Es 23 de septiembre del 2020. En un rincón cualquiera de New York, unos chicos bailan en la calle y se retan a duelos. En el centro de la acción, Brett Phillips, con movimientos extravagantes de break dance, está a punto de coronarse como abrumador ganador de la batalla.
En un último intento por encontrar un rival que valiera la pena, Phillips convoca al centro a otro chico, vestido con jeans, suéter carmelita, gorra rosada, mascarilla azul y unos toscos zapatos negros y blancos. Suena la música, el retador hace su mejor intento, mueve el esqueleto con cierta pena, pero el resultado es indiscutible, no logra hacer sombra al rey de la noche y acepta la derrota.
Sin embargo, nadie se siente como un fracasado esa noche. De hecho, los muchachos que “pelean” entre bailes son algunos de los jugadores de los Tampa Bay Rays. Solo unas horas antes, ellos habían sellado su pase a la postemporada de MLB y el primer título divisional desde el 2010 luego de derrotar a los New York Mets, en el Citi Field, con protagonismo del chico de la gorra rosada, autor de tres imparables y par de jonrones.
#Rays catcher Michael Perez uploaded one of best videos of 2020. Here’s Brett Phillips getting into a dance battle (!!) with Randy Arozarena. pic.twitter.com/QNWhhcMXye
— Juan Toribio (@juanctoribio) September 24, 2020
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El muchacho en cuestión, según cuentan sus propios compañeros, es muy calmado, no domina todavía el inglés, aunque su presencia es cada vez más influente en el clubhouse, justo como expresó el receptor Mike Zunino: “No habla mucho, pero es una chispa para nuestra alineación. No hay otra manera de ponerlo. Nos ha liderado con la manera en la [que ha jugado] últimamente”.
Así es Randy Arozarena (La Habana, 1995), duodécimo cubano en la historia de los Rays y uno de los dos jugadores antillanos que militan ahora mismo en la franquicia floridana. Su nombre, de la noche a la mañana, ha pasado a ocupar titulares y ha sido uno de los más recurrentes en los resúmenes de hechos destacados durante el último mes.
Por ejemplo, en un extenso reportaje de MLB publicado a finales de la semana pasada, catalogan al dinámico jardinero como una “estrella en ascenso” y aseguran que en sus primeros partidos con los Rays ha regalado “al mundo del béisbol una previa de lo que está por venir”.
Estos no son elogios traídos al vuelo. La historia del periodista Juan Toribio es muy elocuente, y muestra la progresión de uno de los peloteros cubanos con suficiente habilidad y determinación para impactar en las Grandes Ligas durante los próximos años.
Cuba y el pasado
Para entender el ascenso de Randy Arozarena hasta las Mayores hay que remontarse de manera obligada a su pasado en la Isla. Recientemente, el colega Francys Romero relataba que, en octubre del 2014, sentado en el clubhouse de un estadio cubano, Randy le dijo que jugaría en Grandes Ligas.
Esa era una predicción atrevida para un chico de 19 años que ni siquiera había impactado en el ya maltrecho béisbol cubano. Muchos no conocían su nombre, tampoco salía de titular en los partidos de Pinar del Río y nada, absolutamente nada, indicaba que tuviera por delante un futuro de Grandes Ligas… absolutamente nada salvo sus habilidades innatas y su energía para brillar en los diamantes.
Pero todos no tienen la capacidad para distinguir ese talento natural y en Cuba, lamentablemente, cada vez son menos los ojos clínicos que detectan el potencial de los jugadores jóvenes, muchos de los cuales escapan rumbo al profesionalismo tras ser obviados en su propia tierra.
Quizás por esa razón —o lo que es peor, por miedo a una hipotética deserción—, no tomaron en cuenta a Arozarena para integrar la nómina de los Vegueros a la Serie del Caribe de San Juan 2015, luego de que promediara .291/.412/.419 en la edición 53 del clásico doméstico, con 19 extrabases, 49 anotadas y 15 bases robadas, líder en este último apartado dentro de la novena vueltabajera.
“Sentí que me dejaron por fuera, de la misma manera que otros jugadores lo han sentido antes. En Cuba, si tienes una o dos semanas malas, te apartan y se olvidan de ti”, relató Randy en el reportaje de MLB, en el cual dejó claro que, antes de tener que pasar por eso, decidió salir de la Isla.
El viaje
El padre de Randy Arozarena murió en el 2014 a causa de una intoxicación por pescado. Jesús, como se llamaba, estaba acompañando a su hijo en la postemporada de la Serie Nacional.
