Cuando la producción del programa Sonando en Cuba convocó a David Blanco a apoyar a una de las concursantes, el autor de “El despechao” (2004) no imaginó que ese encuentro cambiaría el rumbo de su vida. La música fue aliada en la historia de amor entre el ex integrante del grupo Moncada y la cantante Jennifer Rodríguez.
“Le pidieron que hiciera una canción conmigo. Fue a mi casa a ensayar. En ese momento hubo mucho respeto y distancia, nos centramos solamente en el trabajo que íbamos a hacer. Me invitaron al programa e hicimos juntos el tema ‘El punto cubano’”, cuenta David.
“Luego coincidimos en un viaje. La vida nos volvió a unir por cuestiones laborales y empezamos una amistad muy bonita. Nos escribíamos y nos contábamos cosas. Ese momento fue muy importante para nosotros. Nos unió y nos permitió conocernos”, remata.
Jennifer, representante de la región central del país en Sonando… en la segunda temporada del concurso se dio cuenta de que estaba enamorada cuando se descubrió imaginando una vida al lado de David. “Cuando cierro los ojos y pienso en ese momento que hoy es nuestro día a día, solo puedo agradecer que nos hayamos encontrado”, rememora.
Ambos estaban a punto de darse por vencidos en la búsqueda de pareja cuando se conocieron e iniciaron una relación que se ha fortalecido con el tiempo.
“Yo había salido de una relación y ella también. Teníamos muchas cosas en común, sobre todo en la música. Hicimos un viaje a Estados Unidos, cada uno con su proyecto, por separado, y quedamos en encontrarnos, pero no pudimos vernos allá. Al regreso a Cuba, nos encontramos en el concierto homenaje a Compay Segundo en el que participo todos los años, siempre que estoy en Cuba. Esa fue la noche mágica. Nos encontramos en el momento justo porque fue cuando nos acercamos más como pareja, sentíamos que espiritualmente estábamos unidos, y eso es algo fundamental en las relaciones. Eso nos conectó y sentimos que con el tiempo se ha potenciado”, dijo a OnCuba el también productor musical.
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Mientras David habla, Jennifer, quien formó parte de la agrupación de Haila María Mompié, escucha atentamente las palabras de su compañero de vida y agrega que “no es difícil mantener una relación entre artistas cuando existe respeto y admiración”.
“El arte nos unió. Ese momento fue un indicador de que estaba en el lugar que esperaba o buscaba”, advierte.
Su historia de amor es de esas relaciones con las que muchos sueñan.
“De Jennifer aprecio muchas cosas. Donde hay amor hay admiración. Es importante que las parejas se admiren, se respeten, sean compinches y se cuiden las espaldas. Aprecio lo profesional que es. Conecta con lo que hago y tiene en cuenta mi carrera”, dice un entusiasmado David.
Con el paso del tiempo han logrado compenetrarse en todos los ámbitos de la vida y convertirse en uno solo. En estos cuatro años de relación han vivido momentos relevantes, pero el nacimiento de su hija los marcó para siempre.
El intérprete de “Mueve la pachanga” (2004) remarca que todos los días son marcantes para la relación. “Sobre todo el momento en el que nació Ester. Ha sido algo maravilloso y nos ha definido mucho. Igual el momento en el que comenzamos a hacer nuestro proyecto empresarial juntos. Ambas cosas marcaron un antes y un después”.
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Jennifer, también empresaria, asiente con la cabeza, mientras escucha las palabras de su pareja. Con el brillo de la nostalgia en los ojos, se muestra visiblemente emocionada cuando vuelve a recordar el nacimiento de la hija que tienen en común. “La llegada de Esther nos hizo más conscientes del amor que nos regalamos; nos unió y nos fortaleció. David es un padre amoroso y dedicado con nuestras dos hijas. Con el paso del tiempo nos hemos transformado en mejores padres, amigos y amantes”.
De la amistad al amor
La relación de Bárbara Sánchez Novoa (Baby) y Maykel Herrera no fue de esos amores que empiezan de un zarpazo; tuvieron tiempo de madurar la intimidad con el paso del tiempo. Hoy son una pareja admirable, con muchas metas en común.
Al hablar del artista visual, el tono de voz de Baby cambia. Enamorada, describe cómo conoció a Maykel.
“Me di cuenta de que estaba enamorada cuando comencé a notar que lo admiraba mucho. Esa primera admiración básica de mi persona hacia él, porque conocía su obra, de alguna manera llegó a mezclarse con lo personal. Empecé a admirarlo por los valores y los conceptos familiares que tiene. Supe que quería estar junto a él”, relata.
“Me cautivó que él me viera en mi esencia más natural, simplemente como una estudiante de Estudios Socioculturales en la Universidad de Camagüey a la que le gustaba la radio y la televisión. Maykel me vio primero como persona, no como artista. Él me vio quizás cuando nadie más me veía, y eso es lindo”.
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Baby se emociona al recordar lo vivido a través de cada una de las imágenes que tiene sobre una de las paredes de su hogar. “Él veía mi esencia y mis valores. De eso hablamos mucho. Más allá de lo físico, primó lo que teníamos en común, lo que nos gustaba de la vida, la familia y las amistades. Eso nos unió y sentí que había entre nosotros una chispa de amor bonita y sincera”.
