Cuando el próximo 21 de septiembre se enfrenten los equipos de Matanzas y Pinar del Río en el estadio Capitán San Luis para dar inicio a la 54 Serie Nacional de Beisbol, en muchísimos lugares de la capital –me atrevo a decir que del país entero- estará comenzando para muchos la posibilidad de hacer cálculos, predecir resultados y poner en juego también sus bolsillos.
Y es que como tantos otros juegos ilícitos asentados en una sociedad que acude al azar y a la suerte para aligerar sus necesidades diarias, las apuestas persisten en Cuba y encuentran puerto seguro en cualquier choque deportivo, ya sea en los propios estadios, desde el barrio o en la casa de un socio escogida como sede para ver el partido.
Pero más allá de esa práctica callejera, con cierto carácter ocasional, el fenómeno de las apuestas en el deporte ha tomado un alcance y popularidad insospechada, estableciéndose en La Habana y otros puntos del territorio donde existe todo un sistema de juego muy bien organizado por banqueros y colectores.
Así, una vez que arranca la Serie Nacional, para cada uno de los ocho partidos diarios existe una red de apostadores que depositan su dinero al equipo al que auguran mayores posibilidades y un banco, encargado de recibir el monto total y fijar el pique de cada juego: “Todas las mañanas sale el pique, que consiste en darle ventaja a los equipos más débiles, ya sea una carrera y media, dos, dos y media… entonces hace falta ganar por un margen superior a ese para cobrar el dinero. Por ejemplo, si Industriales juega contra la Isla y a esta le dan una carrera y media, Industriales tiene que ganar por dos o más carreras”, me cuenta Reynold, un joven del Cerro.
En casi todos los lugares las apuestas son a partir de 100 pesos y también se puede jugar la tripleta, donde se enlazan tres partidos y si los tres salen victoriosos se ganan 500: “Yo he visto socios que le han puesto 500 pesos a la tripleta para ganar 1 500 -dice Reynold- pero ya ligar una es mucho más difícil porque tienen que coincidir tres resultados a tu favor y cuando uno de ellos se altera lo pierdes todo”.
Lógicamente ningún partido es igual a otro, y en los más desproporcionados el banco reserva sus fondos y fija un límite de dinero a apostar. Luego en postemporada, al concentrase la competencia entre los 8 equipos más fuertes de la serie, las apuestas aumentan y los piques tienden a emparejarse. Asimismo las apuestas se reciben hasta las 11:30 o 12 del día, para evitar que la gente conozca quienes son los pitchers que van a lanzar por cada equipo y poder jugar con un margen de diferencia menor.
“Durante el Mundial de Futbol aquí también se picó”, me dice Lachy, otro apostador de la zona del Casino que perdió 70 CUC en la final de Argentina-Alemania: “Desde que empezó el mundial el banco salió al pique y se perdió mucho dinero porque te daban varios goles de ventaja y los juegos terminaron muy cerrados. Además, la gente apostó por equipos fuertes como Italia, Inglaterra y España, que se fueron en la primera ronda”.
Muchas son las historias de cómo se vivió el futbol el pasado mes de junio en la Isla, de cuánto dinero pasó de una mano a otra de los fanáticos, y de todo lo que sigue generando al interior de cada provincia donde tienen lugar numerosos campeonatos de futsal o el 11 tradicional. Allí, las apuestas también se organizan de manera similar a la pelota, dando goles de ventaja a los equipos más débiles o depositándole a estos una suma menor de la que arriesga quien va por un equipo mejor.
En los estadios la situación es distinta. Existe toda una cultura de apuestas, una serie de aspectos que es importante dominar: “Primero, la mayoría de los que juegan se conocen entre ellos, no es que sea un gremio pero hay una especie de asociación donde la gente se lee con la vista e identifica cuando alguien quiere jugar. Luego, muchos se sientan por la banda de tercera, quizás no todos, pero tradicionalmente en el Latino detrás de la grada de Armandito se concentran los apostadores”, me explica Ariel Ravelo, vecino del Coloso del Cerro.
“Allí las apuestas se hacen sobre todo a jugadas particulares: voy a hit, voy a out, o a una bola y a un strike; el juego al boleo, como se le llama, porque se apuesta lanzamiento a lanzamiento. En esos casos se mueve menos dinero, aunque en los play off la cosa se calienta y al final del partido hay quien ha ganado o perdido 5 000 pesos. Lo que pasa es que casi nunca uno ve el dinero rodando porque los sistemas de pagos no son ahí mismo”, agrega Ariel.
Sobre el tema de si los atletas entran o no en las apuestas mucho se ha especulado, y aunque el asunto pueda tener alguna dosis de fundamento, no constituye un fenómeno común entre los peloteros cubanos: “Yo me atrevería a decir que en algunos partidos sí se han apostado situaciones de juego: hombre en primera y segunda, el empate en segunda, cosas así en las que es muy probable fallar, o sea, cuando está incluido el jugador la apuesta nunca va a ser al batazo, siempre es al fallo, porque es más fácil para él”, opina el reportero Lázaro Fleitas.
“Cuando tanta gente te lo dice, incluso personas que están cercanas al equipo, es porque en algún momento ha sucedido -agrega. También cuando la diferencia es muy abrumadora a veces los peloteros juegan con el pique y lo que hacen es estrechar las distancias para que el contrario gane por el mínimo, pero no vender el juego, eso no existe ya”.
Al margen de este mundo, o bien cerca de él, está la policía, más preocupada por evitar disturbios en los estadios que por perseguir a los apostadores, con quienes muchas veces comparten la misma sección de las gradas. Fuera de los recintos deportivos la persecución de las apuestas es aún menor, a pesar de que pocos se esconden para hacerlo: “En este barrio no hay mucho flujo de policía pero igual esto aquí lo conocen todos, porque el que anota las apuestas anda con una libreta apuntando a quienes juegan y recogiendo el dinero –concluye Reynold-. Es algo que está camuflado por el hecho de ser ilegal pero que corre por un cauce natural”.