“Perder a mi padre a tan temprana edad es la cosa más difícil que he tenido que pasar, y perderlo en un terreno de béisbol, eso se mantiene conmigo y me pone triste cuando pienso en ello. Luego de eso me sentí solo”, recuenta Randy.
En ese momento, cambiaron los papeles y el sentido mismo de la vida en la casa de los Arozarena. El joven pelotero, con un hermano dos años menor, tenía que convertirse en la cabeza de la familia, y eso precipitó la decisión de partir en busca de nuevos horizontes y un futuro en el béisbol profesional.
Randy se montó en una lancha, pasó ocho horas en el Golfo de México, vio tortugas y delfines, sintió miedo y oró por llegar a salvo.
“Cuando estás en el mar, lo único que piensas es en llegar a salvo. Hay personas que están allí por días, meses y hay otros que no lo logran y mueren. Cuando estás en uno de esos botes en el medio del Golfo de México, lo único que puedes pensar es en sobrevivir”, asegura el cubano, quien viajaba al menos con otras ocho personas.
Dentro de lo que cabe, lo único que calmaba la ansiedad y aplacaba el miedo de alguna forma, era que Arozarena todo lo estaba haciendo con la bendición de su madre. “Honestamente, tienes que arriesgar tu vida por la de tu familia. Tomé el chance y, afortunadamente, llegué aquí sin problemas.”
Destinos cruzados
Randy Arozarena es un apasionado del fútbol, de hecho, ese fue el deporte que primero practicó cuando estaba en la escuela. Su hermano Raiko, en cambio, jugaba béisbol en categorías inferiores, pero poco tiempo después los caminos se cruzaron.
“Él solía jugar béisbol y yo fútbol. Así que lo roles se han revertido”, dijo Arozarena en el reportaje de MLB, donde advierten que Raiko es hoy portero de los Venados F.C, club de la segunda división del fútbol mexicano.
Según cuenta la propia historia, el mayor de los Arozarena llegó a la pelota de manera fortuita. Su entrenador de fútbol lo llevó a una práctica de béisbol en la que necesitaban jugadores extras, y lo perdió para siempre. Randy demostró con cierta rapidez sus habilidades con el madero y comenzó una carrera en los diamantes que ha llegado hasta las Grandes Ligas.
La nueva vida
Tampa es ahora la casa de Randy Arozarena, pero en ruta hasta el destino final, el cubano ha transitado por varios puntos intermedios, todos con un determinado peso en su futuro. Por ejemplo, en México pasó cerca de año y medio mientras esperaba el permiso para ser considerado agente libre.
Allí jugó brevemente con los Toros de Tijuana en el verano, mientras los scouts observaban y realizaban pruebas a un chico de contactos consistentes y notable velocidad, con posibilidades de convertirse en un jugador de dobles dígitos en bases robadas. Además, resaltaban sus opciones de ser un defensor por encima del promedio en los jardines, a pesar de haber jugado siempre en el infield durante su etapa en Cuba.
Las herramientas de Arozarena convencieron a los Cardinals, que lo firmaron como agente libre internacional por 1.25 millones de dólares en el 2016. Esa apuesta indicaba que la franquicia lo visualizaba como un futuro jugador de todos los días en las Mayores cuando lograra desarrollarse y maximizar su potencial.
“Jugó mucho en la segunda base en Cuba, y cuando lo vimos en México estaba defendiendo la pradera central, eso fue algo bueno de ver. Lucía natural. Era atlético, rápido, buen bateador y corría; todas las herramientas que buscas”, dijo a MLB el asistente al gerente general de St. Louis, Moisés Rodríguez.
Poco después de firmar, Arozarena demostró en el circuito invernal mexicano que no se habían equivocado con su firma. Vistiendo la franela de los Mayos de Navojoa, el cubano bateó .289/.382/.347, con 16 bases robadas y 33 anotadas en 51 partidos, antes de marchar definitivamente a Estados Unidos para su primera toma de contacto en las Ligas Menores.
Palm Beach (Clase A-Avanzada) y Springfield (Doble A) fueron sus destinos iniciales en el sistema de los Cardinals, en los cuales respondió con un rendimiento consistente (47 extrabases, 72 anotadas, 114 imparables, 18 robos y línea de .265/.346/.437).
Sin embargo, Arozarena no estaba cómodo. El choque cultural y un nuevo idioma desconocido jugaban en contra del cubano, quien quedó prácticamente aislado del grupo, sin opciones de reírse de los chites o mostrar su personalidad y sentido del humor, según relata el periodista Juan Toribio.
Al respecto, Randy contó que no tenía amigos, no hablaba con nadie y se sentía raro. “Cuando miraba a mi alrededor me decía a mí mismo que estaba aquí para dar el 100 % y no preocuparme por otra cosa que no fuera jugar béisbol, porque eso es lo que sé hacer.”
