La Terminal Viajero del Surgidero de Batabanó, unos 60 kilómetros al sur de La Habana, tiene muy poco espacio en sus salones interiores. La inmensa mayoría de las personas que van a abordar los catamaranes rumbo a Isla de la Juventud deben esperar fuera en unas sillas plásticas —muy incómodas cuando tienes que pasar horas hasta subir al barco—, o simplemente ponerse a caminar por un amplio descampado que el sol castiga sin piedad.
Justo allí, escondido tras la fina sombra de un ómnibus, conversé en agosto del 2017 con Alexander Ramos Rabell (Nueva Gerona, 1969), el pelotero cubano que eslabonó una cadena de 1.112 juegos consecutivos en los diamantes, su lugar predilecto, su santuario, al que acudió día tras días sin importar las circunstancias.
El diálogo con el ya histórico dorsal 30 de los equipos pineros fluyó de manera natural, no puede ser de otra forma con un tipo modesto y sencillo al extremo. Conversamos largo y tendido en una mañana de agosto del 2017, mientras esperábamos para viajar a Isla de Juventud a una subserie entre los Piratas y los Leñadores de Las Tunas.
Cuando terminamos, supe que tenía en mis manos criterios de exquisito valor, la historia completa de su interminable racha de partidos, el recorrido por sus más de 2.000 jits, el impacto de sus altos promedios ofensivos, la satisfacción de haber cumplido siempre ante su afición y la decepción por no recibir oportunidades para representar a su país con el principal equipo nacional.
Pero aquella entrevista nunca se publicó, aquellas declaraciones se perdieron durante la cobertura del paso del huracán Irma por Cuba, en la cual mi celular sucumbió en las aguas sin opciones de salvar nada.
En los siguientes tres años coincidimos poco, si acaso un par de intercambios breves que no alcanzaron para repetir la entrevista, pero me quedé con su número telefónico y acordamos volver a hablar en otro momento. Finalmente, un par de semanas atrás me puse en contacto con el reconocido “Hombre de Hierro” de la pelota cubana, quien otra vez repasó su historia de punta a cabo.
¿De dónde viene la pasión por el béisbol?
Desde niño me gustó, ya sabes, como a un buen grupo de niños en Cuba que se enamoran del béisbol, que lo llevan en la sangre. Yo practicaba en un terrenito cerca de mi casa y ya con siete u ocho años me lo había tomado en serio: quería ser pelotero.
Algún ídolo que te marcó decisivamente…
Alfonso Urquiola y Rey Vicente Anglada. Entre ellos existía una tremenda rivalidad, eran muy agresivos y eso me llamó mucho la atención. Sentí afinidad por su estilo.
Cuando uno repasa tu carrera muchas cosas saltan a la vista, pero a mí lo que más me apasiona es la racha. ¿Cuál fue el secreto para no perderte ni un solo partido en diez años?
¿El secreto? Voluntad, mucha voluntad, deseos de jugar, disciplina y confianza en uno mismo. También fue importante trazarme metas ambiciosas, de no ser así hubiera caído en el conformismo y en la mediocridad. Si piensas chiquito, chiquito te quedas.
Además, me acompañó el factor suerte, porque no tuve ninguna lesión que me sacara de circulación. Nunca me partí un hueso, por ejemplo, tuve molestias, jugué enfermo, pero no pasé por nada que me impidiera jugar.
Y lo otro fundamental es rendir, tener buenos resultados. Un manager no te va a mantener en el campo solo porque quieras romper un récord. Hay que batear, defender, ayudar al equipo.
¿Cuándo fuiste consciente de que estabas inmerso en una racha de partidos consecutivos?
Me enteré por Sigfredo Barros en 1994. Él escribió una nota hablando de que ya tenía como 400 partidos seguidos. Hasta ese momento yo no me había dado ni cuenta, lo mío era jugar y jugar. Ya cuando vi eso en el periódico me propuse extender esa cadena lo más posible y al final estuve como diez años sin dejar de jugar.
