Mario Mendoza (Chihuahua, 1950) no bateaba ni con una tabla de planchar, como decimos en el argot beisbolero cubano cuando nos encontramos a alguien sumamente incapaz al bate. El infielder mexicano era uno de esa clase, un out vestido de pelotero —otra frase popular—, pero gracias a sus “manos de seda” pudo jugar durante ocho temporadas (1974-1982) en Grandes Ligas.
Así era el béisbol de aquellos tiempos, sin demasiadas exigencias ofensivas para los receptores y torpederos, que lograban conservar sus puestos de titulares si cumplían con el guante. Mendoza —miembro del Salón de la Fama del béisbol mexicano desde el 2000— se ajustaba a esa máxima, de acuerdo con los reportes de la época, que lo ubican como un defensor por encima del promedio.
Sin embargo, a partir de 1980, las cualidades defensivas del chihuahuense quedaron en un segundo plano y muchos —medio en broma, medio en serio— comenzaron a estigmatizarlo como un referente de los malos resultados ofensivos. Tanto se extendió el fenómeno que ese año surgió la ya célebre “Línea Mendoza”, expresión utilizada para resaltar cuando un jugador tiene un promedio de bateo inferior a .215, el average de por vida de Mendoza.
“Mis compañeros en Seattle, Tom Paciorek y Bruce Bochte, lo usaban para burlarse de mí. En un momento, ellos le estaban haciendo pasar un mal rato a George Brett (estrella de Kansas City y miembro del Salón de la Fama de Cooperstown) porque tuvo un comienzo lento esa temporada, y le dijeron: ‘Oye, te vas a hundir por debajo de la Línea Mendoza si no tienes cuidado’. Entonces, Brett se lo mencionó a Chris Berman, periodista de ESPN, y eventualmente se extendió y se convirtió en parte del juego”, relató Mendoza a St. Louis Post-Dispacht.
Ciertamente, la frase forma parte del glosario beisbolero que nos sirve de guía en la actualidad, pero quizás la historia haya sido un poco injusta con el torpedero mexicano.
¿Las razones? Si acudimos a los libros estadísticos, desde el inicio de la era de la pelota viva (1920) hasta el surgimiento de la “Línea Mendoza” en 1980 (incluyendo las Ligas Negras1 que ya son consideradas parte de MLB), encontramos 204 casos de jugadores que, con las comparecencias necesarias para optar por el título ofensivo en una temporada, batearon .215 o menos.
Bajo esta lógica, un término similar a la “Línea Mendoza” pudo surgir antes, por ejemplo, con el nombre de “Línea Jelly Jackson”, en referencia al infielder norteamericano de las Ligas Negras que en cuatro oportunidades bateó menos de .210 entre 1935 y 1940, además de finalizar su carrera con promedio general de .201.
Y si deseamos concentrarnos solo en los números de la Liga Americana y la Nacional, tenemos a 58 bateadores que quedaron por debajo de .215 con un mínimo de 300 viajes al plato entre 1920 y 1979. De ellos, Ray Berres (dos veces menos de .205 y promedio de por vida de .216) y Skeeter Webb (dos veces menos de .212 y average general de .219) perfectamente pudieron acuñar algo similar a la “Línea Mendoza” antes de que esta surgiera.
Pero la historia no termina ahí. Mendoza realmente estuvo en el momento y en el lugar equivocado, porque después de 1980 y hasta el 2021, en 77 ocasiones un jugador ha bateado menos de .215, con la diferencia y la particularidad de que en 40 de estos casos los peloteros conectaron un mínimo de 10 jonrones, cifra que supera el total en ocho temporadas del mexicano (cuatro).
El fenómeno se ha acentuado en los últimos tiempos, al punto de que 38 jugadores con las comparecencias necesarias para aspirar al título de bateo han promediado .215 o menos desde el 2017 hasta la fecha. Eventualmente, esa lista debe crecer al final de la presente temporada, y uno de los principales candidatos a integrarla por primera vez es Yasmani Grandal, el receptor cubano de los Chicago White Sox.
Luego de 55 partidos y 215 presentaciones en el rectángulo ofensivo, el máscara promedia .172, muy por debajo de sus estándares habituales (batea .237 a lo largo de diez campañas en MLB). No obstante, Grandal va camino a completar una temporada histórica en las Mayores gracias a su capacidad para no ser puesto out.