La evolución
Randy Arozarena debutó en Grandes Ligas con la camiseta de Tampa en un duelo contra Miami Marlins, el pasado 30 de agosto. Al día siguiente, le tocó medirse a los Yankees y al estelar Gerrit Cole, probablemente uno de los lanzadores inamovibles del Top-5 en la actualidad del béisbol norteamericano.
Cole ponchó dos veces seguidas a Arozarena con rectas de cuatro costuras de 96,8 y 97,6 millas, respectivamente, pero luego el cubano le negoció un boleto. Poco más de un mes después, en el inicio del primer partido de las Series Divisionales, el patrullero de los Rays le pegó jonrón al as de New York sobre una recta de cuatro costuras a 96,4 millas.
“Parece que una vez le lanzan complicado y falla un swing, lo almacena en su banco de memoria. Cuando vuelve a pasar ya está listo. Esa es una señal de un gran bateador, que puede hacer ajustes en un mismo turno o entre veces al bate en un juego”, dijo a MLB el manager de Tampa, Kevin Cash.
Esa progresión ha sido una constante para Arozarena desde que se insertó en el béisbol profesional de Estados Unidos. Por ejemplo, en su segunda temporada como prospecto de los Cardinals, fue enviado a Memphis (Triple-A) y se tomó 59 ponches en 89 partidos, pero al siguiente año, en el mismo nivel, pegó 12 jonrones, impulsó 38 carreras y bateó .358/.435/.693 en 64 duelos.
La experiencia de Randy en las Menores fue complicada, pero, según cuenta, eso era algo que ya sabía desde que salió de Cuba y solo podía buscar soluciones. “Comencé a relacionarme con mis compañeros dominicanos. Y con los que no sabían español, lograba que me entendieran. Eso me dio mucha confianza, por eso pude superarlo.”
The call
Randy Arozarena estaba durmiendo cuando recibió una llamada de Ben Johnson, su manager en Memphis. Acabado de despertar y con los ojos medio cerrados, el cubano no entendió bien el mensaje que llegaba desde el otro lado de la línea, en parte porque el español de Johnson también era un desastre.
Entonces Randy volvió a tomar el teléfono, marcó a su mentor de turno y ya comprendió mejor lo que estaba sucediendo: los Cardinals habían solicitado sus servicios en las Mayores. Esa era su primera llamada a las Grandes Ligas, por lo que no pudo contener los deseos de celebración.
Finalmente se hacía realidad su sueño, se cumplía aquella profecía que de manera atrevida le soltó a Francys Romero cuando tenía 19 años y era casi un desconocido en el universo de las bolas y los strikes.
“Sabía que la llamada estaba en camino y cerca, pero no quería enfocar mi juego alrededor de esto. Solo seguí trabajando duro y caminando al parque todos los días para dar mi mayor esfuerzo”, dijo Arozarena a MLB a mediados de agosto del 2019, cuando se insertó en el roster principal de St. Louis.
Su toma de contacto en las Mayores fue breve, de solo 20 turnos ofensivos, en los que pegó seis jits, uno de ellos jonrón, además de robar dos bases en tres intentos. Poco después, tuvo la oportunidad de jugar en la postemporada en la Serie Divisional vs. Atlanta y en la disputa del título de la Liga Nacional contra Washington, aunque no rayó la tarjeta en cinco comparecencias al plato.
El cambio
Si uno estudia la historia reciente de Tampa, podrá percatarse de que la filosofía del equipo pasa por formar jugadores jóvenes, llevarlos hasta Grandes Ligas y después utilizarlos como monedas de cambio para oxigenar nuevamente su sistema de prospectos.
Ese es un comportamiento coherente de un equipo de mercado pequeño, cuyas nóminas se han ubicado entre las cinco más austeras de MLB en 16 de los últimos 20 años. Y no se puede decir que los resultados sean negativos, al contrario…
Los Rays han llegado a la postemporada en seis de las últimas 12 temporadas, con un punto cumbre en la campaña del 2008, cuando discutieron la Serie Mundial ante Philadelphia. En ese momento, la franquicia tenía solo diez años de creada.
Con estos antecedentes, sorprendió mucho que el equipo decidiera deshacerse del joven lanzador Matthew Liberatore, decimosexta selección en la primera ronda del Draft 2018, ubicado entre los 45 mejores prospectos de MLB, sexto entre las promesas zurdas de MLB Pipeline y tercero en las granjas de los Rays.
