Ni siquiera las nuevas métricas y la manera de entender el béisbol moderno han cambiado la percepción de que el noveno bate de un lineup es uno de los jugadores más débiles del equipo a la ofensiva. La sabermetría, con sus particulares teorías respaldadas por números, tendencias y estudios minuciosos, no ha logrado modificar esa regla no escrita que cada mánager tiene en cuenta cuando confecciona su alineación.
Por eso llama tanto la atención que el noveno madero de un plantel de Grandes Ligas se aparezca y pegue dos jonrones —grand slam incluido— y remolque siete carreras en un mismo partido, mucho más si lo hace con un bate que se asemeja a una inmensa crayola amarilla.
El protagonista de esta historia es el cubano Dairon Blanco, miembro de los Kansas City Royals que acaparó los focos este sábado en la noche por su espectacular actuación frente a los Cincinnati Reds. El patrullero camagüeyano, que no jugaba como titular desde el pasado 4 de agosto y que solo sumaba un cuadrangular y cinco remolques en 68 partidos y 106 comparecencias al plato esta campaña, salió al diamante poseído, como si el peculiar diseño de su bate le diera poderes desconocidos.
Dos batazos de más de 400 pies que se perdieron en las profundidades del Great American Ball Park y siete empujadas en sus tres primeros viajes al rectángulo ofensivo colocaron a Blanco en listas exclusivas en la historia de MLB. “Una vez que conecté el primer jonrón, simplemente me reí. Nunca había tenido un juego como este”, dijo el agramontino, quien explicó que se inclinó por el bate amarillo porque es el color favorito de su madre.
La decisión no pudo darle mejores resultados. Blanco se convirtió en el primer jugador de los Royals con al menos siete remolques en un duelo desde que el venezolano Omar Infante lo lograra contra Cleveland el 17 de septiembre de 2015, hace casi una década. Además, entró en la historia como el séptimo pelotero de la franquicia con par de cuadrangulares bateando de noveno madero y el primero desde que Gregg Zaun lo consiguiera el 21 de septiembre de 2001.
“Estuvo increíble. Lo que hizo esta noche fue impresionante para un tipo que por lo general desempeña otro rol en el equipo. Él solo nos ganó el juego”, aseguró Vinnie Pasquantino, inicialista de Kansas, sorprendido por el despliegue de Blanco, quien habitualmente trabaja como defensor sustituto o corredor emergente. En esta última función ha logrado sus mejores dividendos, con 46 bases robadas en 56 intentos durante sus tres temporadas en Las Mayores.
El asombro de Pasquantino y de los fanáticos de los Royals por el rendimiento de Blanco tiene todo el sentido del mundo. Justo como habíamos explicado, este despliegue de poder es muy poco común para el último hombre en el orden ofensivo: solo 14 jugadores habían remolcado siete carreras desde ese turno y la lista es todavía más reducida si buscamos a quienes han conectado dos jonrones e impulsado siete anotaciones como novenos bates.
El primero en conseguir tal hazaña desde el fondo de la alineación fue Tony Cloninger (Atlanta/1966 vs. San Francisco) y después lo emularon Brian Giles (Seattle/1990 vs. Toronto), Robert Person (Philadelphia/2002 vs. Montreal), Ramón Vázquez (Texas/2007 vs. Baltimore), Jackie Bradley Jr. (Boston/2015 vs. Seattle) y Bobby Dalbec (Boston/2021 vs. Minnesota).
Pero el momento más curioso del partido llegó en la quinta entrada, cuando Blanco, después de pegar tres jits, decidió cambiar su crayola amarilla para utilizar un madero diferente. “Todos querían usar su bate. ¡Luego lo cambió, no dio ningún jit y todos estaban encima de él!”, dijo el mánager Matt Quatraro sobre la inesperada movida del antillano.
“Es el único jugador del mundo que cambia su bate tras conectar dos jonrones”, bromeó el venezolano Salvador Pérez. En tanto, Pasquantino mantuvo la misma línea y aseguró que cuando un madero está “caliente” tienes que usarlo, aunque supone que “no quería romperlo”.
Justo este fue el motivo principal del cambio de Dairon. “Comencé a sentir como si el mango se estuviera desgastando”, explicó el camagüeyano, a quien dejar su amuleto de la suerte en el dugout no le salió nada bien, pues falló dos veces, con un ponche incluido. De cualquiera manera, esto no quedará más que en una anécdota.
Lo que verdaderamente contarán las historias es que Blanco se convirtió en el decimotercer pelotero cubano con un partido de al menos siete impulsadas y dos jonrones en Grandes Ligas. La lista la abrió Román Mejías en 1963 y después lo escoltaron José Canseco, Rafael Palmeiro, Yoenis Céspedes, Yasmani Grandal (dos veces), José Dariel Abreu (tres veces), Kendrys Morales, Yulieski Gurriel, Yasiel Puig, Yordan Álvarez, Lourdes Gurriel Jr. y Adolis García. Eso sí, de todos ellos, el patrullero de los Royals es el primero en conseguirlo como noveno madero de una alineación.