Cuando en un campeonato cualquiera –ya sea de béisbol, fútbol o carreras en sacos– la mirada de la gente está más en los entrenadores que en los atletas mismos, algo anda muy mal. Guardiola se dio el lujo de ganar cuanto quiso con el Barça, pero el Camp Nou tenía sus ojos en los goles de Messi, los pases de Xavi y la magia de Don Andrés Iniesta. Joe Torre fundó una dinastía desde la cueva de los Yanquis, mas el estadio no se llenaba para verlo a él, sino a Jeter, Paul O’Neill o Bernie Williams. Dicho en clave nacional: ¿Qué milagro habría tenido que obrar José Miguel Pineda, con toda su sabiduría y su prestigio, para escamotearle el show a Casanova?
Hay que aceptarlo: tenemos una Serie en fase terminal, y lo confirma el hecho de que el centro de las conversaciones está en Víctor Mesa, Pedro Luis Lazo y Orestes Kindelán. Tres estrellas que ya no volverán a hacer lo que tan bien sabían: jugar a la pelota, porque ahora se dedican a ser managers. Poco importa que el uno ya no se robe una almohadilla, el otro no lance desde el montículo y al tercero se le hayan agotado los jonrones. Ellos concentran la atención de las gradas, por encima inclusive de los propios peloteros del team Cuba.
Y eso, insisto, es señal de que vamos en franco derrumbe. Los coros del respetable son para ellos, los mentores. Los comentarios de los supuestos analistas, también. Loas. Loas. Loas. Por el camino que hemos emprendido, alguien terminará por sugerir la creación de nuevas estadísticas como IGD (Intensidad del Grito del Director) o por ciento AD (Porcentaje de Acierto de las Decisiones). Y no dudo que un día a mi amigo Yirsandy Rodríguez le encomienden la formulación del WAR del Manager.
Mucho ojo: ningún argumento tengo en contra de la presencia de estos personajes. Víctor Mesa ha tenido la mar de desaciertos, pero sigo pensando que su aporte es superior –muy superior– a los perjuicios que ocasiona. Y Kindelán y Lazo, ¿qué decir de este tandem si yo fui su fanático ardoroso? Los tres son de esa especie en vías de extinción, tipos bien pertrechados por las fuerzas de la historia y el criterio personal.
Encima han arrancado super, con cosecha global de 13 triunfos ante cinco reveses. Pinar del Río es el único plantel que exhibe un solitario patinazo luego de dirimidas dos subseries. Industriales y Santiago, mientras tanto, se abrazan en la segunda posición junto a Ciego de Ávila y Las Tunas. “Viento en popa, a toda vela”, como diría Espronceda.
Algún día, ojalá que no tarde demasiado, volveremos al tiempo feliz en que la gente va al estadio a ver al único y verdadero protagonista de la historia beisbolera. Sin embargo, ahora mismo hay que arar con unos bueyes que ora pecan de inexperiencia, ora de cansancio, ora de incapacidad. Es la época absurda de los actores secundarios que se roban el Oscar y el aplauso.
Así pues, bienvenidos los Tres Villalobos del dugout cubano del presente. Mucha suerte.
Error: Tres Villalobos ya existieron, Samon, Cespedes y Despaigne… ahora no traten de seguir obviando a Granma por favor, aun somos campeones.
Yo creo que la gente en Cuba va al estadio a ver a su equipo. Y para dolor de algunos, cada vez están yendo más. Lo de que si un director es bueno o malo, o de que si lo miran más a él, se debe a que los equipos actuales ya ganan más por jugar como “equipos”, que por la presencia de “estrellas” tan consagradas como la época en la que jugaron esos que hoy son directores.