Cuando se repasa la historia de los Cincinnati Reds, hay fechas inolvidables. Por supuesto, las principales referencias están señaladas en octubre, con las cinco coronas de Serie Mundial que la franquicia logró en 1919, 1940, 1975, 1976 y 1990, pero hay otras grandes efemérides que los Reds del estado de Ohio celebran por todo lo alto.
Su fundación en 1866, el primer juego nocturno en las Grandes Ligas en Crosley Field (24 de mayo de 1935) o los dos no hitters consecutivos de Johnny Vander Meer en junio de 1938 (hazaña que nadie más ha repetido), forman parte del historial sagrado de los Reds, una de las cinco franquicias que jugaron en el siglo XIX y todavía se mantienen activas.
Pero hay más. En 1960, gracias a la intuición del scout Buddy Bloebaum, ellos firmaron a un chico de 18 años llamado Pete Rose, quien después se convertiría en el mortal con más imparables en la historia de las Mayores. En junio de 1965 seleccionaron a Johnny Bench en la segunda ronda del primer Draft organizado en el béisbol, y en noviembre de 1971 obtuvieron mediante un cambio a Joe Morgan. Bench y Morgan ganaron seis Most Valuable Player (MVP) de la Liga Nacional entre 1970 y 1976.
Pudiéramos añadir otras fechas claves, pero nos interesa una en particular. El de 12 de marzo de 1960, hace ya 61 años, los Cincinnati Reds firmaron a un joven cubano procedente del central Violeta, en el Oriente de la Isla, que se convertiría en una de las piezas angulares de la franquicia, en uno de sus rostros distintivos durante más de una década.
Hablamos de Atanasio “Tany” Pérez Rigal (Camagüey, 1942), uno de los cuatro cubanos miembros del Salón de la Fama de Cooperstown junto a Cristóbal Torriente, José de la Caridad Méndez y Martín Dihigo. Tany era un chico de 17 años cuando el scout Tony Pacheco, también cubano, lo vio jugando en su tierra natal y se puso una oferta en la mano.
March 12, 1960: The Reds sign 17-year-old amateur free agent Tony Pérez to a contract. “Big Dog” will play 16 seasons in…
Publicado por Cincinnati Reds en Viernes, 12 de marzo de 2021
Pacheco, natural de Punta Brava, había sido manager de los Havana Sugar Kings entre 1958 y 1959, y luego se convirtió en uno de los ojeadores de Cincinnati. Su carrera activa terminó temprano, poco después de cumplir 30 años de edad, tras varias temporadas discretas en las Menores y el circuito invernal cubano.
Sin embargo, se distinguió por su trabajo como scout y coach en Cincinnati, Houston y Cleveland. Como parte de esa labor, se topó en 1960 con Tany Pérez, un diamante en bruto que supo distinguir y luego convencer para llevárselo a Estados Unidos a jugar béisbol profesional.
El plan de Pacheco era que el joven comenzara su desarrollo en las Menores, específicamente en Havana Sugar Kings, uno de las sucursales afiliadas a los Reds. Tany no dudó en seguirle los pasos y aceptó irse a perseguir su sueño de jugar en Grandes Ligas, algo que conseguiría unos años más tarde.
“Yo jugaba béisbol y ayudaba a mi padre en el trabajo del ingenio. Tony Pacheco me firmó con la franquicia de Cincinnati y al principio cuando estaba en Ligas Menores regresaba a Cuba junto a mi familia, pero después los viajes entre ambos países se cerraron. Me adapté con la mente puesta en triunfar”, dijo Tany en una entrevista con El Nuevo Herald.
Sus primeros pasos en Estados Unidos no fueron del todo sencillos. Fue asignado a la sucursal de Clase D de los Reds en Geneva, Nueva York, donde vivió un martirio por no saber casi nada de inglés. Según cuenta, las camareras de los restaurantes no conocían el español y no podían traducirle los menús, y solo un tiempo después se percató de que, si ordenaba pollo, obtenía un plato caliente.
“Odié el pollo por una semana en mi vida. Era la única palabra que conocía del idioma, pollo, pollo, pollo”, relató Pérez, quien tiene historia divertidas sobre la comida en sus primeros años en Estados Unidos.
En 1963, Dave Bristol, su manager en Macon, le comentó que estaba muy flaco y le ayudó a comer algunos de sus platos favoritos: carnes, arroz, frijoles… Aumentó casi 40 libras y entonces el propio Bristol le aconsejó perder un poco de peso. Ante aquella locura, el joven cubano fue directo: “Decídete”, le dijo a su mentor, quien dejó sembrada la semilla para que Tany encontrara su peso ideal.
A pesar de los contratiempos, Pérez comenzó a golpear fuerte la pelota desde muy temprano. En las Menores se convirtió en el terror de los adversarios, con 97 jonrones y 409 impulsadas en un lapso de cuatro años, en los que fue seleccionado continuamente como el mejor tercera base de su nivel, hasta lograr el MVP de la Liga de la Costa del Pacífico en 1964.
Así se abrió camino hasta las Mayores, donde escribió un sinfín de capítulos de éxito durante 23 años de carrera. Jugó con Cincinnati 16 temporadas, tres con Montreal y Boston y una con Philadelphia. En este período jugó cinco Series Mundiales y ganó dos (1975 y 1976), y mereció siete viajes al Juego de las Estrellas.
