Se muere Santiago Feliú y la consternación se apodera del ambiente, de los ojos de la gente, de las letras de lo que escriben. La vida está siempre sobre una cuerda que no vemos, hasta que se rompe y la deja caer. El vértigo de la caída en los que la miran desplomarse se mezcla con la frustración de no saber hacia dónde está yendo. Queda solo la expresión, la mueca de dolor, el suspiro de resignación… y la despedida.
A manera de flores ante una guitarra, siempre más justa para él que una tumba, ponemos el mensaje, el adiós de artistas, intelectuales, amigos en blogs y redes sociales, que precederá a la memoria que nos lo devuelva luego…
(Nota: las palabras fueron tomadas textualmente)
Silvio Rodríguez, en su blog Segunda Cita:
Suena el teléfono a las cuatro de la mañana y pienso que ojalá sea un equivocado. Desde una conciencia adormecida el instinto de conservación lanza ese pensamiento. Si esa llamada no es error ¿qué buena noticia te pueden dar a las cuatro de la mañana? El instinto no traiciona, no miente, viene de un lugar ignoto pero corta como navaja, porque cuando escucho Aurora y después “cuándo fue”, ya la cabeza está en Vicente, que está en Guatemala, en algún accidente de avión o carretera, en un atentado loco.
Pero no es avión ni carretera ni atentado ni Vicente. Es Santiago, el más joven, a quien hace una hora se lo llevó un infarto.
Ayer mismo borré la carpeta donde le puse una selección de fotos de su boda. ¿Por qué llevaba días pensando en él?
Muchas malas palabras se me ocurren. Muchas.
“Son tantas, que se atropellan”.
Iván Soca Pascual, en Facebook
Esta es una noticia triste. Junto a Feliú Vicente coordinábamos algo que el escribiría para explicar lo inexplicable, íbamos a ir a ver en persona a Augusto Blanca Gil, llamar por teléfono a Silvio y a Lázaro Josué García, en fin… Dar la noticia triste. Aurora llamó a Silvio sin titubear y lo demás lo cuenta él mismo en su inmensa nota de su blog personal.
Vicente Feliú, en Facebook
A los cincuenta por lo general los infartos del miocardio son implacables. Si además estás sobradamente feliz con los últimos trabajos, feliz porque tu hijo que vivía en Barcelona está contigo, y feliz porque con tu nueva compañera, encantadora, vas a tener otra descendencia en un mes, la emoción puede ser fatal. Eso debe de haberle ocurrido al Santi en esta madrugada, cuando le explotó el corazón. La ventaja –para él- es que se fue sin sufrimiento. El sufrimiento como alud nos cae a quienes nos quedamos, los que tendremos que aprender a vivir sin su gaguera, sin sus canciones nuevas, sin su despiste permanente, sin su roja visión personalísima de Cuba.
Eduardo del Llano, en su blog:
Anoche murió Santiago Feliú. Tenía 51 años y una esposa joven y embarazada.
Al amanecer fui a la funeraria. Allí estaban todos los amigos, sin saber qué hacer con la muerte y la rabia.
Tienen que ser el agujero en la capa de ozono y el calentamiento global, que han vuelto loco a Dios. Es su única excusa para lo que viene haciendo últimamente.
José María Vitier García-Marruz, en Facebook
Dicen que ha sido una muerte repentina. Pero tu obra nos dice otra cosa….Tu obra fue un estado de gracia y agonía. Cierto heroísmo trágico recorrió siempre tus canciones. Ahora siento que algo se ha roto dentro de nosotros. Pero ese algo ya estaba dentro de tu voz.
-Santiaguito, confio, creo, tengo que creer, que allá en el Reino de los Cantores, donde has amanecido, incrédulo todavía, seguirás siendo el joven desesperadamente libre, apasionadamente hereje, invencible príncipe y mendigo, herido de Patria, cantor estremecido.
Amaury Pérez, en el blog de Silvio Rodríguez
Me levanté muy temprano como es habitual y recordé que hoy, día doce, se cumplía un aniversario más de la muerte de Julio Cortázar. Cinco minutos después me llamaron que se nos había escapado el Santy. Mi primera reacción fue la negación y luego una tristeza inconsolable. Me ayudará el pensar que desde que lo conocí, siendo apenas un niño en la casa de su hermano Vicente, me llamó la atención su intensidad. La que lo seguirá acompañando cuando el tiempo ponga las cosas en su sitio y la eternidad haga su labor.
Ahora llorarlo es lo que me toca.
Abrazos Santy.
Laura de la Uz, en Facebook
No lo puedo creer, Santiago!!!!! No lo puedo creer!!!! Acabo de enterarme y no lo puedo creer!!!! GRACIAS, SANTIAGO! Por acompañarnos y ser nuestra voz en esta cosa tan dura y preciosa que se llama vida. Gracias de parte de toda una generación que creció en tus conciertos, en tu voz y en tus inolvidables canciones, tartamuedeos y en tu precioso y afilado sentido del humor. GRACIAS, Santi!!!!!!! No te vas, ni te irás nunca!!!!!!! GRACIASSSSSSSSSSS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Julio Fowler, en Facebook
Uno espera la muerte acaso de cualquier persona más cerca de la senectud que de la plenitud. El repentino adiós anoche de Santiago Feliù me ha conmocionado profundamente, no solo porque se marcha de este escenario uno de los más grandes trovadores que parió mi isla, un genial guitarrista y hacedor de canciones sino porque nos deja joven, quizás demasiado joven para todo lo que aún tenía que cantar y decirnos. Dueño de una música original, auténtica, de un arte guitarrístico propio, de un universo sonoro personal, fruto de amaestrar un instrumento hecho para diestros que el domesticó y ordeñó como pocos. Probablemente, eso que llamamos Nueva Trova encuentre en su obra los más sorprendentes giros armónicos y melódicos y encuentre en su poesía el rastro de una emoción que se desplazaba del dolor a la esperanza. Ahora mismo tarareo aquellas primeras canciones con las que conocí su genio y se convirtieron en himnos personales, me refiero a “Para Bárbara” y “Vida”. Solo estas dos canciones eran suficientes para hacerlo inmortal. Así le recordaré y así le despido, reconociendo su trascendencia, su presencia perpetua entre nosotros. La muerte no es cierta cuando se ha cumplido bien la obra de la vida. Adiós maestro!
