Beijing y los patinazos Made in USA

La primera potencia del campo y pista universales, Estados Unidos, acaba de perder por segunda vez consecutiva (y quinta en la historia) la supremacía por equipos en un Campeonato Mundial de Atletismo, superada por dos fuerzas emergentes de atletas de piel negra, Kenya y Jamaica.

Muy claro estaba que los tiempos en que el país del norte abrumaba a los demás en la tabla de medallas –por ejemplo, ganó 14 de oro en Helsinki 2005 y también en Osaka 2007– habían quedado atrás. Nuevas voces han entrado en el concierto, a tal punto que 19 naciones alcanzaron por lo menos uno de los 47 títulos dirimidos en el Nido de Pájaro.

(Rusia desfalleció súbitamente, es cierto, pero Jamaica sigue cuasi monopolizando la velocidad, Polonia crece como la espuma en lanzamientos y –oh milagro- Kenya ya no se contenta con el fondo).

Visto tan espinoso panorama, será muy difícil que Estados Unidos vuelva a conseguir en el futuro próximo una decena de premios dorados en esta clase de contiendas. No obstante, su calibre es todavía suficiente para encabezar el medallero; por ende, el tercer escaño colectivo conseguido en Beijing tiene el sabor indeseable del fracaso.

¿Dónde perdió el Mundial? ¿Qué candidatos se vinieron abajo con la competencia, hasta el punto de limitar a la delegación a seis preseas de oro, una menos que sus antecesoras en el podio? La cuenta es muy sencilla: los 100 metros con vallas y el relevo largo femenino.

Antes del campeonato, todos los expertos de la Tierra –y aun los de Marte, si los hay- coincidieron en que el trono de esas pruebas recalaría en atletas norteamericanos. Eran esos, quizás, los títulos más seguros del pabellón de las barras y estrellas. Más incluso que los de Allyson Felix, Christian Taylor y Ashton Eaton, ninguno de los cuales comandaba los rankings anuales en sus respectivos eventos.  Sin embargo, los reinados potenciales se esfumaron inexplicable y angustiosamente.

Lo de la posta larga fue un escándalo. La cuarteta agrupó a cuatro mujeres de abultado expediente, todas ellas con topes personales impactantes. Le cuento: Sanya Richards-Ross, monarca olímpica de Londres 2012, dueña de un pavoroso crono de 48.70 segundos; Natasha Hastings (49.84), bronce en la cita techada de Estambul 2012; Allyson Felix (49.26), que estrenaba la corona obtenida el jueves último; y Francena McCorory (49.48), campeona mundial indoor en Sopot 2014 y autora del mejor tiempo de la temporada.

El rival a derrotar era Jamaica, cuyas mujeres jamás habían logrado un galardón al máximo nivel y exhibían marcas mucho más discretas: Christine Day (50.14), Shericka Jackson (49.99), Stephenie Ann McPherson (49.92) y la líder del grupo, Novlene Williams- Mills (49.63), que había sido quinta en la final de los 400 lisos en Londres, tres años atrás.

No podía haber mesa más servida. Una por una las norteñas eran superiores, y encima llegaban con la tranquilidad de haber aventajado en tres segundos a sus adversarias durante los Mundiales de Relevos efectuados hace poco en Nassau. Es más: entonces las caribeñas habían corrido casi con el mismo equipo (de hecho, ahora hicieron únicamente un cambio), mientras las estadounidenses ni siquiera habían necesitado de su estrella Allyson Felix.

Así pues, su derrota solo entraba en los cálculos de algún afiebrado escritor de ficciones. Era increíble que Jamaica, con sus cortas espadas, doblegara a aquel monstruo de cuatro cabezas. Pero la vida está plagada de sorpresas.

Si escandaloso resultó el revés en el 4×400 para damas, humillante fue el de las vallas cortas. Se suponía (y con sobradas razones, como usted verá) que Estados Unidos haría pleno en el podio, dado el aval y momento de forma de sus cuatro contendientes. A saber, Dawn Harper, oro y plata en Olimpiadas; Kendra Harrison, con tiempo de 12.50 en la campaña; Brianna Rollins, monarca universal en ejercicio; y Sharicka Nelvis, número uno del escalafón del año gracias a un formidable 12.35.

El dato es escalofriante: las 18 mejores marcas de 2015 pertenecían a corredoras norteamericanas, y entre las Top 50, apenas ocho escapaban al predominio yanqui. Sus cuatro competidoras en Beijing, unidas a sus compatriotas Jasmine Stowers y Queen Harrison, habían sido las vallistas cortas más excelsas de la temporada. Y todas, sin excepción, tenían cronos capaces de sonrojar al 12.57 con que Danielle Williams, otro fantasma jamaicano, se alzó con la gloria en el Mundial.

Williams llegó al certamen chino con un discreto 12.71, ubicado en el lugar 70 del listado de la IAAF. Lógicamente, nadie apostaba un duro a sus opciones. Para colmo, la medallista de plata, la alemana Cindy Roleder, no aparecía en esa relación, y la bronceada bielorrusa Alina Talay andaba por el puesto 58. Ni Roleder ni Talay habían logrado medalla en el Europeo de 2014.

Más propicio no podía ser el terreno. Especialmente a partir de que la australiana Sally Pearson –propietaria del oro olímpico y el subcampeonato mundial– fracturara el antebrazo en la Liga de Diamante. Mas a la postre Harper se enredó con un obstáculo, Harrison quiso robarse la arrancada, Nelvis entró octava en la final y Rollins, la que más batalló, llegó cuarta a la meta. Peor, imposible.

Salir de la versión móvil