Yo he visto, de forma presencial, solo uno de los 62 partidos sin jits ni carreras en la historia de los clásicos beisboleros cubanos. Fue el 21 de marzo del 2003, hace ya 19 años, cuando el derecho espirituano Maels Rodríguez contuvo a la artillería de Habaneros en un duelo decisivo de la primera Superliga, uno de los engendros que han cobrado vida para “concentrar la calidad y elevar el techo de la pelota nacional”.
Esa muy cacareada frase servía de pretexto para reunir a los mejores jugadores del país en un torneo de cuatro equipos que, en teoría, sería un gran espectáculo, aunque en la práctica jamás logró atrapar la atención de los fanáticos. Una de las muestras más elocuentes es, justamente, el mencionado no hit no run de Maels Rodríguez, acontecido en un duelo matutino frente a un parque Latinoamericano semivacío.
Aquel no era un partido de rutina dentro del evento, que ya vivía su fase decisiva en duelos de play off. Pero ni siquiera ese detalle, ni la presencia de un equipo con peloteros de la capital, motivó a los aficionados a invadir el Coloso del Cerro. Yo fui una excepción en la regla; acababa de cumplir 14 años y mi abuelo, como sabía que era fanático de Maels, me llevó a ver el encuentro.
Nos ubicamos justo detrás de home, privilegio poco común en un partido caliente de la Serie Nacional, en los que había que ir cuatro o cinco horas antes al estadio para ocupar algún palco. Pero en la Superliga era diferente, daba igual si llegabas con el juego andando, podías escoger donde sentarte.
Allí, detrás de la malla, se sentían como bombas los lanzamientos de Maels Rodríguez. El veloz diestro espirituano castigaba sin piedad a la tanda rival, que solo esporádicamente lograba hacer contacto con la bola. Recuerdo que delante de nosotros un señor gritaba a viva voz “¡bate quemao!” cuando los habaneros conseguían un foul.
Contra Reloj: No hitters cubanos, pasado y presente (+Podcast)
Ese fue el no hitter número 45 desde el inicio de las Series Nacionales en 1962, y el segundo en la corta carrera de Maels, quien había logrado el único juego perfecto de los clásicos beisboleros el 22 de diciembre de 1999.
Pero antes y después de estas historias protagonizadas por el recordista en ponches para una temporada cubana (263 estrucados en la Serie 40), hay muchas otras notas relevantes de los partidos sin jits ni carreras en la Isla, la última de ellas escrita el pasado domingo 27 de marzo por el diestro Erluis Blanco en Cienfuegos.
El tirador de los Alazanes maniató a la artillería de los Elefantes y se apuntó el no hitter número 62 de los torneos domésticos, el tercero de un serpentinero granmense y el segundo en la historia del parque 5 de Septiembre, donde antes solo lo había logrado el estelar zurdo Adiel Palma, hace ya casi 23 años.
Repasemos entonces algunas de estas historias sobre los no hit no run en Cuba, desde las dos primeras piezas que dibujó el inigualable Aquino Abreu en un lapso de nueve días durante la temporada de 1966, hasta la conseguida hace solo unos días por Erluis Blanco.
La seguidilla de ceros
Son muchas las historias de grandes lanzadores en el inicio de las Series Nacionales en la década del 60 del siglo pasado. Manuel Alarcón, Alfredo Street, Modesto Verdura, Gaspar “El Curro” Pérez, Maximiliano Reyes, Rolando Pastor, Raúl “La Guagua” López y Manuel Hurtado resaltan entre los hombres que dieron brillo a la lid beisbolera con su brillante rendimiento desde la lomita.
Pero si tuviera que quedarme con una figura relevante de aquella época no dudaría ni un segundo en seleccionar a Aquino Abreu, el hombre de los dos partidos sin jits ni carreras en enero de 1966. En cuestión de nueve días, el tirador de Centrales dibujó uno de los récords destinados a prevalecer por todo un siglo.
El 16 de enero de 1966, justamente un día después de la inauguración del parque Augusto César Sandino en Villa Clara, Abreu logró su primer no hitter frente a Occidentales en un duelo que duró dos horas y cincuenta minutos y terminó con marcador de 10-0. Aquel, si se quiere, fue un desenlace inesperado, porque el diestro llevaba varios días alejado de los diamantes por unas molestias en el codo, pero su reaparición fue a lo grande.
