Una voz de ida y vuelta

Con apenas un día y medio de retraso, los cubanos de “acá” seguimos con atención y sin las interrupciones de la publicidad, el reality show del momento de los cubanos de “allá”. La Voz Kids, un concurso de canto para niños y niñas que cautivó a miles (o millones, que no tengo aptitudes de demógrafa) en Cuba, a fuerza de mucho talento de los participantes y una puesta en pantalla impecable.

De disco en disco, en memorias flash, o a través de Internet y los paquetes de descarga digital que recorren la Isla, no se si en cable o wifi, la gente se las agenció para llorar con quienes no pasaban de ronda y reír con los que avanzaron un poco más. Desde el inicio decidieron, como los coaches, quiénes serían sus candidatos, y el tema de los niños artistas pasó de la agenda de “afuera” a la de “adentro” con una naturalidad, digamos…, natural. Hoy, deben existir pocos lugares donde no se conozca el show y, sobre todo, su desenlace.

Ganó la cubanita, dicen. Que no es cubana, nació allá, hija de padres cubanos, rectifican. Que es lo mismo, ripostan.

Paola Guanche Nuviola, adolescente de apenas 12 años echó mano de su estirpe y ganó con sobrados méritos la primera edición del concurso La Voz Kids. El segundo apellido, heredado de su mamá Lourdes Nuviola, descubre la genética musical de un dúo femenino que un día sin marca en el calendario dejó de escucharse en Cuba y regresa ahora a la memoria afectiva nacional. El Guanche también tiene lo suyo, pues Orlando, el papá, es un versátil pianista que también aportó a la mezcla de la que Paola es el resultado.

En fin, que la chica deslumbró y no dejó margen a la sospecha, o la duda, o la indecisión. Cantó en inglés para llamar la atención en la primera salida, y en la última, para sellar el triunfo. Pero también trajo de vuelta a una Celia Cruz que hace 10 años dejó de impactar con su carisma, portentosa voz y despampanante cubanía reafirmada a solo 90 millas de La Habana.

Y tal vez por todo eso, o por razones que no alcanzo a comprender, Paola se metió en el cuerpo de Cuba, con su  piel mestiza, el pelo alborotado, su seseo al hablar y toda la familia en las gradas aplaudiendo y llorando de la emoción. Ella encarna, quizas, la evidencia más reciente de que los kilómetros de agua salada que separan a la Isla del continente en tiempos de internet y revolución digital, son apenas, una frontera simbólica, cada vez más vulnerable.

Por primera vez las dos orillas de mi Facebook se han puesto de acuerdo, y solo tengo comentarios en sintonía. Parece que el concurso, y en particular la ganadora, han movido la fibra de ida y vuelta, como mejor expresión de que no podemos poner en blanco y negro todo, y mucho menos, los sentimientos. La gente aquí asume como suyo el triunfo de la niña, y le pone  igual pasión que a las medallas olímpicas de Robles o de Mijaín López. No dudo que alguno de los votos tuviera como punto de origen alguna cuenta Nauta u otro tipo de conexión en Cuba. Para eso también utiliza la gente internet: para participar.

 Será por esa manía de regodearnos en la singularidad y el talento, o por la necesidad de reafirmarlos siempre que se da la oportunidad. Será porque para muchos las fracciones “adentro-afuera”, “allá-acá”   no forman parte de las fórmulas de sus vidas. Será porque en el fondo, o en la orilla, eso no es lo más importante.

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Escrito por: Sayli Sosa Barceló

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