Yarima Blanco no olvida un encuentro con Pancho Amat cuando estudiaba en la Escuela Nacional de Arte (ENA). El célebre tresero se le acercó cuando ella estaba estudiando en los pasillos de la escuela. “Le extrañó tanto ver a una mujer tocando tres que comenzó a mirar cómo practicaba con el instrumento. Me pidió una hoja para escribir algo y apuntó: ‘Yarima si las mujeres tocaran el tres le quitarían el mando a los hombres. Ojalá te conviertas en una tresista de primera’. Guardé esa hojita con mucho cariño y mi mamá quiso ponerla en un marco porque es un recuerdo muy bonito. La he tenido en la sala de mi casa en un marco toda la vida”.
Varios años después, Yarima se convirtió en una de las treseras de mayor calibre en la música cubana. Ha pasado por diversas agrupaciones como Anacaona y ya fundó su propio grupo: Yarima Blanco y Son Latino. La tresera se dispone a participar en el influyente Festival de Wowex a finales de octubre en la ciudad de Oporto, en Portugal, donde estrenará su nuevo disco ”Pa´ mi tres”.
“En Womex estaré invitada gracias al programa ‘Transcultura’ de la Unesco. Presentaré el día 28 en la ciudad de Oporto mi nuevo disco. Será una oportunidad maravillosa. También estaremos lanzado 50 discos ‘en físico’. Es un gran primer comienzo para promocionar a gran escala mi trabajo”, dice la instrumentista a OnCuba.
¿Cómo fue el proceso para que te decidieras a estudiar el tres en tu formación como instrumentista?
Comencé a la edad de 10 años a estudiar guitarra clásica en la escuela “Rafael Cabrera” en Bayamo. Pasé mi nivel elemental estudiando guitarra clásica hasta los 14 años. A esa edad se me dio la oportunidad de hacer el pase de nivel de elemental a medio en la especialidad de Tres. A mí no me convenció mucho porque nunca en mi vida había visto un tres, salvo en Palmas y Cañas.
Siempre asociaba el tres con el punto guajiro, con el punto cubano. Me dijeron que podía darme un campo importante de posibilidades, y muy novedoso, porque había muy pocas mujeres que interpretaban ese instrumento, que eso podía hacer la diferencia en mi carrera.
En Bayamo no había tres y un amigo le pidió uno al Obispo de la iglesia de la ciudad para que yo estudiara. Ese fue el primer tres con el que empecé. Hice las pruebas de nivel medio en la ENA y obtuve la primera plaza en la especialidad de Tres. Allí comienzo mi vida como tresera, de la mano del maestro Efraín Amador, quien es el fundador de la escuela de tres y laúd.
En Cuba no se estudiaban esos instrumentos de manera académica, siempre fueron instrumentos empíricos que se tocaban (y aprendían) de generación en generación. Él se preocupó por darle al tres y el laúd un lugar académico. La primera graduada de tres en la Escuela Nacional de Arte es Yusa. Todo el mundo la ve tocando la guitarra, pero realmente es tresera.
Alterné mis estudios de tres con los de guitarra clásica durante un tiempo. En el año 2001 hago mis pruebas para ingresar al Instituto Superior de Arte (ISA). Me aportó mucho a mi formación como instrumentista el hecho de que el tres es un instrumento para el changüí, el son, la guaracha, pero la escuela te da más posibilidades de tener un conocimiento más amplio del instrumento a nivel técnico y musical. Tuve la oportunidad también de tocar obras clásicas y eso me dio una visión más amplia de las posibilidades del tres. Y no quedarme encasillada en el mundo del son.
¿Cómo influyó en fu formación el paso por Anacaona?
En 2006 ingresé a la orquesta Anacoana, la primera orquesta femenina de Cuba. Ellos tenían un festival en Colombia y les estaban pidiendo una tresera. Me llamó la directora de la agrupación, Georgia Aguirre, y me encantó la dinámica del grupo. Ya había trabajado en La Habana Vieja con agrupaciones de corte parecido y tenía un camino recorrido. Era desenfadada a la hora de subirme al escenario, de improvisar. Eso me gustaba mucho. El festival nunca se dio pero me quedé en la orquesta como tresera cerca de 10 años. No solo tocando tres sino también guitarra eléctrica y contrabajo. Anacaona me brindó un espectro mucho más extenso porque tuve la posibilidad de subirme a los grandes escenarios y ofrecer un trabajo diferente porque venía de agrupaciones pequeñas como quintetos o septetos.
Al mismo tiempo que trabajaba con Anacaona lo hice con un grupo llamado Los galanes, que era un formato de quinteto. Mantuve ese doble vínculo porque también me llamaba la atención el formato pequeño.
Posteriormente Los galanes se convirtieron en lo que hoy es mi agrupación Yarima Blanco y Son Latino. Su director se retiró y yo comencé a liderar la agrupación. Todas las inquietudes que necesitaba expresar por mí misma me llevaron a dedicarme a la agrupación. Ahora estamos lanzando mi primer disco “Pa´ mi tres”, que es un sueño hecho realidad.
¿Por qué hay tan pocas mujeres que se dedican a estudiar e interpretar el tres?