¿En algún momento pensaste que la cadena se iba a romper?
Sí, tuve dos momentos difíciles. Primero fue en la Copa Revolución, la segunda creo, que jugué de refuerzo con Matanzas. Mi madre estaba enferma, grave, ingresada aquí en la Isla, y yo iba y venía todos los días desde La Habana a quedarme con ella.
Recuerdo que salía en el primer avión desde Nueva Gerona para la capital como a las siete u ocho de la mañana, jugaba por la tarde, y después tomaba el avión de regreso y pasaba la noche con mi madre en el hospital.
La dirección del Gobierno y el Partido en la Isla me ayudaron mucho, me ponían transporte para el aeropuerto y estaban pendientes de todo lo que necesitaba. Así estuve poco más de una semana, hasta que mi madre falleció.
¿Cuánto te afectó eso?
Fue un golpe brutal, imagínate. Es algo de lo que uno nunca se recupera del todo. En aquel momento mis compañeros me dieron tremendo apoyo, empezando por “Sile” Junco, que era el director de Matanzas en aquella Copa Revolución. Pero todos los muchachos sabían por la situación que estaba pasando y me dieron mucho aliento para seguir adelante, para que no me rindiera.
¿Y el segundo momento complicado?
Ese fue en el play off de 1998 contra Industriales. En un toque de bola choqué con Juan Padilla y se me hizo una fisura en el dedo del medio de la mano derecha. Enseguida fuimos para la Covadonga y me enyesaron, con tremendo dolor. Pensaba de verdad que no iba a poder jugar, pero el director Armando Jhonson se sentó conmigo y me dijo que al 50 % iba a resolver más que con un muchacho nuevo.
“Mira como está el Latino, a reventarse”, me decía. Entonces acepté salir así al terreno. Bateaba con el dedo afuera, con cuatro dedos, porque no podía moverlo. Jugaba por la noche, salía del estadio para la Covadonga y me enyesaban. Después me iba a Mulgoba a dormir, y por la mañana tenía que ir al hospital de nuevo para quitarme el yeso y jugar por la noche. Eso lo tenía que repetir todos los días.
Si tan impresionante es la racha, más espectacular aun es el rendimiento que mantuviste todo ese tiempo…
Los números que quedaron después de mi retiro son buenos. Participé en 18 Series, en 15 bateé más de .300 y en dos más de .400, así que imagínate.
Siendo tan consistente, tuviste pocos premios. ¿Crees que se fue injusto contigo?
Sí. Por los resultados que tuve pude integrar el equipo nacional en más de una ocasión. Yo hice un montón de veces el Cuba B, pero el grande, solo una, a los Juegos Panamericanos de Santo Domingo 2003. ¿Los motivos? Todavía hoy los desconozco. Siempre he dicho que mi parte la cumplí, con rendimiento y resultados, pero los técnicos que decidían no me tomaban en cuenta.
Y lo más lindo es que me dejaban fuera y al año siguiente venía mejor, ponía a todo el mundo a darle vueltas la cabeza, aunque al final no me escogían, parece que no era del agrado de alguien. También creo que en aquellos tiempos Isla de la Juventud casi no se visualizaba, no ponían juegos por la televisión y a los jugadores les costaba un poco más que se reconociera su trabajo y que se viera que estaban capacitados para integrar el equipo nacional.
Y para que veas, ahora, estando en el mismo lugar, me han considerado un poquito más como entrenador y he podido integrar selecciones nacionales a torneos importantes.
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¿Cuánto te afectaron esas exclusiones?
Yo me sentaba en la televisión a escuchar las selecciones y pensaba que debía estar, pero cuando no me mencionaban se me caía el mundo arriba. No entendía. Me decía “qué pasa, qué pasa”. La suerte es que tenía mucha gente a mi alrededor que me ayudaban a levantarme. Mira, el mayor deseo que tiene un atleta es hacer el principal equipo de su país, representar a su país, y cuando tú sabes que te has ganado ese derecho y te lo niegan… ¡Uff, te destruyen!
