Este 26 de julio se cumplen 93 años de ese referente simbólico de nuestra identidad: Luis Carbonell. Convoco a los recuerdos y me veo por primera vez frente al Maestro.
Confieso no saber puntualmente el mes, pero sí que apenas salíamos del invierno de 1997. Ramón Silverio, director de El Mejunje, había logrado hacer realidad una ilusión guardada desde hacía mucho tiempo: traer a Elena Burke al El Mejunje. “Si quieren pueden darle candela a este lugar”, dijo Silverio cuando la extraordinaria intérprete culminó su concierto, “ya he cumplido con unos de mis grande sueños”. Pero Elena no llegó sola a Santa Clara, quiso hacer el viaje con su gran amigo, el no menos excelso Luis Carbonell.
Un rumor invadió el lugar, todos apuntaban hacia el grupo de personas que recién llegaba. De pronto vi que se adelantaba el Maestro y abrazaba al director de El Mejunje.
https://www.youtube.com/watch?v=wQ96bPXH
Allí, en una mesita, atendiendo con humildad el magistral canto de la Burke se mantuvo el singular artista, respondiendo cada saludo visiblemente emocionado, pero tratando de no interrumpir, casi escondiéndose entre los que le rodeaban.
Recuérdese que en esta época se había propalado en ciertos círculos culturales que el Acuarelista de la Poesía Antillana, el preceptor de tantas generaciones de artistas, ya no gustaba, que su arte era obsoleto, y se había ido perdiendo su presencia en la televisión y otros espacios públicos. Por eso Elena lo trajo a Santa Clara: sabía que el pueblo lo veneraba.
Pero en El Mejunje estas cosas nunca han importado; la concurrencia, enterada, lo fue cercando, y entre gracias y aplausos le pedían que declamara. De pronto, en un intervalo del concierto, se escuchó su voz fuerte, fraseando impecablemente cada verso:
Traigo mi Isla debajo del brazo
y todos me preguntan:
¿Es un cocodrilo verde?
Yo digo que sí. Y, me sonrío.
Traigo mi Isla debajo del brazo
y a nadie se la entrego.
¡Quién ha visto que un hombre con orgullo
quiere vender un cocodrilo verde!
La poesía del poeta y diplomático guantanamero Ernesto Víctor Matute sobrecogió el espacio. Luego volvió a su posición de escucha humilde, hasta bien tarde en la noche.
A la mañana siguiente Silverio salió a buscar transporte para enviar a estos dos grandes de la cultura nuestra para La Habana, pues su llegada había sido casi improvisada, el Período Especial todavía arreciaba, y lo único que apareció fue una incómoda guagua Girón. Los vi irse en el desvencijado ómnibus felices y agradecidos, sin saber tal vez que acababan de marcar una pauta difícil de superar en el devenir espiritual de esta ciudad.
EL UNICO CARBONELL!!!
dos grandes del arte en Cuba, enhorabuena