En su paso por La Habana esta semana, Ozzy Osbourne visitó el parque John Lennon y el Submarino amarillo, el sitio dedicado a la música de los Beatles. El príncipe de las tinieblas o el Padrino del Heavy metal, como se conoce a la super estrella del rock, llegó en la tarde de este miércoles hasta la céntrica locación del Vedado en un lustroso almendrón descapotable rojo; le acompañaba su hijo. Le seguían otros tres carros americanos, donde las cámaras de History Channel le seguían bien atentas.
Cuba es el octavo destino de un travel show que filma el recorrido del vocalista de la legendaria banda Black Sabbath por múltiples ciudades del mundo. La estancia en cada ciudad es de cuatro días por cuestiones logísticas, aunque aquí permanecerán algunas horas más, desde el domingo pasado hasta mañana viernes.
De su caminata breve por el parque Lennon, del corretaje de los camarógrafos y el estrés de staff por despejar el paso a la estrella entre los curiosos que le contemplábamos, me quedaría con dos imágenes: Ozzy que sale del carro y la primera reacción es clavar la cara en el pavimento, ocultarla con el pelo que le da por los hombros.
Estamos en un parque de La Habana, no hay paparazzis ni fanáticos con la intención de abalanzársele encima. Pero uno no deja de ser una megaestrella del rock ni cuando atraviesa una calle desierta, supongo. La otra imagen es la cadencia de Ozzy cuando camina. Aunque no es lento, a veces pareciera que se va para un lado o para el otro. Tiene 67 años, pero quien le observa desde atrás podría juzgarle más edad.
Quienes conversaron con él de cerca, durante su estancia de casi una hora en el Submarino, dijeron que su inglés es “difícil, dificilísimo”, y cabe cuestionarse entonces cómo puede cantar con tanta fuerza en el escenario quien a escasos centímetros conversa casi en un susurro.
“Durante los últimos 40 años he ido ciego de alcohol, coca, ácido, Quaaludes, pegamento, jarabe para la tos, heroína, rohypnol, klonopin, vicodin y otras muchas sustancias”, diría el propio Osbourne en un libro de 2012, su autobiografía I am Ozzy (confieso que he bebido). No obstante, cuando aquí le brindaron un Cuba Libre, algo para beber, Ozzy prefirió solo agua.
Un fanático me preguntó si pude verle los ojos. Pues sí, cuando no usa sus gafas vintage y uno puede mirarle de frente, Ozzy a veces regala unos ojos redondos bien despiertos, que parecieran no estar muy acostumbrados a la luz, o que han dormido mucho. A lo mejor así son los ojos de los murciélagos.
Pero a mí se me antoja frágil. Un abuelo que tropieza para subir el escalón a la entrada de un club nocturno, que se maquilla y se aferra a la juventud con tinte de pelo.
Le preguntaron si tendríamos concierto en La Habana, y él dijo que sí, que quisiera venir con sus amigos. Sin embargo, para alguien que sabe y es realista, el musicólogo y manager del Submarino Amarillo, Guille Vilar, “la posibilidad de que ellos vengan a tocar aquí es muy remota. Uno piensa en la forma tradicional en que vienen los músicos, como los de salsa o de la canción pop latinoamericana, ellos pueden cantar en el Karl Marx, en el Salón rosado de la Tropical. Pero la estética del rock es otra. Necesita escenarios grandes, luces y un sonido que aquí no hay. Además, todo eso es un negocio. Ellos pueden querer, pero no son independientes, son parte de un contrato. Los productores ponen todo, y qué ganan. Esa es mi concepción más realista, aunque yo siempre dejo una puertecita abierta para cualquier posibilidad”.
De Ozzy confirmamos ayer que le gustan mucho las canciones de The Beatles y el rock clásico, y uno de sus guardaespaldas nos dejó saber que han disfrutado mucho su estancia en la isla, de su “beautiful people, beautiful country”. Al final, eufórico, agradeció la acogida y los momentos que ha vivido en su paso por la isla.
Muchos allí se quedaron con las ganas de preguntarle algo. Yo me quedo con las ganas de saber, Ozzy, ¿cómo es posible que hayas sobrevivido al estilo de vida del hard rock, de la psicodelia, al accidente del avión que se estrelló cuando el piloto y el guitarrista (que fallecieron) jugaban a rozar el ala con la guagua donde tú ibas? ¿El ocultismo y lo satánico, la sangre, eran solo espectáculo para atraer fans? ¿Cuán metidos ustedes estaban en el mundo oscuro que fascinó a tantos adolescentes? Ozzy, cuéntame bien la historia del murciélago que te mordió la cara cuando quisiste arrancarle la cabeza con los dientes en un concierto.
Buenísimo el artículo, felicidades Lidia.
Lidia me encantó tú historia muy bien narrada gracias
locaso el “Crazy Train”