Yo no quería nada regalado, trabajaba para ganarme el derecho de estar y varias veces me lo gané, pero no me llamaban. La satisfacción que me queda es que a pesar de todas esas exclusiones, nunca me conformé, por eso siempre volví a la carga, a la batalla.
Creo que también te tocó convivir en una época de muchos camareros estelares. Pacheco, Padilla, Oscar Macías, Yobal Dueñas, Enriquito Díaz…
Si si, aquello era un escándalo. Para donde quiera que te virabas habían segundas bases de calidad. Desde Pinar del Río hasta Guantánamo, y algunos equipos tenían más de uno, porque en Santiago si Pacheco no estaba, ponían a Cajigal, que también lo hacía bien.
Eran momentos de mucho nivel, se podían hacer dos y tres equipos nacionales. Por eso yo les digo ahora a los muchachos que se pongan pa´ las cosas, en estos tiempos cualquiera se revienta un año y hace el equipo Cuba.
¿Volveremos a tener tanto talento junto en nuestro campeonato?
Creo que el talento lo tenemos ya, hay chicos de mucho potencial y con muchas herramientas para desarrollarse. Lo que veo difícil es llegar a tener tantos jugadores en el máximo nivel, sobre todo porque ahora los pensamientos, las proyecciones y las maneras de comportarse son diferentes. A veces ves a los jugadores hablando más de fútbol que de pelota. Vas en la guagua y te están hablando de fútbol antes de un juego, y tienes que regañarlos, decirles que se concentren en el trabajo que van a realizar. Ojalá me equivoque, pero creo que va a costar trabajo recuperar el nivel de aquellos tiempos.
Tus registros individuales son motivo de satisfacción, pero cuáles fueron tus mejores momentos en el orden colectivo.
El tercer lugar del año 1998 es el punto cumbre de mi carrera con Isla de la Juventud. Hace unos meses estaba viendo los estadios llenos y me acordé de aquel play off, en el que eliminamos a Pinar del Rio con Lazo, Contreras, Faustino, Linares, y después casi liquidamos a Industriales. Nos faltó una sola victoria, el empujón final. No supimos cerrar y nos ganaron, cerrado, pero nos ganaron.
Eso tienen los equipos grandes, si no los matas, te jodiste. Y aquellos Industriales estaban duros con Vargas, Germán, Padilla, Scull, Tabares, Javier… Daba gusto verlos y daba gusto competir contra ellos, porque te obligaban a rendir al máximo si querías triunfar.
Te voy a hacer una revelación. Siempre he simpatizado con los equipos de la capital, cuando ellos no están el béisbol cubano se lo siente, no tiene el mismo sabor. Con los peloteros de la capital se aprende, creo que siempre van un poco por delante en el pensamiento táctico. Yo se lo digo ahora a los muchachos, que cuando jueguen contra Industriales se fijen bien en las cosas que hacen.
A pesar de caer, la química de aquellos equipos pineros entusiasmaba a mucha gente…
Nosotros peleábamos a matar, siempre. Lógicamente, cuando clasificamos y empezamos a salir por la televisión la gente se dio cuenta de nuestro estilo y ganamos simpatizantes. Éramos muy bateadores, no jonroneros, pero sí hacíamos un montón de carreras por juego. Perfeccionamos la técnica para batear al centro del terreno y al jardín derecho, por las características del Cristóbal Labra. El pitcheo no era muy bueno, solo Carlos Yanes y Gervasio Miguel podían hacer algo, pero había que matarnos con muchas carreras, si se quedaban cortos aprovechábamos.
Y es cierto, había química. Mira, la combinación mía y de Juan Carlos Moreno fue muy buena. Nos entendíamos a la perfección y juntos crecimos. “El Sopa” tenía unas manos privilegiadas. Yo le enseñé algunas cosas porque acumulaba más experiencia, pero lo importante es que llegamos a compenetrarnos muy bien. Llegó un momento en que solo de mirarnos sabíamos cómo era la cosa.
