vocalista versátil y de prolífera carrera, quien este 30 de diciembre estará ofreciendo un recital que pretende ser un recuento de 10 años de canciones.
Y en un repaso también de su trayectoria musical, influencias, sueños y definiciones cuenta a OnCuba esta Luna renovada que ha previsto un concierto para cerrar el año que pretende ser el cierre de un ciclo, donde se mostrará incluso más cercana a la música bailable: “Quiero acostumbrar al público a ver ese cambio, como evolución”, agrega.
¿Cómo fue el primer contacto de Luna con la música?
Está en mi ADN. Fue protagonista de mi vida desde pequeña. Mi madre, Ana María Nardo, es pintora y realizará una exposición en el contexto de mi concierto. Mi padre era escenógrafo y director de arte. Trabajó con Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, con Teatro Estudio. Es decir que siempre estuve marcada de cerca por el arte en sentido general. Además, mi abuela cantaba muy bien, mi madre también fue actriz de teatro musical, de hecho, protagonizó Mary Poppins, uno de los últimos teatros musicales de los 90 del pasado siglo en el Teatro América. Cantar era algo que estaba a la orden del día en mi casa.
¿Y cuándo decides probarte como cantante?
En realidad decido presentarme a las pruebas en una escuela de música cuando todos pensaban que iba a ser pintora. Tenía aptitudes y aún me gusta pintar en mis ratos libres que ahora son bastante limitados por mi carga de trabajo. Pero la muerte de mi padre me marcó muchísimo y viendo un día De la Gran Escena mi mamá me dijo que a él le hubiese gustado que yo fuera chelista. Entonces fue como una sentencia, marcada por su deseo.
Me presenté por chelo en la escuela Guillermo Tomás, en Guanabacoa, pero no me escogieron. Fue bueno, porque a pesar de que es un instrumento precioso, es sumamente difícil, requiere concentración y mucho afán, y yo siento que soy más volátil, menos de dedicación y más de impulso. Otra señal de la vida.
Pasaron los años y conozco a una entrañable amiga, Camila Martell que es primer atril de los segundos violines de la Camerata Romeu. Un día, cuando ella comenzó a estudiar en el Conservatorio de Música Alejandro García Caturla la visité y al verla ensayando quedé cautivada. Ahí supe que estudiaría música y se lo planteé a mi madre y ella me dijo, “tienes que estar segura, desayunarás música, tienes que vivir para la música”. Me llevaron nuevamente a los exámenes, esta vez en la escuela de nivel elemental Paulita Concepción y entré en Dirección Coral con primer escalafón.
¿Cuáles eran tus influencias musicales entonces?
Ese espectro musical tan diverso existente en casa me posibilitó tener influencias muy disímiles, pues mi abuela me arrullaba con 20 años, “Mariposita de Primavera”, mi papá lo mismo escuchaba una sonata de Mozart, que Elena Burque, Kc and The Sunshine Band o Ella Fitzgerald.
El jazz siempre estuvo ahí, inoculado, pero me encuentro en mi generación con otros músicos que estaban inmersos en ese proceso en nivel medio, en el conservatorio Amadeo Roldán, que lo estudiaban técnicamente. Fui sintiendo afinidad con ellos y en segundo año me presenté al Jojazz y alcancé primera mención.
Solía compartir con Yissy García, una excelente baterista muy conocida hoy, quien me acompañó en ese Jojazz; Roger Rizo, Emir Santa Cruz, Michel Herrera, Carlos Ríos, Gastón Joya. Todos con presencia fuerte en el Festival de Jóvenes Jazzistas. De una forma u otra he compartido con ellos y nuestras carreras musicales han tenido puntos de encuentro.
¿Eso definió tu línea de proyección futura?
Tenía en mente hacer carrera de solista. A partir de ahí me dije que quería cultivar ese género. Los primeros años trabajé con Emir, con Michel, formé parte de sus agrupaciones. Esos son los inicios muy de bajo perfil, sutiles, quizás porque el Jazz no es un género de los más conocidos o extendidos.
