Deben estar definitivamente locos para formar una orquesta sinfónica de guitarras eléctricas que toca música clásica: Sinfonity. Por la conjunción, uno estaría a la expectativa, quizá, de un rock sinfónico. Pero no podría definirse como tal, porque lo que sale de esas guitarras es el sonido de lo domado indomable.
“Nos hubiese gustado ser músicos de una orquesta sinfónica, así que hemos creado la nuestra”, anunció Pablo Luis Salinas, el director, al concluir con los primeros acordes eléctricos de la noche del sábado en el Teatro Mella; los acordes de La Primavera, apertura de las Las cuatro estaciones, de Antonio Vivaldi.
Mientras avanza la presentación, uno comprueba que el exotismo de la banda no proviene solo de su formato, repertorio o sonoridad, sino del perfomance mismo: los músicos están sentados, alineados en una fila. Sentados, tranquilos, al clásico estilo renacentista, justo lo que uno no se espera de guitarristas eléctricos. Y el director, al centro, buscando la divinidad dieciochesca al mirar al cielo en cada solo que interpreta, no deja de perder el estilo de un rock star.
Intercaladas entre las piezas de Vivaldi, y muy a tono con Cuba y el VI Festival de Música de Cámara Leo Brouwer, se presentaron, entre otras, Estudio semilla y Paisaje cubano, obras del compositor cubano: “Es un atrevimiento nuestro, pues hemos hecho una improvisación del Maestro”, expresó Salinas, “pero con el propósito de que no salga de donde esté a reprendernos”.
Para Paisaje cubano, el director invitó al frente a cuatro de sus guitarristas: Miguel Losada, Luis Cruz Vivar, Guillermo Guerrero y Osvaldo René Grecco. El resto de Sinfonity se unió además, y haciendo gala de su nacionalidad española, con las palmas clásicas de los ritmos aflamenca’os. Una obra con vida propia dentro del repertorio, aún más familiar para el público, que lo agradeció con la inquietud, tal vez inconsciente, que generan los cuerpos moviéndose desde los asientos.
El recorrido por Las cuatro estaciones termina en Invierno, dividido como el resto de los temas, en tres movimientos. Un acompañamiento visual en pantalla lo indica además y, aunque no podría decirse que sobra, tampoco es necesario. Se percibe en las vibraciones de las cuerdas el ambiente sombrío, gélido. Y a uno le da por preguntarse, ante una sinfónica conformada solo por guitarras, contrabajo y bajo eléctricos, dónde se esconden las sonoridades de los demás instrumentos, flauta o violín, que no se ven, pero que están ahí, se sienten, extrañamente recreados.
Entre lo clásico y lo contemporáneo, el concierto dejó la sensación, tal como expresó una vez el director Salinas, que “no existe una formación como Sinfonity en el mundo”, universal y única a la vez.
Bravo y enhorabuena a este conjunto magnifico de guitarristas,lo que hacen es algo especial,les deseo lo mejor.