Creo que la práctica de los instrumentos tiene que ver con la personalidad, el carácter. De cierta manera ha existido un miedo a no llegar a representar exactamente el carácter del instrumento. Eso para mí ha sido mi principal punto a reforzar. Sin embargo, conozco muchas mujeres que hoy, con el paso de los años, están haciendo crecer la cantera de estudiantes de tres, pero todavía existe el tabú sobre la mujer en el tres.
Cuando yo salía con mi tres de la escuela me preguntaban si tocaba guitarra, porque las personas no concebían que una mujer lo tocara. Cuando les decía que era tresera enseguida me mencionaban el programa Palmas y Cañas. No entendía por qué lo encasillaban ahí cuando el mundo del instrumento es mucho más amplio. Poco a poco están surgiendo nuevas muchachas que, con el paso del tiempo, van a lograr posicionar el tres en otro lugar.
El maestro Pancho Amat hizo las notas discográficas de mi disco. Dice que cuando se va a escuchar una tresera no te puedes plantear que vas a escuchar “a la muchachita que va a tocar tres”; vas a escuchar a una instrumentista. Sus palabras sirven para que todo el mundo se lo piense de igual manera. Ha sido un proceso lento pero poco a poco se están viendo los resultados. Y con el paso de las generaciones va a mejorar mucho. La sangre que corre por la mujer cubana es muy fuerte.
¿Has sentido machísimo o discriminación por ser una mujer tresera en la música cubana?
Me ha tocado crecerme en todo momento. Por ejemplo, desde que tenía unos 18 años empecé a trabajar en La Habana Vieja, al mismo tiempo que lo hacía con Anacaona. Me interesaba mucho diversificar el aprendizaje y nunca y he parado de trabajar. Quería saber lo que era tocar en un dúo, en un cuarteto, tocar jazz. Tenía mucho esas inquietudes.
En ocasiones, me avisaban que estaban buscando un tresera y cuando llegaba a las agrupaciones se sorprendían de que fuera una mujer y no me valoraban lo suficiente. Era mi momento de crecerme y demostrar que mi trabajo tenían que respetarlo. Que no había que diferenciar entre una mujer o un hombre. De cierta manera, me ha tocado crecerme e imponer mi trabajo y echar a un lado los estereotipos. Siempre lo he tenido claro.
El tres es un instrumento muy dado a la improvisación. No hay manera de mentir, de esconder lo que tú eres. El instrumento lo haces sonar o no. He tratado de defender la imagen de la mujer cubana y demostrar que podemos tocar el instrumento con el mismo swing, con el mismo sabor. Que el tumbao “suene macho”, como decimos en Cuba. Que no se sepa si el tres lo está tocando una mujer o un hombre.
¿Qué es lo más que te interesa de la sonoridad del tres?
El tres da muchas oportunidades de expresarte, pese a que es un único instrumento, cada instrumentista lo interpreta con un discurso diferente a la hora de improvisar. Cualquiera te va a hacer una improvisación totalmente diferente de la misma canción. Al mismo tiempo me interesa mucho poder insertar el instrumento en géneros diferentes. No solo encasillarlo en lo que se conoce internacionalmente como la música cubana, el son, el guaguancó, el changüí, la guaracha; sino incorporar otros géneros como el jazz, timba, cumbia. El instrumento te brinda todas las posibilidades y tímbricamente se adapta muy bien a cualquier género incluso al reguetón.
¿Qué género te interesa defender en mayor medida?
Nunca abandonaría el son, porque nos define como cubanos. Sin tres no hay son y sin son no hay tres. Van de la mano. Pero me interesa mucho trabajar géneros caribeños como el merengue, la cumbia, y fusionarlos con la música que corre en este siglo. Es lo que he incorporado a mi disco “Pa´ mi tres”, en los que trabajo todos estos géneros desde el formato de septeto.
Antes de la pandemia trabajábamos en la Bodeguita del Medio y a los clientes les gustaba escuchar temas fusionados con el reguetón. El tres se adapta de manera perfecta a esos ritmos porque la célula rítmica es percutiva. Haber trabajado con Anacaona me dio un abanico más amplio y la posibilidad de hacer un tumbao diferente, más timbero, con elementos del reguetón y sacar el tumbao de su zona de confort. Hacer el tres más “repartero” en términos de exponer el tumbao. Ahí está la esencia del reguetón, en la percusión y los tumbaos.
Interpretábamos temas por ejemplo de Gente de Zona y las canciones que estaban pegadas en el momento como “Bailando”, “Despacito”. La gente se sorprendió mucho. El tres logra un tímbrica muy bonita por sus tres pares de cuerdas dobles que le dan un swing diferente a los temas.
¿Cuál es el programa que presentarás durante tu próxima participación en el Festival de Womex?
“Pa´ mi tres” es un disco de 12 temas con varios géneros como el son, la guaracha, la timba. Todo esto bajo el formato de septeto, pero quise insertar un piano. Tengo invitados como Rolando Luna, Alain Pérez, Kelvis Ochoa, César Lozano. Los arreglos son de mi productor musical, Roniel Alfonso, que pudo comunicar todas las inquietudes que traíamos como formato. También tengo a Pancho Amat, un invitado de lujo, quien ha influido mucho en mi carrera, en la que el tres, sin dudas, me dio la posibilidad de ser libre, de expresarme y hacer la diferencia.