En la última década, por suerte, su desarrollo ha sido gradual y progresivo. En 2009 me gradué en la Amadeo Roldán y comencé mi carrera de aprendizaje y renovación constante. En esa etapa fue sumamente muy importante para mí la influencia de Haydeé Milanés. Con ella aprendí mucho sobre cómo tener una carrera de solista. Me dio la posibilidad de contar con los primeros espacios para presentarme ante un público más masivo. Yo era su corista, pero pude cantar temas sola y cuando salía de viaje, le cubría.
¿”Bajo el mismo Sol” y “Tierras de Fuego” resultaron entonces el punto de giro y despegue en tu carrera?
A los temas de esas novelas llegué a través de una gran amiga, Arema Arega, una artista súper interesante. Por ella llegué a Tavi y Leyva, los compositores de esas canciones y ese fue el momento en que pude despegar para estar en los medios. La difusión es muy importante, pero acá a veces las dinámicas de promoción no se corresponden con el talento. Hay muchos músicos muy talentosos que pasan buena parte de su carrera en la sombra, y otros mediocres están constantemente publicitados por todos los canales de información existentes. Eso sucede en cualquier lugar del mundo, no solo en Cuba.
A partir de ahí prendió mi carrera en solitario. Luego, junto a Enrique Carballea, mi director musical en este concierto del 30 de diciembre en el Mella, nos ideamos “El espíritu de Los Beatles” que fue un proyecto muy interesante y espiritual. Nuevamente tuve un reencuentro con mi papá y mis influencias de niña, además de compartir con excelentes músicos como Alejandro Falcón y todos los demás que se involucraron.
Este proyecto fue un escalón entre la novela y el CD que compartí con Descemer Bueno, con quien interactué por vez primera en Toulouse, Francia en 2011. A partir de ahí comenzó el acercamiento y una dinámica de trabajo juntos. Desde 2013 firmamos ese volumen con la Egrem, solo que por la afortunada intensidad de la agenda de ambos aún no ha salido.
¿Eres otra Luna después de la irrupción del teatro musical en tu vida?
Fue totalmente inesperado, pero me ha traído enormes alegrías. Por desgracia ha sido todo internacional, por ende el público cubano no conoce aún esa faceta. Acá hicimos un pequeño taller experimental pero lo estrenamos este año en París. Un proceso arduo de preparación, acompañado de muchas horas de estudio actoral, de danza, coreografía, expresión y esfuerzo físico. Creo que ahí nuevamente me ayudó la influencia familiar, pues actualmente mi mamá es directora de teatro y entre mi literatura tuve desde muy joven al alcance títulos como “Mi vida en el arte” y “Cómo se forma un actor”, de Stanislavski .
Ha sido una mezcla de corriente familiar fuerte y una dosis de empirismo concienzudo. Por la preparación que requiere enfrentarte al monstruo del teatro musical por primera vez te produce un shock, un golpe de efecto, sobre todo por los niveles de exigencia que encierran París, Broadway o cualquier otro gran escenario de este tipo. De hecho, cuando apareció en mi vida este espectáculo de Carmen en 2014, por dos años seguidos me enviaron a Broadway, a recibir clases de actuación y hasta de ballet clásico. Tienes que dominar elementos técnicos como un saber complementario imprescindible. El musical demanda conocimientos muy variados y todos los recursos que puedas poseer.
¿Qué complejidades tiene Carmen?
Difícilmente pueda hablar de altibajos en el musical. Un protagónico en un musical basado en una tragedia, con una carga dramática bastante sólida, con dos horas y tanto de duración lógicamente resulta muy complejo. Cuando tengo un nivel de trabajo normal, le confiero relevancia al componente físico, y realizo ejercicios, fundamentalmente mucho cardio, para estar a tono con los requerimientos de mis presentaciones. Carmen está casi todo el tiempo en escena y eso eleva el rigor de la puesta y la concentración que debo poseer. Tengo mi tiempo bien cronometrado. Temprano en la mañana ensayos, llegaba de primera a la puesta y casi me iba de última. Trato siempre de no violar eso y los niveles de responsabilidad individual y disciplina, alimentación incluso, son muy necesarios. Además, tienes que estar dispuesto a resolver cualquier situación repentina de tensión que se presente en el escenario durante la puesta.
