Cuando Roi Casal terminó un concierto que calificó de “apoteósico” en Buenos Aires, su representante en Cuba le mandó a decir que no solo actuaría en La Habana, sino que le entregarían además el Premio Internacional del Cubadisco, que no será un Grammy, pero tiene su onda y el arpista gallego lo sabe.
“Vaya, gallego… ¡Premio Cubadisco!”, le dirían en buen cubano a este pertinaz defensor de la música de sus ancestros, empeñado en conservarla y no precisamente en formol o embalsamada, sino insuflándole nuevos aires, haciéndola palpitar con lo contemporáneo, hablándole a su generación no en conservatorios, sino en discotecas.
“A través de la música puedo descubrir como piensa un pueblo, como camina, vive, come, siente… Es la suma de muchas civilizaciones que quedaron atrapadas en Galicia, entre Atlántico y montañas, filtrados a través de una barrera de osmosis que deja entrar pero impide salir, generando una amalgama diferenciada que, al final, es la música gallega”, explicó Casal a OnCuba, vísperas de su esperado concierto.
Nacido en 1980 en el pequeño pueblo de Catoira, Casal salió a conocer mundo a los 19 años como integrante de la mítica banda de música gallega Milladoiro. Había sido alumno del legendario Rodrigo Romaní y era el niño de una agrupación fundada un año antes de que él viniera al mundo. Aún así, se integró de maravillas, aprendió un mundo y grabó seis discos de estudio. Sin embargo, pronto necesitó irse…
“No era justo que no pudiera defender mi música. Éticamente seguía en sintonía con Milladoiro, pero estéticamente tenía mis inquietudes, y contra toda lógica decidí aventurarme en solitario. En 2009 lancé Lendas douradas, con el single Ninfa das Frescas Augas, musicalización de un poema de Rosalía de Castro”, evocó.
Tras aquel exitoso debut ha grabado Maxicamente vello (2011) y Donos do noso destino (2014), que defiende actualmente en una gira internacional cuya primera fase termina en La Habana, en el capitalino Museo de Bellas Artes. Durante el recital le entregarán el Premio Internacional, una sorpresa que agradece.
“Soy consciente de que este premio reconoce a quienes apuestan por lo diverso, a quienes intentan marcar una diferencia para que la globalización lo estandarice todo, y lo aprecio”, dijo Casal, cuya propuesta hace una suerte de Camino de Santiago a la inversa, como un peregrino que trae la música medieval al día de hoy.
De hecho, es significativo que algunos instrumentos esculpidos sobre el portón de la catedral de Santiago de Compostela sean parte de la banda que acompaña a Casal, una típica formación de pop-rock enriquecida con artefactos que estuvieron a punto de extinguirse, como el arpa céltica, el bouzouki y la zanfona.
Explicó que la música de su tierra es el fruto del aislamiento geográfico de Galicia, donde recalaron y fundieron múltiples influencias. “Aquel encerramiento ha impedido que nuestra música sea absorbida por otras culturas, que por el contrario nos tributan, de ahí que no estemos anclados en el pasado”, abundó.
Agregó que en sus tres discos en solitario conviven las tonadas tradicionales y los cantos de pastores y molineros con letras de su autoría, para hacer un retrato más fiel de Galicia. “Nuestra música no sería representativa si solo interpretáramos cantos de hace un siglo y más: nuestra música es diferenciada, tiene instrumentos muy propios, pero Galicia también es moderna”, señaló.
Sobre su música, ni él mismo es capaz de clasificarla. “Es más que pop y más que folk, si aquí consigo definirla, me iré de Cuba con algo más que un premio”, bromeó el locuaz intérprete, que si escribiera con la profusión y coherencia con que habla, sería un novelista. “Para nada, yo me limito a mis letras”, responde a la sugerencia…
Consciente de que para los cubanos todos los españoles son gallegos, Casal sabe además que hay un fundamento histórico en esa generalización. “La historia nos une, en Cuba fue diseñada la bandera gallega, nuestro himno fue estrenado aquí, y venir es algo inevitable para quienes nos sentimos orgullosos de ser gallegos”, afirmó.