Ella dejó caer su abanico y Joaquín Bruzón entendió enseguida que por aquella mujer podría dejar su timidez a un lado. La invitó a bailar “Almendra”, de Abelardo Valdés, y corroboró que Milagros Cousé lo acompañaría en cada bailable organizado en la Sala White de la ciudad de Matanzas.
“Nos conocimos hace 21 años en aquel gran salón”, dice Joaquín a OnCuba y mira a Milagros con la dicha de hombre enamorado por varios lustros. Su esposa le rectifica con una sonrisa: “Lo veía en el Parque de La Libertad. Él se paseaba por allí y en una ocasión me invitó a bailar en la retreta. Yo tenía mis temores a enamorarme, pero acoplábamos mucho en el baile”.
Milagros tiene la certeza de que el danzón es un género romántico, elegante. Hay en él un gran lenguaje. Imagínate, son 52 movimientos que la mujer hace con el abanico, todo lo que encierra la caballerosidad del brazo del hombre por detrás de la espalda en señal de respeto a su compañera de baile, la manera de tomarse las manos en el segmento de la danza…
En cuanto a la coreografía, Joaquín asegura que “el danzón tiene la introducción que es el paseo inicial, un momento para socializar. La mujer se abanica, el hombre se pone el brazo por detrás de la espalda… Luego dos instrumentos nos indican que ya se comienza a bailar: el violín o el piano. Después, regresa el paseo y allí es momento para enamorar, conversar… En fin, para descansar la danza”.
Milagros y Joaquín recuerdan con mucho cariño aquel baile que tuvo lugar en la Atenas de Cuba, en el que se reunieron 100 parejas. Tanto motivó a los participantes en ese acontecimiento que decidieron crear una asociación que los reuniera. Desde 1981 cuentan con el club Amigos del danzón de la ciudad, el cual organiza todos los sábados un gran bailable con orquestas o música grabada, al que tratan de no faltar nunca Milagros y Joaquín.
Aunque sus hijos no estén tan dentro de este gusto por el baile, la pareja aclara que sus muchachos si disfrutan que tanto a él como a esposa disfruten de la música y sigan con tantos deseos de mantener una tradición tan peculiar y cubana. Una de las iniciativas que emprenden juntos es la de enseñar a niños sordomudos a bailar danzón. Milagros apela a su vocación de maestra para llegar a esos niños mediante el lenguaje de señas. Su esposo también es muy hábil en ello y les indican a sus alumnos cada momento del baile. En esa experiencia ya llevan dos años.
“El danzón ha contribuido a que hoy seamos una pareja. Y no solo nosotros, también muchos amigos nuestros que se han conocido en los bailables. ¡Qué viva el danzón y qué viva el amor!”, señalan, mientras resaltan que quienes se acerquen a esta manera de sentir y disfrutar la música deben tenerse en cuenta que la elegancia al vestir es imprescindible a la hora del baile.
“Gracias a Ethiel Failde, aquí en Matanzas tenemos ya una buena orquesta danzonera. Déjame decirte que estamos rescatando más el género. Aunque creemos que es necesario que la radio y la televisión tengan espacios dedicados al danzón”, advierten y uno se queda con esa sensación de aprender más sobre una tradición esencial en la música y la danza cubanas, que ahora el Encuentro Internacional Danzonero Miguel Failde in Memoriam quiere hacer renacer.