A mí la canción siempre me ha marcado muchísimo, pero provenir de un género como el Jazz, que prácticamente puede ser fusionado con cualquier otro me ha dado la posibilidad de ser versátil, y me lo he propuesto también. La canción es lo que más fácil se me da, pero dedicarse a estudiar un género y crecer desde la base del jazz, es complejo y a la vez interesante. Ha sido importante para comprender todo lo demás.
¿Qué trae la Luna actual, este concierto en el Mella?
Este concierto se trata de cerrar un ciclo. Hasta ahora he tenido momentos y etapas en mi carrera que quiero mostrar, una transición desde ese entonces hasta este minuto. Por eso el título de Recuento. Habrá temas de la novela, del espíritu de Los Beatles… también estará “La fantasía”, la última canción que el maestro Juan Formell compuso antes de fallecer y que la hizo para mí y para Alejandro Falcón. Es algo muy especial en mi vida y que nadie sabe.
Los invitados son personas a las que admiro o que han marcado algo en mi vida de una forma u otra. Ojalá pudiera tenerlos a todos. Celebraré mi décimo año de vida artística a partir de la mención Jojazz 2006, el 55 aniversario del teatro Mella, la condecoración que hace poco me entregara el estado francés: “Caballero de la Orden de las artes y letras de la República francesa” y quiero cerrar estos episodios con mucha fuerza.
Estaré junto a Telmaris, una mujer muy espiritual que admiro muchísimo, con quien estrenaré una composición mía; tendré además a Descemer Bueno, Mauricio Figueiral, Raúl Torres y Alexander Abreu.
¿Habrá entonces algo de música bailable? ¿Cuál es tu relación con esos géneros?
Me encantan, como a toda cubana. No soy la gran bailadora, pero tengo ritmo. Quizás el atraso de mi primera producción discográfica ha influido en que el público tenga una idea de mí un tanto desactualizada. En ese disco hay una salsa que haré en el concierto con Alexander Abreu. Hasta el momento, como lo que más he defendido es la canción, la gente me encasilla: ella es fina y seria, dirán, algo que es verdad, pero también puedo bailar, cultivar algún tema popular. Siempre romper el canon es difícil, más cuando ya te han colgado esa imagen. Mi primer video clip lleva un vestuario muy sensual, que incluye un pantalón muy corto. Beyonce, Alicia Keys, Rihanna, Madonna o Lady Gaga lo hacen sin problema, por qué yo no. Un artista puede dar muchísimo. La Luna de hoy es abierta a cualquier proyecto que se pueda presentar. Siempre lo he estado. De hecho, un concierto en vivo se trata de vivir otra experiencia. Quiero acostumbrar al público a ver ese cambio, como evolución.
Una palabra que te defina:
Decidida.
La familia:
Unas cuantas toneladas de peso con su influencia. Sumamente crucial.
La Fe:
Lo más grande. Un ser humano sin fe no es nada. Hay que creer en algo.
La Habana:
Nostalgia. No sé cuándo la añoro más, si cuando estoy o cuando no. Caminarla me produce esa sensación de saber lo que es, lo que fue, lo que pudo haber sido, lo que pueda pasarle en el futuro.
Una canción:
“Candil de Nieve”.
Un libro:
“El maestro y Margarita”.
Una película:
“La vida es silbar” o “La vida es bella”.
Tu sueño:
Yo me voy a morir cantando, pero cuando tenga unos cuantos años, quisiera fundar una escuela, que abrigue varias manifestaciones artísticas, incluidas la literatura y arquitectura. Con el nombre de mi padre esa escuela.