De Liberatore, según dice Juan Toribio, era valorado en Tampa como un posible candidato al Cy Young, por lo que definitivamente no es el tipo de elementos que incluyen en sus canjes. Al menos no ahora…
Sin embargo, ellos estuvieron dispuestos a soltar a uno de sus mejores prospectos en aras de obtener a cambio a Randy Arozarena, quien finalmente desembarcó en el conjunto floridano en enero de este 2020 como parte de un paquete que incluía también al venezolano José Martínez, posteriormente canjeado a los Cubs.
Fue una apuesta arriesgada, pero hasta el momento los Rays no se arrepienten de su movida.
El penúltimo obstáculo
Tampa Bay recibió un aporte inmediato de Randy Arozarena. Nada más arrancar los entrenamientos primaverales en marzo pasado, el cubano sonó su madero y dio un paso hasta ubicarse como uno de los bateadores más temidos del equipo, con línea de .400/.586/.550, ocho anotadas, seis impulsadas y tres bases robadas en 12 partidos.
Justo cuando mejor iba todo, la pandemia del coronavirus cambió por completo la realidad tal cual la conocíamos. La temporada de MLB no escapó de la oleada de suspensiones y después, para colmo, las propias disputas internas entre la Liga y el Sindicato de Jugadores estuvieron a punto de borrar al béisbol de todos los calendarios deportivos del 2020.
En medio de aquella tormenta, Randy esperaba por el reinicio de las acciones con un puesto casi seguro en el roster de los Rays, pero a la hora cero, entonces el cubano fue quien cayó enfermo de coronavirus.
Durante un mes los resultados de sus pruebas siempre fueron positivas, aunque se encontraba totalmente asintomático. No le quedaba otra que apelar a la paciencia, dejar correr el tiempo en un apartamento de St. Petersburg, donde pasó un largo período de cuarentena, y observar desde la distancia los partidos de Tampa.
De acuerdo a la historia de Juan Toribio, en esta etapa aprendió a cocinar arroz y pollo, su comida casi todos los días. Por otra parte, no descuidó el físico, hizo alrededor de 300 flexiones cada jornada y a principios de agosto se reintegró al campo alternativo de los Rays en Port Charlotte, con 15 libras adicionales de músculo. Su cuerpo estaba listo para la acción.
En tres semanas se puso a punto y recibió el llamado de las Mayores el 30 de agosto. Tres días después le pegó un jonrón a Jordan Montgomery (Yankees) que salió disparado de su bate a 103,2 millas.
“No esperas que los chicos tengan [ese éxito] inmediatamente. Pero el hecho de que lo haya hecho no es una sorpresa. Lo vi en video, y no conocía mucho sobre él cuando pensábamos en adquirirlo, pero resaltó de inmediato”, aseguró a MLB el coach de bateo de los Rays, Chad Mottola.
Durante septiembre, Arozarena lideró a Tampa en jonrones (siete) y extrabases (nueve), y aportó mucha energía al equipo en el tramo final de la contienda. Como resultado, el mentor Kevin Cash decidió otorgarle protagonismo y máxima responsabilidad en la postemporada, y la respuesta del antillano ha sido estelar.
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Contra Toronto en los Wild Card despachó cuatro imparables en nueve turnos, tres de ellos extrabases, y comenzando la Serie Divisional vs. Yankees anotó dos carreras y pegó tres cohetes en cuatro viajes al plato, incluido el jonrón ante Gerrit Cole.
Según los datos de Francys Romero, este atronador inicio de postemporada lo ubica como el primer jugador de los Rays con partidos consecutivos de tres jits en play off y el primer cubano con al menos siete imparables en sus tres duelos iniciales de esta instancia. Además, es el segundo novato en la historia con sencillo, par de dobles, triple y jonrón en duelos de postemporada desde Charlie Keller en 1939.
Con semejantes números y un rosario de habilidades que saltan a la vista —brazo por encima del promedio, rapidez infernal en los senderos y brutal aceleración de swing—, no es de extrañar que muchos se estén preguntando quién es Randy Arozarena. A todos ellos, Juan Toribio les responde que nos encontramos frente a “una estrella en formación”.
“Creo que llegará un punto en su carrera en el que la gente ya no dirá «¿Quién es este chico?». Va a demostrar consistentemente lo bueno que es. Es un jugador especial y ya ha mostrado las habilidades que tiene”, precisó Cash a MLB.
Mientras, Arozarena se mantiene tranquilo, sabe que el coronavirus fue tan solo el penúltimo obstáculo. Él solo busca fortaleza mental para afrontar con éxito los venideros retos, los cuales espera no sean en una pista de baile y mucho menos contra Brett Phillips, su verdugo en las peleas de break dance.