“Te confieso que nunca pensé en lograrlo; es más, me enteré de lo que estaba ocurriendo a la altura del octavo inning cuando el fallecido Jesús Oviedo se acercó al box y me lo dijo”, comentó Abreu en una entrevista a Osvaldo Rojas Garay en el 2018.
Aquel partido pasó a la historia como el primer no hit no run en Series Nacionales, pero lo verdaderamente insólito sucedió nueve días después. En el Latinoamericano, contra Industriales, Abreu volvió a enfundarse el traje de súper héroe y lanzó otro encuentro sin permitir jits ni carreras el 25 de enero de 1966.
“Mi siguiente apertura fue contra Industriales. Empecé a calentar y pensé: ‘Así no puedo lanzar’. Miré hacia el banco para pedirle a Baró que mandara a buscar a otro pitcher porque me dolía mucho el codo, pero no lo vi. Le eché un vistazo a las gradas y estaban repletas, existía bastante expectación por el no hit no run que le había dado a Occidentales. Entonces, como era frente a Industriales en el Latino, me dije: ‘Qué va, a mí no me van a tildar de cobarde, que me entren a palos’”.
“Seguí calentando y en la medida en que comencé a ponerle a la bola el dolor fue desapareciendo. Salí a lanzar en el primer inning y no me batearon hit, en el segundo tampoco y en el quinto observé la pizarra y me pregunté: ‘¿Caballero, daré otro no hit no run más?’ Miré para el home y ahí estaba bate en manos Urbano González, el de más vista en nuestro béisbol, y en el círculo de espera se encontraba Pedro Chávez, lo que me hizo reflexionar: ‘A esta gente no hay quien le de cero jit cero carrera’. Los dominé en fly y roletazo a segunda, pero aún tenía dudas. Owen Blandino desde tercera me daba ánimo constantemente: ‘No te lo pueden dar’”, relató Abreu sobre aquella aventura en el Coloso del Cerro, saldada con el segundo no hitter en la historia de Series Nacionales.
Este es uno de los récords más espectaculares de nuestros clásicos domésticos y un hecho muy poco común en el béisbol a cualquier nivel, al punto que solo hay reportes de algo similar en MLB con los dos no hitters consecutivos que propinó Johnny Vander Meer (Cincinnati Reds) el 11 y el 15 de junio de 1938, contra Boston y Brooklyn, respectivamente.
No es un Juan Pérez cualquiera
Juan Pérez Pérez puede ser una referencia de lo más común en Cuba, pero en el ámbito beisbolero representa exclusividad. El veloz lanzador camagüeyano del mismo nombre es el único serpentinero de la Isla que ha logrado tres partidos sin jits ni carreras en la historia de los clásicos domésticos, y el primero en conseguirlo en la arena internacional, lo cual habla a las claras de su excelso nivel.
Pero la historia de sus no hitters comenzó a escribirse desde la categoría juvenil, en la que lanzó dos choques de estas características como preámbulo de lo que después lograría en Series Nacionales. Con solo 15 años, Pérez Pérez avisaba a los contrarios de su talento precoz al dibujar un cero jit, cero carrera, en el primer Nacional Juvenil celebrado en Cuba.
Por supuesto, las credenciales mostradas le abrieron las puertas de los clásicos beisboleros desde muy temprano, al punto de que debutó en Series Nacionales mucho antes de cumplir 20 años. Para 1973, cuando tiró su primer no hit no run en la máxima categoría, Pérez Pérez tenía 21 abriles, pero varias temporadas de experiencia ante los mejores jugadores del país. El no hitter en cuestión fue el 22 de febrero de 1973 en el parque Cándido González, donde dejó en blanco a Serranos, recordado en aquellos tiempos más por las faenas monticulares de Braudilio Vinent que por su fortaleza ofensiva.
Al siguiente año, el 25 de abril de 1974, repitió la dosis ante Orientales en el mismísimo “Guillermón Moncada”, donde logró una ajustada victoria 1-0. Para ese momento, los partidos sin jits ni carreras se le caían del bolsillo a Pérez Pérez, quien en noviembre de 1973 había lanzado otro juego de este tipo en el Campeonato Mundial de La Habana, contra Venezuela.
Pero lo mejor estaba por venir. El 19 de enero de 1975 el veloz agramontino añadió otra página a su brillante historia luego de maniatar a la tanda de Citricultores, de nuevo ante la afición del “Cándido González”. Si nos fijamos bien en las fechas, podremos percatarnos de que Juan Pérez Pérez propinó cuatro no hitters en menos de dos años: ¡simplemente espectacular!