A veces el público no tiene ni idea de los sacrificios que pasan los peloteros de la Isla…
Me alegra que toques ese tema, porque el aficionado fuera de la Isla puede desconocer nuestra realidad y los medios tampoco le dan demasiada relevancia. Si hay un equipo que pasa trabajo en Cuba ese es Isla de la Juventud, básicamente por la situación geográfica. Nosotros nos metemos ocho horas para llegar a La Habana, por ejemplo, y está ahí mismo.
Te levantas a las cinco de la mañana, a las seis chequeas para salir en el barco a las ocho. A las once llegas a Batabanó y de ahí par de horas más hasta La Habana en guagua, y si vas para otra provincia, peor. Al otro día tienes que jugar como todo el mundo, con la misma exigencia, y a veces el cansancio nos sale.
Es lo que nos tocó, hemos aprendido a vivir con eso y hemos aprendido que eso no puede ser una excusa cuando no logramos buenos resultados. Al contrario, somos conscientes de que debemos jugar y ganar así. Siempre nos lo han inculcado, desde Armando Jhonson hasta José Luis Rodríguez Pantoja, dos grandes pedagogos que han dirigido nuestros equipos durante 25 años. Todavía estamos aprendiendo de ellos.
¿Pensaste alguna vez en renunciar a jugar por la Isla?
¡No, qué va! La Isla es lo más grande para mí, siempre jugué por aquí y no pensé jamás en irme. Representar a la Isla es un orgullo, una satisfacción, donde quiera que vaya. Doy gracias porque los pineros han sido recíprocos con mi esfuerzo y lealtad, ellos quieren mucho a los peloteros, sienten los colores y nos apoyan mucho en el estadio.
Si por arte de magia tuvieras un turno adicional en tu carrera, un turno decisivo, ¿a qué lanzador no te gustaría enfrentar?
Siempre he dicho que a mí me hacía mucho daño Jorge Luis Machado, “El dibujante de Guanajay”. Cualquiera diría que por la poca velocidad que tenía era mejor enfrentarlo, pero que va, el tipo era muy inteligente y te combinaba todos los garabatos esos. A mí me volvía loco.
Pero en mis tiempos había muchos otros lanzadores de tremenda calidad que era mejor no encontrártelos. Lazo, Contreras, Faustino, “El Duque” Hernández… aquello era horrible y batear costaba trabajo, porque los equipos tenían también defensas de primer nivel. El jit tenía que ser jit.
¿Y cuál te gustaría tener de contrario?
José Miguel Báez, de Las Tunas. Le conectaba con bastante facilidad, lo estudiaba mucho, tanto que a veces le bateaba avisado, quizás también porque le tocó lanzarle a la Isla muchas veces.
¿Ves mucha diferencia entre el béisbol que se juega hoy y el de tu época?
La principal diferencia que veo radica en la entrega. Antes los peloteros sentían más por el juego, se esforzaban más. Ahora existe la calidad, quizás hasta superior a mis tiempos, pero hay muchos muchachos que no están enfocados en el trabajo. A veces estamos en el terreno y le preguntas a cualquiera qué lanzamiento hizo el pitcher y no saben, porque no siguen el partido, no piensan.
Además, en los equipos hay menos profundidad por todos los jugadores que se han ido, no se puede tapar el sol con un dedo. Antes se iban muy pocos y la calidad y la competitividad era superior, como es lógico.
Pero independientemente de eso, antes se pensaba distinto, por ejemplo, había más cooperación, más solidaridad, más sentido del compañerismo. Antes tú te podías sentar con Pacheco, que era rival, y pedirle cualquier consejo. Olvídate, él te ayudaba, te decía que estabas haciendo mal esto o aquello, te corregía y te ofrecía soluciones para que pudieras mejorar. Ahora eso no se ve mucho.
Como entrenador, ¿por qué crees que los jugadores llegan con tantas deficiencias técnicas al primer nivel?
