Raquel Mayedo: “No me voy a despedir, me voy a callar”

Raquelita ha sido rostro de los recordados “Joven Joven” y “Contacto”. Ahora se le ve en “De tarde en casa” y en “Contra el olvido”.

Raquel Mayedo. Foto: cortesía.

El suyo está entre los rostros más populares y queridos de la televisión cubana. Llaman cariñosamente “Raquelita” a esta habanera que lleva más de treinta años comunicándose con el público y es veterana en programas en vivo, como los recordados Joven Joven y Contacto. Ahora se le ve en De tarde en casa y en Contra el olvido, con la misma naturalidad de siempre.

Con Raquel Mayedo (1958), el éxito de un programa de televisión está garantizado. Destaca no solo por su presencia, siempre cuidada y moderna, sino además por su preparación y postura frente al entrevistado.

Raquelita es cuidadosa con las preguntas que formula y su mesura y amabilidad conducen cada conversación. Cae bien, da gusto verla a diario, de ahí que muchas personas se identifiquen con ella.

OnCuba conversó con ella sobre su amplio recorrido profesional por el universo televisivo. 

Nunca me ha quedado claro por qué no hiciste carrera en el ballet. Imagino que esta historia las has contado varias veces…

Tienes razón, la he contado varias veces y cada entrevistador se queda con la parte que más le gusta. Lo cierto es que estudiar ballet desde muy pequeña (7 años) me enseñó una férrea disciplina y sobre todo a conocerme muy bien. De mí lo conozco todo, o casi todo. Por eso, aunque me gradué con el “Vals de las Horas” del ballet Coppelia teniendo como partenaire a Rolando Sarabia (padre), para entonces ya tenía la certeza de que no podría, aunque me esforzara toda la vida, ser una primera figura, y esa era mi aspiración.

No me acompañaban la estatura ni mis condiciones físicas en general. No me destacaba en salto, ni en giro, ni en extensiones; eso sí, tenía muy claro lo que no me salía, ¡qué suerte que lograra el “Vals de las Horas”! En fin, antes de graduarme comencé a fijarme en el entonces recién inaugurado Instituto Superior de Arte (ISA) —hoy Universidad de las Artes—  y me decidí a estudiar allí.

No sería primera figura, pero adquiriría conocimientos en un mundo que adoro: las artes. Como casi todo en mi vida, decidí ganar ese juego y ver quién picheaba al otro día o cinco años después. Por suerte gané el título de Teatróloga con una tesis sobre la generación de graduados de 1968, bailarines que fueron mis paradigmas.

No tienes la voz estándar de la mayoría de los locutores o presentadores. ¿Generó algún conflicto en tu carrera? 

No, a mí no me generó ningún problema; se lo generó a las comisiones de evaluaciones de aquellos años 80. Yo me sentí encantada desde que miré a una cámara y tomé un micrófono. Para ser justa, la lucha con las “comisiones” la libró por mí Eugenio Pedraza Ginori, el director de Joven Joven a quien debo en gran medida haber entrado a la televisión.

Raquelita Mayedo (izquierda), Inés María López y Pedraza Ginori. Foto: tomada de El blog de Pedraza Ginori.

Tu estilo de locución es desenfadado y cuidadoso al mismo tiempo…

Soy conversadora nata. Muy pronto descubrí que lo mío es conversar en cámara, convencer, enviar mensajes, confraternizar, promover. En la locución se me unió todo: lo de conocerme bien, los años del ISA con buenas lecturas y muchas horas en lunetas de teatros, cines y la oportunidad de hacer televisión. Y sí, me propuse destacarme en la profesión. Debía ser una presentadora y entrevistadora, si no bella, sí inteligente y desenfadada en mi proyección. Eso de “eres una locutora fea, pero inteligente” se lo debo a Germán Pinelli. Lo de “cuidadosa” a Ginori y lo de “sé desenfadada y sé tú siempre” a Osmani Ginebra, el director que me llevó a la popularidad en el programa Contacto.

Ante un género tan difícil como la entrevista, cuéntanos, ¿cuál ha sido tu entrevistado/a más difícil? ¿Te animas a compartir alguna anécdota?

Entrevistas difíciles he tenido algunas; pero lo que las hace así, en mi caso, es que la mayoría de mis programas son en vivo. Tienes que buscar en fracciones de segundos una solución para salir airosa y que suceda lo mismo con el entrevistado.

No es mi estilo hacer del set de entrevista un ring. No me gustan los golpes bajos ni llevar a nadie a las cuerdas. Mi entrevista es una conversación guiada en la que el protagonista es el entrevistado, que debe tener algo atractivo, curioso o novedoso que contar al público, incluyendo su vida personal.

Con todo este preámbulo sobre cómo son las entrevistas en televisión, te aseguro que la más difícil de mi trayectoria fue la que hice a Joan Manuel Serrat. Con él hice algo que no solía hacer. Como sabía que estaba muy atareado en Cuba con sus conciertos, le mandé un mensaje a través de la persona que lo atendía. Le dije que si quería venir a mi revista, yo estaba al aire de 6 a 8 de la noche y que en cualquier momento que llegara yo paraba lo que estuviera haciendo y lo introducía a él.

Este debió ser mi mayor error: no haber conversado con Serrat antes, no preparar la entrevista. Lo admiraba tanto, tenía todos sus discos, lo seguía cada vez que venía a Cuba. El viernes antes de la entrevista fui hasta Varadero a verlo en el Anfiteatro, pero no hubo ocasión de llegar a su camerino. La verdad, yo creía que lo sabía todo, o casi todo, de Serrat y me equivoqué. ¡Cómo me equivoqué!