“Big Dog”, como le apodaron, fue un auténtico fenómeno en la década del 70 del pasado siglo, cuando formó parte de la legendaria “Red Machine”. Aquel equipo de ensueño con Tany, Bench, Rose, Morgan, el venezolano Dave Concepción, George Foster, César Gerónimo y Ken Griffey Sr., ganó casi mil juegos en 10 años y conquistó cuatro banderines de la Liga Nacional.
El cubano no era un simple espectador en aquel show, aunque a veces estaba fuera de los focos. “Pete Rose conseguía sus 200 jits, Bench hacía lo suyo, pero Pérez quedaba en un segundo plano con sus 100 impulsadas por año. Uno veía las notas al final de las historias en los periódicos: «Oh, por cierto, Tany Pérez conectó un jonrón de tres carreras para ganar el partido»”, dijo con un tono de ironía su compañero Pat Corrales en la reseña del Salón de la Fama del cubano.
Pero está claro que Tany podía batear. En la década del 70 terminó como segundo en empujadas (954, por detrás de Johnny Bench), tercero en dobles (303, por detrás de Pete Rose y Al Oliver), cuarto en extrabases (572, igualado con Bench y superado por Bobby Bonds y Reggie Jackson) y sexto en jits (1560, por detrás de Rose, Rod Carew, Oliver, Lou Brock y Bonds) entre todos los peloteros que jugaron en las Mayores.
Si nos fijamos solo en el cénit de su carrera, entre 1967 y 1977, los números son todavía más impresionantes, al punto de que lideró por completo a todos los peloteros de Grandes Ligas en extrabases (652) e impulsadas (1119), con al menos 90 empujadas durante 11 temporadas consecutivas.
“Con hombres en posición de anotar y el partido en juego, Tany es el último oponente que uno querría enfrentar”. Con esas palabras, Willie Stargell, uno de sus habituales contrarios con Pittsburgh, resumió a la perfección el nivel que alcanzó el joven que Tony Pacheco descubrió en el central Violeta.
Y una de las cosas más significativas es que Tany escribió historias maravillosas en el diamante mientras sufría por no poder ver a su familia durante años, algo que finalmente consiguió en 1972, después de obtener un visado de 20 días para viajar a Cuba. En la Isla, encontró a sus padres, José Manuel y Teodora, con quienes lloró, se abrazó y repasó al detalle todo lo que había logrado en más de 10 años de carrera en Estados Unidos.
Según el propio Tany Pérez, aquel viaje fue una bocanada de aire, una especie de reafirmación de que tomó la decisión correcta al para firmar con los Reds. “Simplemente no puedo decir que me arrepienta de haber venido a los Estados Unidos para jugar béisbol. Mi familia sabe lo mucho que me gusta el béisbol y están de acuerdo con la decisión que tomé”, dijo el estelar pelotero en el libro Latino Baseball Legends: an Encyclopedia.
Ciertamente, los pasos de Tany Pérez hacia Estados Unidos dieron pie a una de las carreras más espectaculares entre los más de 200 jugadores cubanos que han pisado un terreno de Grandes Ligas. El inicialista dejó un legado impresionante por su rendimiento, pero también fue una influencia para las futuras generaciones de peloteros latino que se abrieron camino en las Mayores.
“Pérez era un tipo paternal en el camerino, sobre todo con los jugadores de habla hispana. Lo admiraban y se relacionaban con él a través de su origen y del idioma“, dijo Pete Rose, compañero de Pérez durante muchos años.
El cubano, además, fue un ejemplo de constancia. Jugó hasta los 44 años y, aunque ya no era el mismo en la recta final, dejó historias destacadas en el epílogo de su carrera. Por ejemplo, en 1984 se convirtió en el bateador emergente más longevo en pegar un jonrón para decidir (walk off-HR) en un partido de Grandes Ligas. Con 42 años y 110 días, vistiendo la franela de los Philadelphia Phillies, el avileño le botó la pelota al relevista Don Robinson (Pittsburgh) en el onceno episodio y dio la victoria 7-5 a los suyos.
Por si fuera poco, en 1985 también se convirtió en el jugador más más longevo de las Mayores en pegar un grand slam. En su regreso a los Reds y enfrentando a Dave Rucker (Philadelphia), el cubano despachó un cuadrangular con la casa llena justo antes de cumplir 43 años.
El primero de estos récords duró 29 temporadas, hasta el 2013, cuando Jason Giambi, con 42 años y 259 días, conectó un jonrón como emergente para decidir un partido a favor de Cleveland. Por su parte, la segunda marca se mantuvo intocable durante casi dos décadas, hasta que Julio Franco conectó cuadrangulares con bases llenas en 2004 y 2005, con 45 y 46 años de edad, respectivamente.
Tany Pérez es el segundo cubano con más jits (2732), dobles (505), anotadas (1272) e impulsadas (1652), superado en cada uno de esos departamentos por Rafael Palmeiro. Terminó su carrera con línea ofensiva de .279/.341/.463, con 379 jonrones y 963 extrabases, números que le valieron la exaltación al Salón de la Fama de Cooperstown en el 2000.