La obra Frijoles colorados corresponde a la autoría de Cristina Rebull Pradas (Matanzas, 1960), actriz, dramaturga, guionista, profesora, cantante, quien reside en Miami desde hace algunos años.
El texto pudo ser conocido a partir de su condición de finalista en la primera edición del Premio de Dramaturgia Virgilio Piñera (ediciones Tablas-Alarcos) en 2002 y de su estreno por la compañía habanera Teatro D’Dos poco después.
La primera actriz Verónica Lynn (1931), que ha compartido labores escénicas con la creadora del mismo, decidió llevarlo nuevamente a escena y para ello invitó al experimentado actor Jorge Luis de Cabo en una producción que une los esfuerzos de Teatro Trotamundos y Mefisto Teatro, las dos agrupaciones de procedencia de sus intérpretes.
La puesta en escena resultante comienza a la usanza de Teatro Trotamundos, desde la entrada de los espectadores a la sala, con la conversación que sostienen los actores entre sí y con el público durante la cual desgranan recuerdos de interés y comentan temas relacionados con quienes compongan la audiencia de cada noche.
Se trata de en un ameno ejercicio de improvisación que incluye una breve información sobre esta específica visión de la obra que estamos a punto de disfrutar y cesa con la presencia de la Asistente de Dirección para recordarnos tomar las precauciones al uso con los teléfonos móviles.
El texto, delicioso, con ilustres parientes en antecesoras como Dos viejos pánicos, de Virgilio Piñera, y Esperando a Godot, de Samuel Beckett. Aparece quintaesenciado de cara a su actual contexto social entre las emociones variopintas que se suceden y la defensa a ultranza de ese espacio que se ocupa y desde donde surgen todas las evocaciones, de ese magro sitio físico que preside el sonido familiar de una olla que cocina unos eternos frijoles.
Esta obra también se inscribe, armada con los recursos del teatro del absurdo, en esa zona tan cara a nuestra dramaturgia como es la familia y su entorno, abonada antes por las voces fundacionales de Piñera, Estorino, Quintero, Milián entre otros, a la par que refiere un motivo común a nuestra dramaturgia como la comida.
El escenario desnudo, absolutamente desaforado, acentúa el desempeño actoral como principal recurso expresivo bajo un diseño de luces que lo acompaña y complementa. La banda sonora se ciñe a los sonidos de la olla mientras advierte, de vez en vez, de una otra presencia que los personajes definen como amenaza externa, indeterminada, cuyo objetivo final acaso sea apoderarse del alimento.
La experiencia refinada de Verónica y De Cabo se luce, discreta —para mayor gusto—, sobre las tablas. Recrean familiares, situaciones, eventos; concitan emociones diversas y hasta encontradas en ese ejercicio del recuerdo y la memoria que desespera por asegurarse alguna identidad, mientras crean una deliciosa partitura donde destellan —con un guiño de humor— tonos magistrales.
La ironía, la complicidad y hasta un nuevo registro del choteo recorren el aparentemente zigzagueante discurso, guiado en realidad con mano firme hasta su resolución, para estallar en su feraz, contundente y atrevida imagen final. Esa que solicita en su total comprensión —juego de sus artífices— el contar, igualmente, con una vida vivida.
La temporada coincidió con el cumpleaños 92 de esta grande de la escena, y su reaparición en el teatro no solo permite la alegría y la admiración ante la integridad de sus capacidades. También que obliga a la gratitud por este regalo invaluable con que su inmenso amor a la profesión y su respeto por el público nos privilegia y bendice pues Verónica Lynn, la icónica protagonista de hitos como Santa Camila de La Habana Vieja y Aire frío no solo vuelve a estar noche tras noche sobre las tablas sino que lo ha hecho tomando la responsabilidad de una obra bajo su dirección y enfrascándose en las imprescindibles tareas de su producción en un momento de ingente crudeza de la vida cotidiana en la isla. En tanto, añade nuevos paisajes al trayecto de su compañía Trotamundos y resulta inspiración para todos nuestros artistas.
Qué: Espectáculo teatral “Frijoles Colorados”. Texto: Dirección: Verónica Lynn
Género: Comedia.
Dónde: Sala El Sótano, K y 25, El Vedado. Próxima a la Universidad de La Habana.
Cuándo: Viernes y sábado 8.30 p.m./ Domingo: 5.00 p.m. Hasta el 28 de mayo.
Cuánto: 20.00 CUP. Se permite el uso de cámaras fotográficas sin flash.