No sabía de su carácter, y eso que me aprendí una canción suya en catalán, pero no tenía idea del genio que se gastan los catalanes. En fin, que, en un programa en vivo, con buen nivel de teleaudiencia, lo recibí de pie, emocionada, se sentó a mi lado y no acerté con ninguna pregunta. Todas sus respuestas fueron cortas, ríspidas y yo moría con cada una. Intenté citar su musicalización de “Caminante no hay camino”, de Antonio Machado y me dijo: “Mis caminos se hacen”.

Traté de llevarlo a un plano más íntimo cuando le pregunté: “¿Cuántos hijos tiene?”. Me respondió: “Mis hijos se tienen”. Pensé que le había molestado que lo tratara de usted, porque marcaba una diferencia entre nosotros. Le pedí disculpas, pero nada de nada. El final fue muy triste porque vino a mi memoria mi querido abuelo asturiano, que me trataba de “usted”y que me enseñó que “perro no come a perro”.

Entonces me puse mi mejor disfraz de perra sata y terminé la entrevista. Claro, con una gran enseñanza: no lleves a un entrevistado a un programa en vivo sin preparar la entrevista o, al menos, saludarlo, darle la mano antes. Te lo cuento y todavía me asusto.

Con Joan Manuel Serrat. Foto: cortesía de la entrevistada.

¿Nunca llamaron tu atención los espacios informativos?

Los respeto muchísimo; pero no son para mí.

En Memorias, el director Eugenio Pedraza Ginori te menciona en varias ocasiones cuando hace referencia a Joven, Joven. ¿Aquella televisión de los años 80 te gustaba más que la actual? ¿Qué añoras?

¡Qué época la de mis años 80 en televisión! Parafraseando a Silvio Rodríguez, fue pieza de mi rompecabezas. No añoro nada de ella porque todo lo que viví y aprendí lo uso a diario, cuando se ilumina el bombillo rojo de la cámara.

Hablemos de tu popularidad: ¿Eres consciente de que ser una mujer querida y famosa? ¿Mientras caminas por ahí disfrutas que la gente te reconozca o, por el contrario, preferirías pasar inadvertida?

No me siento famosa.  No me molesta que las personas me conozcan por la calle, que sean cariñosas conmigo y hasta cómplices de mi trabajo. No sentirme famosa ni querida me hizo ir a una consulta por autoestima baja; la verdad, no sé si lo resolví, pero soy feliz.

En el programa televisivo “Con 2 que se quieran” (2018). Foto: YouTube.

Un día conversamos sobre estilos de alimentación y los horarios correctos para comer. ¿Eres estricta con mantener la figura? ¿Siempre fuiste así?

No es extraño que te hablara de comidas, horarios y mucho más. El tema de la alimentación y los ejercicios me apasiona, de siempre; primero por la disciplina que aprendí en el ballet y luego por tener a un hijo médico y hacer por más de diecisiete años una revista donde los temas de este género gustan. Generalmente, todo termina en lo que comes y en lo que ejercitas.

Con la alimentación adecuada y los ejercicios nunca se tranca el dominó. Con esas estrategias siempre le logras esconder una ficha o meterle un forro a cualquiera de esas enfermedades que andan por ahí. Sigues jugando, pasándola bien porque, eso sí, lo único que tenemos seguro en esta vida es el doble nueve, por si prefieres la caja.

¿Qué música escucha una mujer como Raquel Mayedo? ¿Lidias bien con el reguetón y el trap?

No me molesta un rato de reguetón y trap. El primero me da alegría, no me disgusta que sean, en ocasiones, soeces sus letras. Trato de escuchar lo que puedo e intento ponerme en la piel de los que tanto lo disfrutan, lo bailan, lo viven y se visten como reguetoneros. Los entiendo cuando dicen que “el tiempo que se va pa’ atrás no vira”. Música bailable me gusta casi toda. Aunque soy patona y media, me encanta bailar.

Escucho toda la música que puedo en mi móvil, me encanta caminar escuchando a Joaquín Sabina, a Silvio Rodríguez. Hay canciones de Silvio que, dependiendo de cómo esté, puedo gritarlas a voz en cuello. Cuando estoy frente al mar —porque generalmente mis caminatas terminan frente al mar— o cuando logro estar en lugares hermosos donde la naturaleza me abraza, busco mi carpeta de Tchaikovski, Vivaldi, Bach, Lecuona… Esa carpeta se llama “Ballet”.

En la casa escucho poca música. Tengo un lugar especial para leer. Me gusta más leer que escuchar música.

¿Cómo te llevas con las redes sociales? ¿Entras en los debates o crees innecesario todo lo que sucede en el mundo virtual?

Llegué tarde a las redes sociales y no me cautivan. Prefiero los libros de papel, los amigos que puedo abrazar y con quienes puedo tomarme un café, pero me gustan el WhatsApp y los buscadores.

A lo debates también llegué tarde. Quizá más joven habría sido diferente; pero ahora, según afirma un amigo, estoy en la edad de la insolencia.

Hasta donde sé, también eres asesora y guionista de algunos espacios de la televisión. ¿Quieres asegurar otra forma de mantenerte haciendo televisión para cuando no estés frente a cámara?

Lo hago porque me gusta la televisión, me siento útil. ¡Ah!, y no hay nada seguro. Intentar asegurar el futuro me da mucha ansiedad en el presente.

A propósito, Raquelita: ¿Tienes previsto un momento para despedirte de la pantalla? ¿O mantienes el lema de muchas divas: “hasta que se me acaben las fuerzas”?

Gracias por lo de diva. Mi esposo, excelente y paciente interlocutor, siempre dice en broma que yo no me voy a morir, me voy a callar. Creo que con la televisión me pasará igual: no me voy a despedir, me voy a callar. 

Salir de la versión móvil