Por alguna extraña razón y sin un motivo de peso aparente, a David Alejandro Castillo Velázquez (Consolación del Sur, 1987) le llamaban “El bailarín” en los diamantes del béisbol cubano. Decían que había practicado ballet antes de incursionar en el universo de las bolas y los strikes, pero eso era todo un cuento…
“Realmente lo que hice fue un año de gimnasia en la EIDE”, aclaró el jugador hace algunos años en el sitio digital JIT, donde también aseguró que el breve paso por aquel deporte le enseñó el rigor de la preparación física.
Pero al margen de su supuesta vinculación con el mundo artístico, Castillo desarrolló habilidades en el complejo ejercicio de pegarle a la bola con un bate, reconocido por muchos como la acción más difícil del béisbol.
“Batear es un arte. No hay nada más complicado en el juego de pelota”, reconoció el pinareño en diálogo con OnCuba, propicio para repasar su exitosa carrera con los equipos vueltabajeros, la figura de Alfonso Urquiola, el futuro del béisbol cubano y su viaje —hasta ahora sin regreso— a las lejanas y frías tierras rusas.
Castillo fue miembro destacado de las novenas pativerdes que ganaron las ediciones 50 y 53 del clásico cubano de las bolas y los strikes, así como de los Vegueros campeones en la Serie del Caribe del 2015 en San Juan, Puerto Rico.
Aquel triunfo es el máximo logro cosechado por el infielder en su carrera profesional, pero de alguna manera también representó un punto de inflexión que lo alejó de los diamantes cubanos.
Aunque no lo dice, se puede inferir que las exclusiones en la confección del plantel que viajó a tierras boricuas fue el motivo fundamental por el que Castillo y muchos otros que saborearon el último trofeo doméstico de los Vegueros —como Lorenzo Quintana, Yosvani Peraza, Randy Arozarena, Luis Alberto Valdés, Vladimir Gutiérrez—, tomaran la decisión de no continuar jugando en Cuba.
“La Serie del Caribe fue una mezcla de alegría y desencanto; representó para mí un logro importantísimo en mi carrera, pero me quedaron muchas insatisfacciones pues todo el equipo merecía ir, todos aportaron al triunfo alcanzado frente a Matanzas en la 53. Pero bueno, nosotros somos peloteros, lo que nos toca es jugar, no determinamos en las decisiones de los que tienen que hacerlo”, nos comentó Castillo.
Hoy, el otrora torpedero y segunda base de los equipos pinareños está bien lejos de Cuba, pero se mantiene en medio de una espiral ganadora si de béisbol se habla. Recientemente conquistó un título en Rusia, un destino que quizás ni imaginó explorar, pero que apareció como una nueva opción en su vida.
“La decisión de venir a Rusia surge a través de unos amigos que me plantean las opciones de trabajo que existían por acá. Vine a probar suerte, fortuna y estoy aquí. Represento a Rusia a nivel de selección, y también a nivel de club, éste último llamado Rus Start”, relata desde la distancia.
“Es mi segundo año en la Liga de Rusia. El pasado fuimos subcampeones y terminé de líder en jonrones, también dentro de los primeros en average, indiscutibles y carreras impulsadas. Este año nos coronamos por vez primera y ha sido una experiencia muy bonita”, añade Castillo, quien no olvida las emociones que vivió en su primer título en Cuba.
“La sensación de quedar campeón en la Serie 50 fue un orgullo tremendo, porque nadie contaba con nuestro equipo. Fueron momentos muy bonitos vividos con mis compañeros después de 13 años de espera por ese título tan anhelado. Creamos una gran familia. Ya yo había disfrutado ser subcampeón con Jorge Fuentes, pero realmente llegar a la cima dentro de 16 conjuntos sin ser favorito es un logro supremo.”
Tú le pusiste prácticamente la “tapa al pomo”, como decimos en buen cubano, a ese juego final contra Ciego de Ávila, con un jonrón ante Vladimir García. ¿Te esperabas aquello?
Yo no fui a buscar un jonrón, como no lo hago en ninguno. Mis planes son siempre los de hacer contacto con la bola. En ese turno llegué al conteo máximo de tres y dos, a Vladimir García se le quedó un lanzamiento cómodo y salió ese batazo que recordaré mientras viva, esa es la verdad.
¿Restó emoción en ti el triunfo obtenido en la Serie 53, luego de haber vivido ya la experiencia de ser campeón?
