René de la Cruz (hijo) no concibe su existencia sin un proyecto en el teatro, el cine o la televisión. Heredero del legado de sus progenitores, René de la Cruz y Pura Ortíz, se ha entregado a la actuación por más de cuatro décadas.
Las obras Mi socio Manolo (circa 1990) y El cartero de Neruda (2001), los espacios televisivos Lucha contra bandidos (2017) y Vivir del cuento y las películas La pared de las palabras (2014) e Inocencia (2018), son algunas de las producciones en las que lo hemos visto hacer gala de su oficio.
¿La actuación es una aventura?
Más que una aventura ha sido un bello juego. Cuando te adentras en el conocimiento de la carrera, te enamoras. La actuación se convierte en una necesidad; llega el momento en que ya no puedes vivir sin ella.
Talento o esfuerzo: ¿qué tiene más relevancia en esta carrera?
El talento es lo primero. Como es lógico, el esfuerzo también es importante para desarrollarse en este oficio. El actor tiene que buscar, analizar la psicología del personaje. Esa dedicación la va a agradecer toda la vida.
Has contribuido a la formación de las nuevas generaciones de actores cubanos. ¿Los maestros se realizan a través de sus pupilos?
Sí. Cuando me gradué de instructor de arte en la especialidad de teatro impartí clases a jóvenes actores. Además, he compartido mis conocimientos sobre las artes escénicas en talleres con colegas de Venezuela, Brasil y España. De este intercambio nos enriquecemos todos los que participamos.
Es casi imposible enseñarlos a ser actores, como decía Konstantín Stanislavski, pero sí los puedo guiar a buscar sus sentimientos y orientarlos. Este proceso te da herramientas que después podrás utilizar en algún momento de la carrera.
¿Te identificas con alguno de los personajes que has defendido?
Me he identificado con todos, cada uno ha sido parte de una etapa importante de mi vida y los echo de menos. Para construirlos, siempre parto de mí; les busco puntos de contacto y trato de acercarlos a mi realidad, respetando sus características.
¿Con cuál personaje te quedaron cosas por decir?
Siempre quedan cosas por decir, por eso si tienes la oportunidad de volver a interpretar el mismo personaje, aprovechas y las dices. Con el que más he sentido eso ha sido con Pablo Neruda, de la obra El cartero de Neruda, dirigida por Orieta Medina.
Otros con los que me ha pasado han sido Mi socio Manolo, de la compañía Teatro del Sol, y el flaco de la obra Vientos de Cuaresma, de Mefisto Teatro, bajo la conducción de Tony Díaz.
El personaje de El cartero de Neruda marcó mi vida y mi carrera. Muchos críticos dicen que hay un Renecito antes y después de esta obra. Recientemente me encontré con la directora y pensamos volver a montarla este año.
¿Has actuado para salir de alguna situación compleja de tu vida cotidiana?
He utilizado la actuación para salir de algunas situaciones puntuales que se me han presentado en diferentes momentos de la vida. Ha sido en pocas ocasiones, pero sí lo he hecho. Por ejemplo, cuando me han puesto una multa o cuando he llegado tarde a algún lugar.
¿En esta profesión prevalece la solidaridad o la rivalidad?
En el mundo de la actuación coexisten ambas cosas, depende del equipo con el que te toque compartir un determinado proyecto. Es tan rico trabajar con amigos que te apoyan. En el arte siempre hay rivalidad, pero tiene que ser una rivalidad bonita, que sirva para ayudarnos, aprender y engrandecernos a nosotros mismos.
¿Cuál es el error que no deseas repetir en tu carrera?
Seleccionar un proyecto de trabajo que no ha sido bueno. Aprendí de esa experiencia y desde ese momento, si no me siento cómodo o percibo que no me va a aportar algo en el ámbito artístico, no participo.
¿Qué es lo que más valoras de un compañero de faena?
El apoyo, la ayuda, que me tenga presente y que me mire de frente. Que te tiendan la mano, te ayuden a caminar y se preocupen porque estés presente. Valoro al compañero que, cuando te habla, cuando te critica, lo hace dándote un consejo de hermano; no le molesta que te destaques más que él porque al final lo importante es el resultado de la obra.
