La primera vez que escuché hablar de la nueva puesta del Sótano Mi tío el exiliado, no pude evitar preguntarme si tenía relación con la novela Mi tío el empleado, escrita en el siglo XIX por Ramón Meza. Lo curioso es que no fui la única en hacer esta relación inconsciente. Sin embargo, cuando uno por fin decide aventurarse hasta el Sótano, batirse por un asiento 2 horas antes de la función y poder ver la obra, acaba por concluir que los parentescos comienzan y terminan en el título de ambas.
Mi tío el exiliado es la historia del hermano que regresa a la Isla después de 30 años en los Estados Unidos. Pero no crea usted por eso que se trata solamente de otra página de tristezas, dramas, añoranzas y un largo etc., tan de moda por estos días en la cinematografía nacional. No. Quizás en principio, al autor Yerandy Fleites le haya interesado contar la experiencia real de su tío, pero al final y aún con ciertas escenas emotivas, creó una parodia bien cubana.
Al parecer, la obra, con narrador y todo, está contada para que usted no tenga que adivinar, suponer o hacer esfuerzos mentales de ningún tipo. O eso podemos deducir de la solución llevada a escena que no dejó de provocar las risas de la sala abarrotada. No obstante, no debemos dar camino por vereda.
Por el escenario pasarán personajes tipos como el hermano homosexual enfermo, el dirigente del partido, el ama de casa y su hijo deportista─ el narrador─, la vecina cederista chismosa, el campesino, la maestra y otros tantos que completan una larga lista. Tan larga que uno no puede menos que sorprenderse ¡¿cuánta gente?! El autor con ellos ha creado un fresco, bien nutrido, de un pueblo cubano, con sus fiestas, sus conflictos, su manera de entender la realidad, de expresarse… ha recreado un Ranchuelo.
La caracterización de los personajes entendida a través de los diálogos, el vestuario, la propia escenografía, insiste en la hiperbolización como recurso fundamental. Incluso la estructura de la obra no deja de marcar una realidad caótica, sin sentido, donde todo está patas arriba: la doble moral, la decadencia, la falta de valores, la frustración. Pero el cubano puede reírse de eso. Y Yerandy Fleites, también como cubano, lo sabe. Por eso explota cada una de las escenas con comentarios agudos, críticas sociales; ideas que se quedan el aire, eso sí, que no llegan a su punto de ebullición, porque el diálogo siempre cuando tenso es cortado por otro personaje. Pero, ¿por qué habría que terminar una idea que todos conocemos y que está ahí para recordar o para incitar? El espectador cubano completará el sentido de la frase.
Y es por eso que podemos llegar a una reformulación. La obra aun cuando aparentemente simple, sí demanda del espectador un juego continuo, un pensamiento activo. Y la risa es el elemento fundamental para lograrlo, porque en ella está el reconocimiento de que ese estereotipo, esa exageración tiene un referente real que todos conocemos y que existe.
La vuelta al tema del exilio es quizás un capricho postmodernista, ¿por qué no jugar o juzgar aquello que nos daña? ¿Por qué no desacralizarlo si ha tenido la importancia que nosotros mismos le hemos dado? Y Yerandy Fleites lo logra… Compruébelo usted, con Mi tío el exiliadoterminará riéndose, o no, hasta del muerto.
Aunque estemos claros, eso no es nada nuevo, ya Mañach y Ortiz lo habían definido, el cubano es un choteador por naturaleza y no perderá momento ni lugar para burlarse de aquello que podría provocarle miedo, o mejor, para burlarse de todo.
No podemos dejar que las malas palabras, los diálogos picantes, las críticas, las frases cortadasnos obnubilen y nos lleven a pensar que hay una carencia también de valores en la propia obra, que todo se trata de jugar con normas, con heridas, y de nada más. En el caos siempre hay un orden y como decían ya los antiguos griegos la risa y lo serio van siempre de la mano. De ahí que Mi tío el exiliado no por parodia deje de poner el dedo sobre la herida de manera abstracta o con varias y precisas escenas a lo largo de la puesta.
Evaristo, el hermano enfermo, homosexual, exiliado es tal vez el mejor personaje donde se conjuga esta dualidad de lo serio y lo cómico y precisamente quizás por esto, sea el tipo mejor construido, más logrado, incluso en términos de actuación.
Así que ya usted sabe… si se decide por esta propuesta del Sótano, tendrá una hora de risas, de encuentro con su realidad, de costumbres, pero no lo tome tan a la ligera, no lo tome literal. Eso sí, déjese contagiar con el espíritu y el gozo del cubano.