El antillano tiene promedio de embasado (OBP) de .383, valor que es considerado como grandioso por la sabermetría. Con ese número, Grandal es el segundo receptor de más alto OBP en Grandes Ligas (solo superado por Buster Posey/.408) y el puesto 17 de Grandes Ligas entre los 190 jugadores que suman al menos 200 comparecencias en la actual contienda.
Pero lo más impresionante viene a continuación: ese .383 es el segundo OBP más alto de la historia entre todos los bateadores que han quedado por debajo de la “Línea Mendoza” (average de .215). De hecho, ningún bateador con al menos 200 comparecencias y promedio ofensivo inferior a la “Línea Mendoza” había logrado un OBP superior a .380 desde 1943, cuando Alex Kampouris consiguió una tasa de embasado de .384 y un pobre average de .212.
Ahora Grandal está rompiendo todos los moldes a golpe de boletos, muchos boletos. El cubano es sublíder en bases por bolas (54) en las Mayores, una posición detrás de Joey Gallo (58), aunque el slugger de los Rangers tiene 16 partidos jugados y 81 comparecencias más que el receptor de los White Sox.
Un 25,8 % de los turnos del cubano han terminado en boleto (es líder en MLB con una enorme diferencia sobre el promedio de la liga), y el jugador está en el tope de su carrera con un aumento del 10,3 % respecto a lo conseguido en la pasada temporada (15,5 %).
Pero detrás de estos números se conjugan un par de detalles que le han permitido al cubano mantenerse como uno de los bateadores inamovibles en la franquicia del sur de Chicago. Veamos:
– Ha disminuido por completo su tasa de swings. Del 2015 al 2020 abanicó al menos el 34 % de los pitcheos en cada una de las temporadas, pero en el 2021 ese indicador ha caído hasta el 28,6 %. Esta es una clara muestra de paciencia y disciplina en el home.
– Ha logrado disminuir también su tasa de swings sobre lanzamientos fuera de la zona hasta el 13,4 %, la más baja de su carrera. Lógicamente, como persigue menos lanzamientos malos, ha podido incrementar su cantidad de bases.
Cuesta entonces comprender cómo Yaz, a pesar de su disciplina, no ha logrado incrementar el promedio ofensivo, teniendo en cuenta, además, que sus tasas de contacto son altas. Grandal le ha pegado al 77,2 % de las bolas en zona, y al 50,7 de los pitcheos malos, aumentando también la velocidad de salida de sus batazos (93,3 millas, tope de su carrera).
Por si fuera poco, el 53 % de sus conexiones son hard hits (batazos que salen a 95+ millas) y el 13 % son barrels (batazos con una combinación ideal de velocidad y ángulo de salida), los mejores indicadores en sus diez campañas en las Mayores. Sin embargo, ha caído su producción de líneas (17 %, lo más bajo de su trayectoria) y ha aumentado la de rollings (45 %) y elevados (29 %).
Esos últimos factores han sido determinantes en la caída del promedio ofensivo de Grandal, quien ha afrontado sus principales dificultades ante pitcheos quebrados y lentos, los cuales ha visto el 43,1 % del tiempo. La curva y el cambio han sido enigmas absolutos para el receptor de 32 años, golpeado también por la slider (ha abanicado la brisa ante 71 de los 139 lanzamientos de este tipo en la temporada).
En términos generales, muchos coinciden en que Grandal está bateando poco. Para que tengan una idea, 46 jugadores han pegado al menos 27 extrabases esta campaña, la misma cifra de 25 jits del antillano. Además, de los 188 peloteros que batean más de .160 con al menos 200 viajes al plato en la actual temporada, el cubano es el último.
Sin embargo, gracias a la cantidad de veces que ha entrado en circulación (82), ha logrado convertirse en el segundo mejor anotador de los White Sox (34) en la presente temporada, solo superado por el primer bate del equipo, Tim Anderson.
La percepción negativa sobre el cubano cambia todavía más cuando nos percatamos de que Grandal se ubica entre los 17 punteros en OBP, lo cual quiere decir que su tasa de embasado es superior a la de 173 peloteros con mejor promedio ofensivo. Claramente, el jugador está dibujando una nueva línea, diferente de la del mexicano Mendoza: la de batear poco y no ser out.
Nota:
1 Se conoce por Ligas Negras a la red de béisbol profesional estadounidense compuesta fundamentalmente por jugadores de origen afroamericano.
Bueno, a inicios del articulo hay un error evidente de fechas… si nacio en 1970 en Chihuahua, es imposible que haya jugado en las Grandes Ligas entre 1974 y 1982; nadie juega beisbol y mucho menos en la MLB con cuatro abriles.