Falta juego, volumen de juego, no busques ninguna otra causa. Lo que da el desarrollo es salir al terreno y enfrentarte a situaciones reales, solo así vas a mejorar tu capacidad de respuesta ante las muchas y diversas circunstancias de un partido de pelota. Puedes entrenar mucho, que si después juegas dos veces, pues no logras nada, no creces.
En Cuba tenemos buenos entrenadores, es un cuento que no hayan buenos técnicos, pero si en las categorías escolares y juveniles tienes nada más que 15 o 20 partidos en un año, es imposible que los muchachos mejoren, por muy buena que sea la preparación.
La solución entonces es jugar más en todos los niveles. Si eso se llega a materializar, los más jóvenes no van a llegar con tantas deficiencias a la Serie Nacional y, por ende, la Serie Nacional va a ser mejor, más competitiva.
¿No crees que técnicos, entrenadores y jugadores necesiten más opciones de aprendizaje en la arena internacional?
Nosotros tenemos que estar abiertos al aprendizaje, de todas las fuentes posibles. Mira, yo estuve en Italia, donde el béisbol no compite con otros deportes en cuanto a popularidad, pero los equipos allí se preparan con los mismos métodos de Grandes Ligas, se documentan, estudian y ponen en práctica las tendencias más modernas.
Entonces, un país como el nuestro, de tanta tradición, no puede estar atrás en términos académicos y no puede renunciar a la superación. Por eso es tan importante que los jugadores, los técnicos y los entrenadores salgan, conozcan, se empapen de cómo está funcionando el mundo y después regresen a Cuba para poner en práctica todo lo que aprendieron. Tenemos que estar abiertos al conocimiento y aprovechar todas las experiencias.
Fuiste un tremendo bateador, pero también un tipo respetado por tu comportamiento. ¿Cómo le gustaría a Alexander Ramos que lo recordaran?
Me gustaría que cuando hablen de Alexander Ramos piensen en el récord de juegos consecutivos y que recuerden toda la entrega, constancia, deseo, voluntad y disciplina que se requiere para lograrlo. Por ejemplo, la racha no existiría si me hubieran expulsado en algún momento, pero en 18 años jamás me botaron. Podía decirle dos o tres cosas a un árbitro, pero tranquilo, sin gesticular ni faltar el respeto.
Me gustaría que cuando hablen de Alexander Ramos recuerden la importancia de jugar en colectivo, de ayudar al compañero. Esas son acciones que yo aprendí desde pequeño y me han servido siempre, tanto en el béisbol como en mi vida personal.
Y me gustaría que cuando hablen de Alexander Ramos recuerden que en el béisbol hay que esforzarse para rendir, pero tener valores está por encima de todo lo que puedas batear.
Números destacados de la carrera de Alexander Ramos (18 Series Nacionales), publicados recientemente en un minucioso artículo del analista y sabermétrico Yirsandy Rodríguez Hernández, publicado en el blog especializado BaseballdeCuba.
– Debutó en la 27 Serie Nacional (1987-88) y bateó .332/.357/.395.
– Promedió .330 en el último año de su carrera con 36 años.
– Ganó el título de jits en 1995 (100) y 2001 (147), y en este último año promedió .404.
– Desde 1995 hasta el 2005 (las últimas 11 temporadas de su carrera) fue el jugador que más jits conectó en la Serie Nacional con 1.234, sacando 135 a su más cercano perseguidor, Enrique Díaz (1.099).
– En ese lapso de 1995 al 2005, Ramos fue cuarto en promedio (.355), tercero en dobles (179), cuarto en extrabases (291) y cuarto en impulsadas (510) entre todos los bateadores del campeonato.
– Pegó más de 100 jits en diez de sus últimas 11 temporadas y se convirtió en el primer jugador que arribó a los 2.000 inatrapables con un jonrón (vs. Ormari Romero el 11 de mayo del 2005).
– Su promedio de por vida (.339) es el quinto de todos los tiempos entre los jugadores retirados.
Un pelotero admirable en todos los sentidos.