De ninguna manera, incluso te confieso que yo disfruté mucho más el título de la 53. Para mí estuvo más llena de emociones, de satisfacciones, porque ya sabía lo que era ganar, ser campeón. La 50 nos tomó de sorpresa a todos. Éramos en aquel entonces un grupo de jóvenes inexpertos, llegamos a la 53 más hechos, más maduros, por eso te digo que la disfruté más.
¿Alfonso Urquiola?
Alfonso Urquiola tiene un mérito muy grande, y es el de unir, aglutinar, preparar un conjunto de hombres mentalmente para encaminarlos hacia un resultado. Es una cátedra, una enciclopedia, tiene un extenso conocimiento sobre béisbol y de él aprendí mucho.
Te cuento una anécdota. Cuando nosotros llegamos a la final de la Serie 50, frente a Ciego de Ávila, recuerdo que a Yosvani Torres y a mí nos impresionó mucho las pocas palabras que dijo en el mitin con el equipo: “Muchachos, ustedes han hecho lo que nadie esperaba, con ustedes nadie contó para llegar hasta aquí, pero los hombres cuando comienzan una tarea, la terminan”. No dijo más; se puso el tabaco en la boca, dio media vuelta y se fue. Ya nosotros sabíamos lo que teníamos que hacer.
¿Algún lanzador que te dominara con facilidad?
Yo soy del criterio de que todos los lanzadores a los que uno enfrenta son difíciles. Ya te había mencionado que el arte de batear es muy complejo, aunque claro, eso no quita que siempre hay algún que otro pitcher que encaja en tu sistema.
Por ejemplo, el espirituano Noelvis Hernández me dominaba con mucha facilidad. Hice después los ajustes y pude empezar a pegarle, pero se me hacía muy difícil en mis comienzos.
¿Tomaste a algún bateador como patrón o referencia, ya sea cubano o foráneo?
En específico no. Cuba ha tenido muchos bateadores de excelentes resultados. Yo no tengo uno definido pues, independientemente de aquella generación de Linares, Casanova, Junco o Kindelán, a la que respeto mucho, me tocó jugar con peloteros de mucha calidad como Frederich Cepeda, Michel Enríquez, Yulieski Gurriel y Alfredo Despaigne. por citar algunos.
Por todos ellos siento una admiración muy grande. Igualmente en Grandes Ligas disfruto mucho el poder de Mike Trout, Miguel Cabrera, lo que está haciendo ahora José Dariel Abreu, en fin, no tengo un patrón único en este sentido.
La rivalidad entre Industriales y Pinar del Río es una de las más duras en el béisbol cubano. ¿Recuerdas algún momento tenso que hayas vivido en los duelos con los azules?
Una vez en el Latino tuve un encontronazo con Odrisamer Despaigne, propio del calor del juego. Surgió a raíz del gran partido que él estaba lanzando sin jits hasta que, a la altura del octavo inning, le conecto al central y lo convierto en doble. Posteriormente viene Lorenzo Quintana, también le da jit, yo anoto, y él me está esperando en el home.
Me pegó entonces con el guante en el pecho, yo reaccioné ante aquel imprevisto pero todo quedó ahí pues fue producto de las emociones y las tensiones del partido. Él y yo tenemos muy buenas relaciones pues venimos jugando desde categorías inferiores, es decir, somos del mismo año.
¿En tu opinión, qué le está pasando al béisbol cubano; qué hace falta para retomar el protagonismo perdido?
Ya son cinco años sin poder ganar un torneo internacional. Desde la Serie del Caribe 2015, no regresamos a la cima. Pienso que hacerlo requiere de muchos poquitos. Hay que hacer lo que sea para rescatar el nivel que durante todo éste tiempo hemos perdido.
Por ejemplo, si el equipo Cuba unificado nos regresa a los resultados que alcanzábamos antes y al nivel que siempre hemos tenido, pues hay que pensar en eso y no darle más vueltas.
¿Quién es Aurora Velázquez y qué representa para David Castillo?
Aurora Velázquez Martínez es mi mamá y en mi carrera deportiva y en mi vida completa lo ha sido todo. A ella le debo quien soy. Hablar de ella me llena de enorme satisfacción pues tenemos una relación muy bonita, muy transparente y nunca me cansaré de darle las gracias hoy, mañana y siempre, por haberme formado y educado como un hombre de bien.