Lo que comenzó como la mera documentación del work in progress de la obra teatral Antigonón, un contingente épico, la puesta en escena más reciente del director de Teatro El Público, Carlos Díaz; ha devenido en un proyecto de cineastas cubanas que cuestiona el papel de las mujeres en la revolución de 1959.
Aún en producción, Antigonón, el Proceso explora, también desde el mito griego de Antígona, la incorporación de las mujeres a la revolución cubana, desde una mirada femenina y joven.
En 8 cuadros, bien delimitados, se incluyen el ensayo del work in progress de Díaz, estereotipo de la maternidad, sistema de enseñanza cubana, participación de las mujeres en la fallida zafra de los 10 millones, en la década de los 70´s del siglo pasado y una representación de lo que podrían ser las 2 Antígonas, del texto de Rogelio Orizondo, dentro de 5 décadas, entre otros temas.
Si la Antígona griega fue condenada a ser enterrada viva por dar sepultura al cuerpo de su hermano Polinicles, “las Antígonas cubanas lo que entierran son utopías”, afirmó a OnCuba Yaíma Pardo, que junto a Lilian Broche dirige el documental, del que solo mostraron “un primer corte”, en el marco del Festival Ella crean Cuba.
“Investigamos sobre las utopías que queríamos enfrentar, qué debíamos enterrar las cubanas, a partir de la puesta en escena. Tratamos de respondernos quiénes somos y qué queremos, e hicimos nuestra selección”, confesó la novel realizadora.
La pluralidad del equipo de realización, conformado por 15 mujeres de todas las especialidades que integran el tradicional equipo cinematográfico, permite disentir de esta tesis.
“Podría decir que voy a enterrar las colas, las guaguas, la falta de dinero… Pero no, porque tengo que convivir con eso, el tiempo que me toque. Entonces, por ahora, no tengo nada que enterrar”, dijo una de las actrices de Antigonón…, Giselda Calero.
Calero, hija de la actriz cubana residente en España, Jacquelín Rosales, confesó que su mamá, emigrada hace 6 años, no ha vuelto a actuar.
“La vida de mi mamá era el escenario, en una época en que se hacía más con menos. ¿Qué es más duro? No lo sé. A mí me ha tocado vivir lo que ella y no sé si estaría dispuesta a enterrarlo todo, a dejar de hacer teatro”, comentó.
Para Pardo, con una obra que abarca campañas de bien público y teleplays, se trata del aporte de “mujeres artistas que nos hemos quedado en Cuba a construir nuestra identidad como nación”.
Mientras, para la joven recién graduada de diseño gráfico, Yolanda Durán, “no solo ha sido una oportunidad de trabajo, sino una forma de decir cosas que no puedo en las asambleas de rendición de cuentas (mecanismo del parlamento unicameral para tener contacto con sus electores a nivel local), sin que sea mal visto”.
“Es decir lo que pienso lo más alto posible para que no me vaya a pasar nada… porque la paranoia es inevitable”, agregó Durán, que tuvo a su cargo el cuadro sobre la zafra de los 10 millones, con una visión cuestionadora de una tarea que movilizó a mujeres y hombres en el año 1970 y que nunca llegó a cumplirse.
Mujeres en el cine cubano: ¿así de simple?
“Hemos elegido mujeres y jóvenes, algo que un equipo liderado por hombres, seguramente, no habría hecho”, apuntó Pardo sobre la propuesta de trabajar solo con mujeres.
En el material de 80 minutos, solo aparece un hombre, el actor Jarlys Ramírez, que se define como gay y que encarna el personaje de una mambisa, en un intento de legitimar el arte del transformismo en la isla.
Pardo no está segura de los verdaderos aportes de una visión femenina a la cinematografía, de la existencia de un lenguaje propio de mujeres. Pero defiende la necesidad de trabajar en equidad y, mientras se logra, “de empoderar a las especialistas ya formadas”.
Desde la irrupción de la tecnología digital, con el consecuente abaratamiento de los procesos productivos del séptimo arte, ha habido un aumento numérico de las realizadoras en el mundo. Cuba no ha sido la excepción, aunque su industria cinematográfica cubana sigue siendo reflejo de las huellas del patriarcado en la isla.
Hasta la fecha solo tres mujeres se han desempeñado como directoras de largometrajes de ficción. Sara Gómez, fallecida antes de concluir De cierta manera, y Carolina Nicola, que hizo su largo, Así de simple, sin apoyo del Instituto Cubano de Artes e Industrias Cinematográficos (ICAIC) y luego emigró; y Rebeca Chávez, con Ciudad en Rojo.
En los próximos meses, la realizadora cubana Marilyn Solaya podría convertirse en la cuarta cineasta en lograr su largo de ficción, con Vestido de novia.
Las cubanas fueron favorecidas por el triunfo de la revolución con medidas que permitieron su salida al espacio público, al formar parte activa de la vida económica, política, social y cultural.
Pero, pese a las legislaciones que buscaban el empoderamiento de las mujeres, prejuicios sexistas, heredados de la cultura patriarcal, sobrevivieron y se intensificaron con la crisis económica de los 90´s, según expertas.
Fotos: Cortesía del equipo de realización de Antigonón, el proceso