Maykel, por su parte, asegura que conoció a Baby en un momento inesperado. “El primer paso lo dimos los dos. Baby era amiga de mi hermana desde hacía muchos años. A partir de ahí fue surgiendo la química y eventualmente quedaron al descubierto los intereses de ambos. El amor surgió de la mejor forma”.
Tras dos décadas de unión, el amor que se tienen sigue siendo una de las fuentes de inspiración de sus vidas. “Admiro el cariño que Maykel siente por sus padres y por nuestro hijo. Me encanta que siempre piensa en lo que hemos logrado los tres. Eso me da mucha alegría. El amor está entre nosotros todo el tiempo”, cuenta la locutora.
Para el egresado de la Escuela Profesional de Artes Plásticas de Camagüey, la presentadora de Al Mediodía es su principal soporte y una parte esencial de su mundo. “Pienso que nos encontramos en el momento justo. Siempre buscamos las cosas que queremos que nos sucedan, y no nos damos cuenta de que el destino también se gobierna. Nuestra unión sucedió en un momento que era bueno para los dos, porque a veces las circunstancias no te permiten llevar una relación. Fue oportuno para ambos, decidimos comenzar y salió todo bien”, relata Herrera.
Desde la experiencia del “pintor de los niños”, como popularmente se le conoce al artista plástico, el reto principal de mantener un vínculo amoroso con éxito está en preservar el respeto, la sinceridad, y el deseo de amarse y estar juntos.
“Y la intención de verse como una familia. Cuando uno se compromete con ese sentido más significativo se multiplican el deseo, el compromiso, la responsabilidad y, sobre todo, las ganas de amar. En una relación no debe faltar el deseo de fortalecer, construir y cuidar”.
La unión entre esta pareja ha pasado la prueba del tiempo. Sus profesiones, a pesar de las creencias que priman, no han interferido en este viaje de amor incondicional que ambos iniciaron en su natal Camagüey.
“Creo que hemos madurado y aprendido a respetar nuestro tiempo creativo, ritmo, gustos y caprichos también. Estéticamente quizás lo que a mí me guste no es lo que él prefiere. Las personas interactúan más conmigo. Maykel siempre lo ha aceptado con respeto y cariño. Yo también he aceptado todas las muestras de admiración del público hacia él”, relata el rostro de Al Mediodía.
“Nuestra relación se ha transformado con el tiempo, sobre todo tras la llegada de nuestro hijo. La maternidad y la paternidad fueron un cambio radical. El egoísmo y el egocentrismo quedaron a un lado. Ahora nos centramos en lo que puede ser mejor para el niño, para nosotros, como familia, para que esto siga brillando. El pronombre cambió, ya no es sobre el ‘yo’, ahora es sobre ‘nosotros’. Esa es la mayor transformación y ha sido para bien”, cuenta Baby.
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Transformarse y fortalecerse
La historia de amor entre Enrique Bueno y Dalia Yacmell surgió en plena pandemia. En ese complejo contexto sanitario y social, una amiga en común los presentó.
Miradas y gestos cómplices reflejan la química que hay entre ellos. Para Dalila, bailarina y coreógrafa, la dureza de la pandemia fortificó la relación.
“En esos momentos de tanta soledad e incertidumbre nos fuimos teniendo el uno al otro. Ahí surgió el amor. Éramos nosotros entre cuatro paredes, sin más compañía que un poco de música, vino y nuestras ganas de vivir. Lo que más me gustó de Enrique fue su humildad, lo natural que se comportaba, y que sabía bailar casino”, relata.
Al preguntarle por los inicios de su historia con Dalila, el actor relató “El reto principal de mantener un vínculo amoroso es no caer en la monotonía. Por nuestro trabajo a veces nos vemos poco, pero cuando estamos juntos tratamos de aprovechar al máximo ese tiempo”.
Ambos tienen intereses similares, se motivan a crecer y valoran todo lo que han construido juntos. Eso hace de su relación un mástil firme.
Dalila cuenta que “Muchas veces nuestros horarios son complicados por los ensayos y los espectáculos. A veces tenemos muy poco tiempo para nosotros. Ahora que estoy estudiando actuación compartimos algunos proyectos, pero a veces no. Lo normal es que él tenga su rutina de trabajo y yo la mía. Lo que sí facilita nuestra relación es que entendemos los sacrificios y situaciones que se pueden presentar. Ese ha sido un punto a nuestro favor: la proximidad profesional”.
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De compartir gustos y pasiones con la persona amada sabe el actor, quien visualiza en su pareja a la mujer con la que desea compartir su vida.
“Dalia es emprendedora, como pocas he conocido. Me gusta mucho lo disciplinada que puede llegar a ser, bien diferente a mi personalidad, que gusta tanto de los disturbios. En el plano afectivo es una mujer amorosa y detallista”, cuenta quien encarnó a Leroy en la telenovela La cara oculta de la luna. Junto a Dalila, la actriz que interpretó a Gracia en la obra de teatro Villa Perro, forman una pareja de un entusiasmo contagioso.
“Todas las relaciones se transforman con el tiempo, para bien o para mal. Pero siempre hay cambios, porque vamos adquiriendo experiencias de vida. Por supuesto que nuestra relación no queda fuera de eso. Hemos crecido, madurado y aprendido mucho el uno del otro. Creo que los buenos momentos han servido para demostrarnos que los malos también son válidos. Esos días malos nos han enseñado qué debemos mejorar para seguir adelante. La transformación es necesaria porque nutre y fortalece la relación”, remata Enrique.