Válido destacar que aquellas no fueron pinceladas aisladas en la carrera de Pérez Pérez, recordado como uno de los lanzadores más veloces que han pasado por los diamantes cubanos. De hecho, en esa época el tirador se consolidó como una de las grandes estrellas del pitcheo en la Isla junto a Omar Carrero, con quien formó una pareja “letal” al frente de la rotación de Ganaderos.
El diestro fue líder en promedio de carreras limpias (1.13) en 1974, al año siguiente comandó la liga en lechadas (cinco) y, en toda su carrera, los contrarios le batearon para un anémico .192, el registro más dominante de todos los tiempos según el analista Yirsandy Rodríguez Hernández. Por cierto, los profundos archivos de este colega nos descubren un dato demoledor: Pérez Pérez aceptó 20 jonrones ante 5.233 oponentes en su trayectoria, lo cual nos da un increíble promedio de un cuadrangular permitido cada ¡261! comparecencias.
Juan Pérez Pérez es el lanzador con más partidos sin jits ni carreras en Series Nacionales, y uno de los cinco que logró esta hazaña en más de una ocasión. La selecta lista la integran, además, Aquino Abreu, Rogelio García, Maels Rodríguez y Freddy Asiel Álvarez.
Cero jits… ¡y una carrera!
La historia de los no hitters en los clásicos beisboleros cubanos después de 1962 es cautivante, pero hay otros partidos de características similares que también tienen algo de magia. Y digo de “características similares” porque hay un pequeño factor que cambia en los números de los lanzadores protagonistas, quienes no permitieron jits, pero a los que sí les anotaron carreras.
Como lo oyen. En el béisbol no hay imposibles, y estos choques, tan reales como extraños, son una de las muestras más elocuentes. En más de seis décadas de Series Nacionales, solo se han dado seis casos de este tipo, cinco en los años 60 del siglo pasado y uno en el 2016 que parece sacado de una película antigua.
La primera vez que esto sucedió fue el 24 de enero de 1967 en la Ciudad Deportiva de Santiago de Cuba, donde Manuel Alarcón dejó a Las Villas sin imparables, pero les permitió una carrera. El as de los Orientales, quien nunca consiguió un no hitter en su carrera, estuvo muy cerca de la hazaña aquel día, pero el elenco central logró aguarle la fiesta cuando le fabricaron una anotación por errores defensivos.
Algo parecido le ocurrió a Douglas Sorriba en enero de 1968, con la peculiaridad de que fue por partida doble. ¿No lo creen? Pues sí, el tirador de Granjeros no permitió jits en dos partidos consecutivos contra Henequeneros (9 de enero en el “Cándido González”) y Vegueros (16 de enero en Bauta), pero en ambos le anotaron una carrera por deslices al campo. Sorriba, hasta hoy, es el hombre que más cerca ha estado de igualar la gesta de los dos no hitters seguidos de Aquino Abreu.
En otra historia puramente camagüeyana, Julio Blanco y Elpidio Jiménez se combinaron para dejar sin inatrapables a Granjeros el 16 de marzo de 1968, aunque les anotaron una carrera y perdieron el choque. ¿En serio se puede perder un partido sin permitir jits al rival? Pues ya les decía, en el béisbol no hay nada imposible, y este capítulo lo corrobora.
En aquel desafío, Blanco y Jiménez mantuvieron “a raya” la artillería de Camagüey, pero lograron fabricarles una anotación sin conectar imparables. Lo peor del caso es que la ofensiva de Granjeros, que consiguió cinco cohetes frente a Florentino Alfonso, no pudo pisar la goma, dando así por cerrado un caso único en el béisbol cubano.
Un año más tarde, el también lanzador agramontino Yoire Fombona dejó sin jits a Oriente en un partido de la octava Serie Nacional, en el que le anotaron una carrera. Sin embargo, Camagüey respondió con seis anotaciones y el tirador pudo llevarse la victoria y el mérito de casi tirar un no hitter.
Lo curioso es que ahí se paró la cuenta de estos partidos tan raros. En ocho temporadas, desde la inauguración de los torneos domésticos en 1962, se dieron cinco choques en los que un lanzador no permitió jits y aceptó una carrera, pero después hubo que esperar 47 años para que se volviera a dar un caso similar.