Mira el lado luminoso!
Ernesto Fundora, en Facebook
Al amigo, al artista gigante, al ser humano despierto, al genio amenísimo, al hippie, al loco, al tipazo Santiago Feliú, porque me honró con su cariño y su magia.
Entrada en construcción…
Rochy Ameneiro, en Facebook
…un amor que ya no está, una caída más, un hueco intenso que se siente…..Santiago Feliú y nosotros hoy sin él
Orlando Cruzata Montero, en Facebook
Es un día únicamente triste pues el alma se nos fue, hacía mucho que no lo veía, pero sabía que estaba ahí,como el mayor desafío a los estables y estancados. Adiós y presencia inmortal del alma de la novísima trova y de toda mi generación, adiós Santy.
Fito Páez, en Facebook
Santiago Feliú fue uno de mis mas divertidos compañeros en la noche habanera durante casi 30 años. Fueron noches de música, alegría, excesos y amistad. Recuerdo su carromato blanco que parecía una caja de pandora donde convivían sillas rotas, tarros de pintura, guitarras, cables eléctricos, equipos de música, alfombras, etc, y el auto de Chitty Chitty Bang Bang de Dick van Dycke, por donde nos sacaba a Juanpin, a Alejandro Avalis y a mi por los piringundines y antros habaneros en busca de nuevas aventuras. Nos peleábamos y entreverábamos mucho entre la revolución cubana, los efectos del ron, la indecencia capitalista a la que yo oponía la nuestra propia y sus delirantes posiciones de acordes en esa endiablada guitarra zurda de la que él hizo florecer varias de las mejores canciones de la música popular americana de los últimos años. Y su constante tartamudeo. Yo le decía: “ Habla bien cabrón, no tengo mucho mas tiempo”- mientras señalaba con mi dedo índice hacia mi muñeca a un reloj invisible en señal de apuro e incomodidad. Y él entre el ataque de risa propio, el de la concurrencia y su adorable gaguez tardaba en responder. Y cuando lo hacía lo hacía con esa ternura que despiertan los niños. Amaba y amo mucho a Santi por su testarudez ideológica, aunque muchas veces no acordara con él y tuviéramos diferencias irreconciliables tanto en aspectos políticos como musicales a veces, o sobre la piel de alguna mujer o la importancia del agua en la navegación. Nada que no pudiera desarmar una buena Hatuey de 12 grados helada recién salida de algún refrigerador cubano. Amo a Santi por su lirismo inconmensurable. Por su autenticidad y su quijotismo contra viento y marea de todas las formas impuestas por los cánones de la música popular del mundo.
El escribió sus gemas al borde del mundo. En un castillo de cristal. Estaba y no estaba con nosotros. Cuando lo veías y escuchabas con sus grupos en La Habana durante tantos años, en tantísimos escenarios, si lo mirabas atentamente podías ver a un hombre niño poseído, en trance bajo algún efecto narcótico de sus visiones del mundo. De un mundo que podía a veces no estar frente a él. Pero es que de eso se trata todo. A veces no estamos allí o sobre eso sobre lo que cantamos no está allí. Eso vive en otras dimensiones. Y eso que vive en otras dimensiones se percibe en soledad, bajo las estrellas o dentro de un opiadero en Marrakesh, o después de un polvazo con una mulata desconocida en Bogotá, o dentro de los ojos de tus hijos, o en una soledad acompañada de muchísma gente en una discoteca. Eso que él percibió y expresó del mundo fue y será absolutamente genuino y original. Grave y agudo. Hizo su vida y sus canciones sin pedirle permiso a nadie. Como debe ser. Absolutamente incorrecto, como los grandes artistas. Y tenía ese exquisito sentido del humor para desacralizar todo lo fatuo. Era un hombre del rock and roll, sin haberlo escuchado mucho. Sin miedos ni normalidades absurdas. El era un anormal en todo el sentido enorme de la palabra. Sus músicas y sus palabras representaban “la diferencia”. El era lo diferente.
Santi era de esos que asustaba a los progresistas correctos, defensores de las diferencias. Miserables, decíamos. Sé que a Santi le hubiera gustado mucho este último párrafo. Puedo decir que conocí a un hombre noble y sin ninguna duda, de haber ido a la guerra, lo hubiera querido tener a mi lado porque sé que hubiera cuidado mis espaldas como yo las de él. Santi, te vamos a extrañar porque fuiste uno de los mejores. Fuiste uno de mis grandes e incondicionales amigos y habernos conocido se lo debemos a Pablo Milanés, en el festival de Varadero 87.
Me cuentan que ya te cremaron.
Edgar Allan Poe narra en uno de sus cuentos que no se muere hasta terminar de morirse la última célula o sea que sentiste al fin las llamas del fuego sobre ti!…
Habrán sido tan sagradas y hermosas como las de tu corazón?
Así se manifiestan los usuarios en Twitter
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