¿Un actor se define por su talento o por el reconocimiento social?
Considero que en primera instancia lo que debe definir a un actor es el talento; luego, producto del resultado de su trabajo, es que llega el reconocimiento social. La persona que escoja esta carrera debe amarla, enfocarse en hacer bien su trabajo y que sea el público el que reconozca sus cualidades interpretativas.
¿Los actores de tu generación reciben las mismas oportunidades de actuar que los más jóvenes?
Depende de las historias. Creo que hoy tienen más oportunidades los jóvenes que están egresando de nuestras escuelas de arte, porque se escriben más historias vinculadas con ese segmento etario.
Los actores de mi generación continuamos trabajando y estamos presentes en las producciones que se realizan tanto en la radio, el teatro, el cine y la televisión.
Lo importante para el actor es trabajar y aportar sus sentimientos y su verdad, no importa la edad ni la trayectoria que tenga. Todos estamos en igualdad de condiciones y nos esforzamos para que el trabajo quede con la calidad que se merece nuestro público.
Te hemos visto en personajes con pinceladas humorísticas. Háblame de la experiencia en Vivir del cuento.
No me gusta que me encasillen. Un actor debe incursionar en las dos vertientes, el drama y la comedia; en mi caso, puedo hacer humor y desarrollar un personaje de corte dramático.
La comedia me priva. La he realizado en teatro y en cine. En el caso de Vivir del cuento, tengo que decir que los actores han logrado conformar una familia, encabezada por Ignacio Hernández (Nachi) y Luis Silva. Otra de las fortalezas de este popular espacio es que han logrado aunar a actores con diferentes características y sacar lo mejor de ellos. Desde que me incorporé al elenco me acogieron, me han hecho sentir cómodo y me han permitido desarrollar todas las ideas que he presentado.
¿Cómo manejas la inestabilidad de trabajo en la actuación?
La administro mal. El actor no escatima esfuerzo para trabajar, a veces terminamos un proyecto en el que estuvimos prácticamente todo el año grabando y, aunque estemos agotados, a continuación estamos pensando en lo próximo que viene. Esta profesión es algo que está pegado a tu cuerpo y a tu alma.
Somos muy dichosos por esa parte, nos encanta lo que hacemos y por eso disfrutamos cuando tenemos trabajo. No soportamos los espacios libres.
¿El primer crítico de un actor debe ser él mismo?
Sí, en mi caso, nunca me gusta lo que hago, me siento mal cuando descubro que no llegué al lugar que había pensado y me pongo a buscar por donde debería enfocar el personaje en la próxima ocasión.
Soy perfeccionista y me exijo el máximo en cada cosa que hago. No importa que al público o a otros colegas les guste lo que hice y me feliciten por eso, me quedo siempre con el sabor de que lo pude haber hecho mejor.
¿Qué habilidades te gustaría poseer?
Las manualidades, saber poner un bombillo, construir una mesa, desarrollar las habilidades prácticas de un albañil, un plomero o un electricista. Me gustaría ser más útil en ese sentido. Además, me habría gustado ser un gran pianista, en ese sentido me defiendo, estudié violín, pero me considero un músico frustrado.
Formas parte del elenco de la película Neurótica anónima. ¿Estar bajo la dirección de Jorge Perugorría te genera presión o es una motivación?
Es una motivación enorme. Admiro y quiero mucho a Pichy (Jorge Perugorría) en todas sus facetas. Estar con él en este proyecto es un lujazo. En cierto modo también genera presión, porque es un actor de alto nivel.
Siempre disfruto estar junto a Pichy. De hecho, estoy en todos sus proyectos: El Festival Internacional de Cine de Gibara y el Festival Internacional de Cine y Medio Ambiente del Caribe, Isla Verde.
¿Qué caminos habrías seguido si no te hubieras dedicado a la actuación?
Me habría dedicado a la música, que es otra de mis pasiones. De hecho, cuando preparo mis personajes los concibo usando melodías.