Y de nuevo fueron los camagüeyanos los protagonistas, porque los derechos Yariel Rodríguez y Yormani Socarrás dejaron sin imparables a Mayabeque y le permitieron una anotación. Ese fue un duelo de características sui géneris, porque empezó el 28 de agosto del 2016 en el parque “Urbein Hernández”, de Madruga, pero fue sellado y terminó al día siguiente en el “Nelson Fernández”, de San José de las Lajas, con victoria agramontina de 13-1.
No hitters recortados, una nueva tendencia
El pasado domingo 27 de marzo, Erluis Blanco lanzó cinco innings sin jits ni carreras en la victoria por súper nocao (15-0) de Granma sobre Cienfuegos. Pero más allá del triunfo, el lanzador de los Alazanes se convirtió en el protagonista del no hitter número 62 en la historia de los clásicos biesboleros cubanos y, de paso, reafirmó una tendencia muy latente desde el 2017 hasta la fecha.
En ese lapso, se han logrado nueve “cero jits, cero carreras”, en la Serie Nacional, pero ocho de ellos no han llegado a la novena entrada, incluso, cuatro ni siquiera han pasado del quinto capítulo. Si se quiere, podríamos decir que estamos en la era de los no hitters recortados, por llamar de alguna manera a estos partidos en que los lanzadores dominan por completo a las artillerías rivales, pero no tienen que completar los nueve innings para entrar en los libros de récords.
De estos ocho duelos que han terminado antes del límite, uno se definió por la regla del nocao, tres por supernocao, uno fue suspendido por lluvia tras cinco episodios, y tres finalizaron luego de siete entradas por formar parte de una doble cartelera.
Esto ha generado un debate sobre la legitimidad de los no hitters con estas características, pues muchos fanáticos y varios especialistas apuntan que no se deberían considerar como tal. Sin embargo, legalmente no hay mucho que debatir. El nocao y el supernocao son parte de las reglas del campeonato desde hace un tiempo y son reconocidos por la Confederación Mundial de Béisbol y Softbol, mientras los partidos a siete entradas también se han oficializado para las jornadas de doble programa, por lo que los “cero jit, cero carreras”, en menos de nueve entradas son totalmente legítimos.
Estos cuestionamientos no son nuevos, de hecho, recuerdo hace ya cinco años, cuando el entonces industrialista David Mena dejó sin jits ni carreras a Villa Clara en un partido suspendido por lluvia luego de cinco capítulos, con ventaja para los capitalinos. Entonces también se puso en duda la legitimidad de la hazaña.
Carlos del Pino, por aquellos tiempos estadístico de la Dirección Nacional, me explicó que no importaba que el partido terminara antes del límite, porque el duelo ya era oficial al consumir el conjunto local cinco episodios al bate y tener ventaja el visitador.
De cualquier manera, es normal que existan dudas sobre la autenticidad de estos no hitters recortados, sobre todo a raíz de las disposiciones que existen al respecto en MLB, donde solo se valora como oficial la hazaña si el lanzador —o los lanzadores— ha cubierto al menos nueve entradas. Esta regla entró en vigor hace más de 30 años, en 1991, cuando fueron suprimidos de los libros 36 juegos sin inatrapables ni carreras que no llegaron al noveno capítulo por lluvia, oscuridad o cualquier otra razón.
En dicha lista, que incluye 13 partidos del siglo XIX y 17 de la primera mitad del XX, sobresalen 15 choques que culminaron justo en el quinto capítulo, como en el caso de Erluis Blanco el pasado domingo. MLB fue tajante al eliminar estos casos, pues también quedaron sin récord Charlie Geggus (1884-Nacionales de Washington), Hank Gastright (1890-Columbus Solons), Fred Frankhouse (1937-Brooklyn Dodgers), quienes mantuvieron la pizarra en blanco hasta el octavo inning, pero no pudieron terminar por lluvia, oscuridad o mutuo acuerdo de los conjuntos involucrados.
En la historia de nuestros torneos domésticos, el pinareño Rogelio García se apuntó el primero de sus dos juegos sin inatrapables ni anotaciones en 1987, y lo hizo en siete entradas, pues su escuadra derrotó por nocao (10-0) a Camagüeyanos en la Serie Selectiva. Después, se ha repetido varias veces este hecho hasta convertirse en tendencia durante los últimos años, pero solo por el detalle de la duración del juego no podremos negarlos ni sacarlos de los récords.